Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Con el corazón en la mano: una historia que entrelaza resiliencia y empatía

El cardiólogo Marcelo L. Guimaraenz está en la trinchera desde el día cero de la pandemia. Se contagió, siguió trabajando y ahora habla de los nuevos desafíos.

“La información es importante para disminuir el temor en la gente”, dijo Guimaraenz. / Fotos: Pablo Presti-La Nueva. y Archivo LN.

Guillermo D. Rueda / grueda@lanueva.com

“Ahora es el momento de la resiliencia y de la empatía. Quien no tenga estos dos temas resueltos será quien más consultas psicológicas y psiquiátricas va a necesitar”.

Lo dice el doctor Marcelo L. Guimaraenz, especialista en cardiología y en terapia intensiva y jefe de la Unidad de Emergencia Cardiovascular del Hospital Privado del Sur.

“Si uno traduce lo que significa resiliencia, es bancarse lo que está viniendo. Y con la empatía hay que tratar de entender al otro”, agrega.

“Estamos flojos (sic) ahí. Pero desde antes de la pandemia, lo que pasa es que ahora quedó expuesto”, afirma.

“Sin dudas que esta crisis sanitaria que atravesamos es un gran desafío para quienes estamos en este lugar, en el sentido de seguir dando el ejemplo”, sostiene.

“Esas dos palabras (por resiliencia y empatía) hay que tenerlas marcadas en la cabeza. Y los más veteranos, desde el lugar de la salud, somos los responsables de llevar tranquilidad a los demás”, añade.

El Dr. Guimaraenz (Guima) está en la trinchera desde el inicio de la pandemia. O desde mucho antes. Por eso también contrajo el COVID-19 y adquirió la licencia para hablar del tema desde adentro, cuando la mayoría de los pacientes con afecciones cardíacas están con el corazón en la boca, justamente, por los riesgos que conlleva un contagio.

Este tema lo desvive.

“La incomunicación es, también, otra enfermedad”, dice, cumpliendo el sueño de todo periodista que anhela que le resuelvan el título de la nota. Pero vamos con la explicación.

“Este virus no es nuevo; tiene más de 10 años. Hay muchas cepas, entre 7 y 10 y ahora nos referimos a una en particular: la que produce el COVID-19. Se sabe de ella desde hace mucho tiempo”, define.

“No es la primera vez que el coronavirus aparece en el mundo, la diferencia es que ahora estalló como una pandemia. Por eso lo más importante es informar de la mejor manera posible”, aclara.

“Me ha pasado, en lo personal, de gente que ha tenido episodios de pánico, que no ha salido de la casa aun sin tener comorbilidades; y viceversa”, cuenta.

Insiste en que la clave es explicar lo que se comunica.

“La gente debe saber que es una patología donde hay que tener cuidados claros, que no son muchos: distanciamiento; no juntarse en grupos de más de 20 personas; estar al aire libre; lavarse las manos y demás. Y esto hay que fundamentarlo con los números verdaderos”, asegura.

“Lo que se dice, y es real, es que la mortalidad es baja y que la gente de riesgo tiene que estar cuidada”, agrega.

—¿Pero la incertidumbre es real?

—La incertidumbre existe, y parcialmente, pero no la buena comunicación.

“El ministro (Fernán) Quirós, de Salud de CABA, no dice lo mismo que sus pares (funcionarios de otros niveles de gestión). Su mensaje es claro y conciso.

“La incertidumbre se puede poner en dos puntos de vista. Es una pandemia, es un virus de hace muchos años que, ahora, se presenta de manera agresiva a nivel mundial, pero hay alternativas de tratamiento para desarrollar. También se sabe que tiene baja mortalidad y que uno va conociéndolo a medida de que pasa el tiempo.

“Por ahí es más difícil de transmitir esto y, sobre todo, porque la gente que debería informarlo no lo hace adecuadamente.

“Es decir, yo podría actuar desde el pánico o desde la tranquilidad de la realidad actual, más allá de la incertidumbre. La realidad es que es un virus que mutó y que en algunos lugares los rebrotes han mostrado alta contagiosidad, pero también menos letalidad. Tendremos que irnos preparando para esto.

“La información es importante para disminuir el temor en la gente; ni de más ni de menos. Como en todos los órdenes de la vida”.

—La imprecisión de los plazos también crea incertidumbre…

—Volvemos a la comunicación. Uno podría decir que esto recién empieza y también cuándo termina. Pero en el medio estamos aprendiendo a manejar la patología; a saber cuáles son las complicaciones y a seleccionar cuáles son los pacientes de riesgo y cuáles no.

“Va a llegar una vacuna en algún momento y hay otras terapias en marcha, porque si no parecería que es la primera pandemia que el mundo enfrenta. Digo, sí, con certeza, que es la pandemia de las redes y del mayor cúmulo de información.

