Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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No escuchar, la madre del problema

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   1 x, 1.5 x 2 x, no son equis para despejar sino que es la herramienta de WhatsApp, aplicación de mensajería más usada en el mundo, que nos permite acelerar los mensajes de audio en diferentes velocidades.

   Es decir que recibís un audio y si considerás que la duración es extensa, tenés la posibilidad de acelerar en tres velocidades; según los desarrolladores el objetivo es hacer una comunicación más eficiente.

   La llegada de este recurso me hace pensar si al acto de escuchar no habrá entrado en el ocaso, pues cuando la mayoría de los problemas son a causa de una comunicación disfuncional, surge este invento que a simple vista pareciera traer una solución, sin embargo pareciera que profundiza el problema.

   Vivimos en una época en la que nunca hubo tanta posibilidad de expresión, pero también de una expresión unilateral, el objetivo es decir, poco importa el diálogo, el intercambio.

   Escuchar no escapa a la decadencia, y en caso de logar que en una interacción el otro escuche es habitual advertir que no lo hace para comprender sino para responder, refutar, incluso disputar. El objetivo en esta batalla de ideas nunca es la construcción colectiva y superadora sino la prevalencia de egos.

   Escuchar es un arte, requiere el aprendizaje y dominio de ciertas habilidades y también la gestión de emociones. A veces escuchamos pero no sabemos lo que la otra parte quiere expresar; no entendemos, no comprendemos, y en lugar de procesar e indagar para esclarecer se responde rápidamente.

   Los diálogos van siendo sepultados, el apuro demanda tildar temas de una lista, la impaciencia apremia y cuanto más breves son los relatos, cuanta mayor es la ausencia de detalles, con abundancia de palabras simples y oraciones breves, mejor. ¿Mejor?

   Cada persona trae consigo su propio diccionario en el que están contenidos los significados propios, los heredados, los inculcados, los aún no procesados. Algunos significados serán más destacados, otros menos importantes, otros irrelevantes, algunos de ellos serán trascendentes y hasta incuestionables.

   Cuando nos comunicamos, un diccionario se manifiesta y entra en una interrelación con los diccionarios ajenos, para que ese juego sea posible ambas partes deben estar interesadas por escuchar y comprender al otro, fórmula indispensable para construir vínculos positivos.

   Al contrario, cuando el otro se expresa y no se comprende, o no interesa, o se etiqueta con el rótulo de “habla demasiado” o en el peor de los casos no hay interés, se conjugan los factores para que surjan los conflictos.

   Considero que escuchar es un acto de apertura, de generosidad ya que dedicar tiempo, hacer una pausa en la propia vida para concentrarme en la necesidad del otro, entender el significado de lo qué dice pero sobre todo lo que siente, requiere mucho más que “orejas”.

   Interrogar en el momento oportuno y no interrumpir para posibilitar que la expresión devenga en desahogo, interesarme, dedicar tiempo, mirar sin estar pendiente de un celular, asentir con la cabeza, evitar juicios , consejos y actitudes defensivas, son acciones del arte de escuchar.

   Extraño hasta con desesperación a Lidia, mi madre y a Esther, mi abuela; sin dudas las mujeres que me regalaron entre tantas vivencias un tiempo irremplazable para escucharme. ¡Feliz día de la madre!