El auge de la viveza criolla
NO SABEMOS a ciencia cierta en qué momento de la historia los argentinos tomamos conciencia de nuestra "viveza criolla". Lo que sí sabemos es que, desde que la pusimos en práctica, se mantiene en pleno auge.
EN NUESTRO PAIS, como dijera Ezequiel Martínez Estrada, primero inventamos la trampa y después la ley. Con suficientes fisuras para poder ejercer la trampa.
TENEMOS fama en el mundo entero. Un porcentaje no bajo de emigrantes suele dar testimonio en países extranjeros de esta rara habilidad. Y ello, sin renunciar al elevado concepto con que nos regodeamos de nosotros mismos y que otras nacionalidades perciben y descalifican con nitidez.
ESTA cualidad de ventajeros aflora en todo momento: mientras manejamos el automóvil, mientras eludimos sagazmente alguna cola, cuando multiplicamos la potencialidad del cuento del tío, cuando remarcamos la mercadería injustificadamente, cuando eludimos un impuesto, cuando compramos repuestos usados productos del robo que criticamos, cuando el funcionario amigo nos encubre una multa, cuando arreglamos a un funcionario con una coima. Súmense a ellos los que se cuelgan del cable de televisión, los que mediante las balanzas sacan ventajas en el peso, los que especulan con la moneda o los que actualizan mercaderías vencidas, para citar otras pocas variantes.
OTRO modelo de "viveza criolla" lo asumen numerosos políticos que aprovechan la autoridad delegada para enriquecerse súbitamente, gozan de prebendas que ellos mismos se otorgan y se adjudican vacaciones interminables para descansar de tal esfuerzo que no realizaron.
UN CASO reciente de viveza criolla (y de insolidaridad vecinal) se acaba de registrar en la calle Zapiola, donde, al realizarse trabajos de mejoras en la red de agua potable, los técnicos detectaron tres casos de conexiones domiciliarias clandestinas. Y no estamos hablando de un sector marginal ni mucho menos. Se trata de una zona residencial de respetable categoría.
¡VIVEZA criolla! Esta predisposición a la avivada es uno de nuestros peores males, porque torna incierta la convivencia humana y porque, a la larga, de tanto predicar con los malos ejemplos, estos acaban por imponerse como modelos. "Se'gual", como decía Minguito, aquel inigualable personaje de la TV. Pero no es igual. La avivada perjudica e irrita. E incita a pensar que las normas de convivencia y respeto mutuo están para que las cumplan los más tontos o los menos vivos.
DE TAL modo, lo que constituye un contagioso delito, a la postre parece un mérito. Idea que debería combatirse y desterrarse sin contemplaciones, para que, con honradez, inteligencia y equidad, podamos consolidar esa sana y feliz convivencia que tanto necesitamos.