“Porque si vamos a la época de la tuberculosis; de la poliomelitis o del sida, cuando no había exceso de información, no sé qué es peor. Esto me lo pregunto a mis 55 años.

“Hoy, con sólo una red, se puede hacer un desastre en un minuto. Esto no se lo voy a aclarar a un periodista. Si uno no utiliza la racionalidad y el sentido común y piensa 25 veces las cosas, que es lo que nos pasa a veces a muchos por no saber, o no poder, parar, nos confunde. Creo que pasa por ahí también”.

—¿Eso no es minimizar al coronavirus?

—No. Yo estoy en la cancha, nunca paré, trabajé más que nunca en esta pandemia y también en mi servicio, que son las emergencias cardiovasculares.

“Ayudé a la gente de terapia intensiva y de coronavirus en el piso. Por eso también me contagié y estuve seis días internado. Sé de qué hablo porque no estuve escondido en mi casa”.

—¿Cómo fue ese proceso?

—El primer día tuve pérdida del olfato, quizás un poco de saturación y, más que nada, cansancio.

“Lo que sucede, cuando sos médico, es que crees que te vas a complicar. Así que esperé que pasaran los días y permanecí en una habitación como en (el film) Atrapado sin salida. Sólo me veían por una cámara y, para que no ingresara nadie de enfermería, me tomaba los controles y luego los pasaba”.

—¿Cuál fue tu sentimiento?

—Al principio tenía temor. Eso sí. Porque sabía de la patología y había atendido a pacientes que, después, pasaron a terapia intensiva. Pero esperé los cinco días para saber si me complicaba o no. Cuando pasaron me dije: ‘Zafé’.

“Pero cuando estás internado no es lo mismo que cuando te dan un PCR positivo y te dicen: ‘Quedáte en tu casa; descansá; dormí un rato; un día vas a tenés 37,8º (de temperatura) y nada más.

“Imagino que no debe ser diferente respecto de cuando te hacen una angioplastia coronaria o atravesás el proceso de un tumor de colon. Supongo”.

—Es decir, desde el inicio de la pandemia estuviste en el Privado del Sur…

—Mi base está acá. Sin COVID o con COVID (sonríe).

“Aún contagiado, seguía encima de quienes trabajan en Unidad Coronaria. Hasta que mis compañeros me tuvieron que sacar del grupo de WhatApps para que me recupere tranquilo”.

“No me produce estrés trabajar donde trabajo”

“Soy médico, y me gusta, porque siento que ayudo. No me produce estrés trabajar donde trabajo”, asegura el Dr. Guimaraenz.

“Pero por la pandemia, y no es novedoso lo que digo, el 80 % de los jóvenes tiene cuadros depresivos. Y ni hablar de los adultos mayores y un grupo de alto riesgo que estuvo encerrado entre 9 y 10 meses, algunos con fundamento y otros no. Pero acá la discusión sería muy larga”, aclara.

—¿Cuándo termine la pandemia vamos a estar agradecidos del trabajo que hacen los trabajadores de la salud?

—¿La sociedad?

—Claro.

—No. De la misma manera en que el presidente (por Alberto Fernández) da un discurso por el día del camionero y los alaba, y no hace lo mismo por el día del médico, la gran mayoría de la gente no lo va a considerar.

“Pero eso a mí no me preocupa; yo lo hago porque me interesa la medicina. No dejo de admitir que, acaso, influya en alguien más joven. Eso es lo que pienso; sé que es tremendo, pero real”.

El Dr. Guimaraenz egresó de la Universidad Nacional de La Plata. Es especialista en cardiología y en terapia intensiva y jefe de la Unidad de Emergencia Cardiovascular del Hospital Privado del Sur de Bahía Blanca. Hizo dos residencias: una de terapia intensiva, en el Hospital Regional de Mar del Plata, y otra de cardiología, en el Instituto de Cardiología del Hospital Español de Buenos Aires.

El profesional tiene 55 años, está casado y tiene hijas de 20, 19 y 17 años.

Respecto del futuro, deja algunas inquietudes.

—¿Qué pasará con los pacientes que tienen enfermedades cardiovasculares y, por miedo al coronavirus, no se hicieron los controles adecuados?

—En Capital Federal se hicieron un 70 % menos de anglioplastias coronarias; un 30 % menos de internaciones por arritmia y un 40 % menos de internaciones por insuficiencia cardíaca, tratándose de una enfermedad más compleja que el coronavirus.

—¿Qué puede producir el coronavirus a nivel cardiovascular en pacientes agudos?

—Se irá viendo con el tiempo; hay pocas precisiones.

—¿Qué puede producir el coronavirus a nivel cardiovascular en pacientes crónicos?

—Esto lo sigo especialmente porque es mi caso: aún falta desandar el camino. Se sabe lo que hay que hacer en cuanto a los controles; ahora, lo que va a pasar a futuro es muy difícil de determinar.