Molino Godio
Fue industria pionera de la ciudad y la región.
-
- copiado al portapapeles
-
- copiado al portapapeles
Mario Minervino / mminervino@lanueva.com / @mrminervino1
Hace 96 años, en enero de 1925, el ingeniero Francisco Marseillán daba los toques finales la cubierta de los monumentales silos del molino harinero La Sirena, en la esquina de Dorrego y General Paz.
Industria netamente bahiense, propiedad de Luis Godio (1873-1957), el molino fue fundado en 1882 por su tío, José Godio (1847-1923), con una elemental instalación a orillas del arroyo Napostá, cuyas aguas eran la fuerza motriz que movía una rueda triturada.
La calidad de la harina elaborada le permitió conquistar el mercado local y con la incorporación de modernas máquinas consolidó su capacidad de producción.
Fue así que, en 1922, la firma construyó su moderno molino mecanizado en la Dorrego y General Paz.
Tres años después (1925), con el fin de “responder a al aumento de sus operaciones”, la empresa añadió un grupo de silos para almacenar trigo a granel.
Se trataba de cuatro estructuras de hormigón armado, material novedoso para la época, de 21 metros de altura y seis de diámetro.
La empresa del ingeniero Marseillán demoró apenas siete meses en completar la estructura y llegar a su techado, lo cual dio lugar, según es tradición, a un asado popular, del cual participaron cerca de cien personas, entre obreros y personal del molino. “El ambiente de la fiesta fue animado, con derroche de buen humor y deseos de progreso”, señaló una crónica de la época.
El molino Godio, como se lo conocía en la ciudad, funcionó –con otros dueños-- hasta la década del 80, en que fue adquirido por un pool de empresas que procedió a su desguace y parcial demolición. La estructura semiderruida se mantuvo durante casi 40 años sin destino, hasta su completa demolición.
En 2018 comenzó a construirse en ese terreno un atractivo complejo edilicio de viviendas, oficina y locales comerciales.