Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Los gobernadores, claves en el plan de Alberto Fernández

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   Dicen quienes estuvieron cerca de esa comida que el presidente se cuidó muy bien de no dejar dudas: no habrá “castigo” para los gobernadores por la derrota en el Congreso del Presupuesto 2022 como pareció sugerir en un hilo de tuits el titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa. “Ustedes van a seguir recibiendo fondos para obras públicas y no los vamos a dejar de asistir en lo que necesiten”, les dijo palabras más o menos Alberto Fernández a los trece gobernadores aliados de la Casa Rosada con los que se reunió a mitad de semana en el quincho de Olivos.

   El apuro del presidente por convencer a los gobernadores que, contrariamente a la amenaza incipiente del tigrense --que cayó mal hasta en altos despachos del propio oficialismo-- no serán el pato de la boda de aquella durísima derrota del Frente de Todos en el Congreso a manos de la oposición de Juntos por el Cambio, tiene un fundamento central: el presidente es el primer convencido de que necesitará del apoyo de las provincias, y en especial de los mandatarios del propio palo, para transitar los dos años que le quedan de mandato.

   Una lectura cantada que se recogía por esas horas en despachos gubernamentales  sostiene que Fernández y Juan Manzur tienen intereses parecidos a la hora de plantearse que el recorrido político de aquí a diciembre de 2023 debe hacerse sin soslayar, ni mucho menos, el rol de los gobernadores, tanto oficialistas como opositores. 

   El presidente y su Jefe de Gabinete, que de eso se trataría, tienen parecidas ambiciones respecto de su continuidad en el poder más allá del próximo recambio constitucional.

   Fernández, para ponerlo en sus propias palabras, ya ha dicho que si le va bien quiere presentarse a la reelección, reafirmando aquella primera y tal vez sorpresiva afirmación en el acto del Día del Militante, cuando dijo que quiere internas para pelear la candidatura presidencial sin tutelajes ni condicionamientos.  

   Manzur de su lado no disimuló desde que desembarcó en el primer piso de la Casa Rosada que su deseo político pasa por hacer una buena gestión como jefe de Gabinete y presentarse en la disputa presidencial del Frente de Todos en aquellas PASO de octubre de 2023.

   Hay que decirlo: es ciencia ficción en un país como la Argentina hablar de candidaturas para dentro de dos años, pero cualquiera de los confidentes que se someta a consulta tanto del lado del presidente como del gobernador tucumano en uso de licencia reconocerán que por allí pasan los planes.

   No parece casual, sin ir más lejos, que el presidente Fernández haya mencionado en tres oportunidades tras la derrota electoral en las elecciones parlamentarias del 14 de noviembre, una sobre el palco y dos en reportajes de la semana última, su deseo de presentarse a la reelección si las condiciones se lo permiten.  

   El presidente, además de desmontar cualquier sospecha de que las provincias serán castigadas con menores envíos de fondos para obra pública, sondeó a los gobernadores sobre su futuro. Alberto ha dicho delante de algunos de ellos que para seguir fortalecido en la gestión en los dos años que le quedan, y no convertirse tempranamente en un “pato rengo”, necesitará desembarazarse de la impresión ciudadana acerca de su dependencia a ultranza de la vicepresidenta. Y cree que puede conseguirlo con el apoyo de los gobernadores.

   Hoy por hoy, evaluaban horas atrás en la Casa Rosada en medio de esos enjuagues, el presidente cree que tiene el apoyo de todo el espectro de los gobernadores, aún de aquellos que puedan mostrar alguna inclinación por el cristinismo, para sentirse acompañado en esa búsqueda de fortaleza política en la que se ha enfrascado para afrontar lo que viene. Y que la única piedra en el zapato es la irreductible posición lejana a cualquier acercamiento del gobernador cordobés Juan Schiaretti.

   Quienes conocen de esas resistencias del líder del “cordobesismo” esgrimen dos razones para justificar ese proceder: la primera tiene que ver con el rechazo visceral de Schiaretti al kirchnerismo. La siguiente razón vendría por el lado de la picardía pura y dura: el “Gringo” no tiene reelección y todavía no ha decidido si acepta la sugerencia de algunos  peronistas federales de intentar él también una candidatura presidencial dentro de dos años. En la Casa Rosada creen que el peronismo no kirchnerista, más los movimientos sociales, la CGT y el poderoso sector de intendentes del conurbano bonaerense, salvo excepciones de aquellos comprometidos con el cristinismo y que responden a Máximo Kirchner, apoyarán su candidatura.

   Los operadores presidenciales de la Casa Rosada, tanto como quienes trabajan cerca de Manzur y en especial de su poderoso vicejefe de Gabinete, Jorge Neme, aseguran que el apoyo de los gobernadores a cambio de mantener indemnes las partidas del Tesoro para obra pública se verá seguramente en marzo próximo, cuando se inicie el periodo de sesiones ordinarias y el Congreso deba tratar el malogrado Presupuesto 2022.

   Del mismo modo que Manzur espera, como espera el presidente, que a cambio de esa “pax” los gobernadores apoyen el acuerdo que el gobierno debe firmar con el Fondo Monetario Internacional, probablemente antes de marzo. De eso también habló el presidente con los mandatarios del interior en aquel asado en Olivos.