Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

El Gobierno, entre aciertos y expectativas políticas

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

   El Gobierno logró enderezar esta semana algunas de las acciones y hasta estrategias fijadas anteriormente que le permitirían al Presidente afianzar la búsqueda de su propia “base de sustentación política”. De esa forma se refieren en el entorno de Alberto Fernández a los pasos que ha dado el mandatario, que pueden ser mensurados desde la simpe mirada de la gestión, pero que encerrarían para sus hombres más cercanos una mirada, una jugada tal vez, de más largo plazo.

   Esta semana el Presidente avanzó en materia de la lucha contra la pandemia de coronavirus. Pese a las citicas que provienen en general desde la posición por algunas desprolijidades, el Gobierno logró enderezar la tarea de traer al país las millones de dosis de vacuna que permitirá vacunar en los próximos cinco o seis meses a cerca del 80 % de la población según cálculos oficiales.

   Más allá de la falta de certezas que se empeña el Gobierno en generarle a quienes piden precisiones respecto de la compra de las vacunas, en especial por las dudas que provocan las marchas y contramarchas con laboratorios con los que ya se había conversado como en el caso de Pfizer, el acuerdo con Rusia que alienta el Gobierno casi como ningún otro se ha puesto en marcha con mayor cantidad de vuelos que suman a la “epopeya” que -según la propaganda oficial- implica enviar aviones de Aerolíneas Argentinas a Moscú y ahora a Beijing para traer un millón y medio de dosis.

   También el Gobierno avanzó en la ratificación de tres o cuatro políticas económicas que se venían anticipando desde despachos de la Casa Rosada o del Ministerio de Economía, que tienen que ver con una conexión directa, y la necesidad otra vez del Estado de buscarle una salida, entre dos factores centrales: el rebrote de la pandemia y el desafío de un año como 2021 que lejos de atenuar los efectos del flagelo probablemente termine por agravarlos. 

   De allí las decisiones que tomó el gabinete económico que el jueves se reunió en la Casa Rosada presidido  Santiago Cafiero, y que se veían venir, como la probable vuelta del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y el Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP) a partir de marzo o abril, con modalidades, como también la renovación de la prohibición de despidos y del pago de la doble indemnización. Además de la renovación de la ayuda a empresas para pagar parte de los salarios de los trabajadores con el Repro II.

   A mitad de semana, el Presidente produjo dos hechos de significancia política externa pero también interna. Por un lado el jueves habló con la directora del FMI, Kristalina Georgieva, en el marco de la renegociación de la deuda de 41.000 millones de dólares que dejó impaga Mauricio Macri y que debería estar listo para abril o mayo. 

   El mandatario, un dato no menor, ratificó que el Gobierno quiere acordar un programa que le permita reducir el déficit fiscal y acomodar las cuentas pero al mismo tiempo poder crecer y garantizar la estabilidad en el mediano y largo plazo.

   El siguiente gesto fue  la reunión con los gobernadores de la región norte del país, realizada el miércoles pasado en la ciudad riojana de Chilecito, en el marco de la puesta en escena de los “gabinetes federales” que ya tuvieron su primer capítulo en Rio Grande  con los gobernadores sureños y que seguirá a lo largo de los próximos meses con los de las zonas Centro y Cuyo.

   Allí, además de la agenda local de cada encuentro, Alberto buscará su propia base de sustentación política que lo coloque por encima de los desafíos internos de variada índole que enfrenta. Pero también para ponerse a consideración del electorado que en las encuestas aparece como no convalidando ningún extremo de la grieta, que es la que hoy claramente encarnarían Cristina Fernández y Macri. 

   Esa base que busca el jefe de Estado, dicen a su lado, está “dentro del Frente de Todos”  pero también en el interior del país, en el elenco de gobernadores e intendentes a los que busca seducir con argumentos a veces non sanctos: por un lado la necesidad de mantener acuerdos políticos sustentables, pero por el otro con la convicción de que los mandatarios, endeudados, haciendo milagros por los efectos de la pandemia, en fin, con bolsillos famélicos, están obligados a mantener buenas relaciones con la Casa Rosada, más que las que el Presidente realmente pueda necesitar de ellos.  Un poco la vieja historia del palo y la zanahoria, no tanto del látigo y la billetera.

   Hay satisfacción entre sus colaboradores por el resultado del viaje a La Rioja, donde se reunió con los diez gobernadores del llamado “Norte Grande”, que integran los mandatarios de las regiones Noroeste (NEA) y Noroeste (NOA)  y que temporalmente encabeza el chaqueño Jorge Capitanich. 

   “Los gobernadores entienden ese mensaje que les transmite Alberto”, dicen en el Gobierno. Se entiende: les transmite aquella necesidad que tiene el Presidente en el arranque de su segundo año de gestión y con tatos desafíos por delante en materia sanitaria, económica, social y política, de ir construyendo su propia base. De paso recuerdan, y de eso habló Fernández con los mandatarios provinciales, que una primera gran escala para esa construcción está a la vuelta de la esquina, en las elecciones legislativas de octubre próximo.

   Sobre el cierre de la semana Alberto puso en su lugar las perspectivas de las relaciones  futuras con Estados Unidos tras la asunción de Joe Biden como nuevo presidente. 

   Sucedió luego de otro tropiezo del canciller Felipe Solá que provocó rechazos en la Casa Rosada, tras “saludar” al nuevo Gobierno con un texto más parecido a una amenaza que a una bienvenida. “Impertinente”, dicen que calificó el presidente la desafortunada intervención de Solá, que además nunca avisó a la Casa Rosada del texto ni su contenido.

    Fernández claramente buscó enmendar el error y  le envió una amistosa carta al flamante mandatario estadounidense, en la que le deseó éxito y le avisó que el Gobierno argentino “está listo y esperanzado en poder cimentar una agenda de trabajo compartida”.