Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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¿La Psicología se va al carajo?

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   Mi querido/a lector/a te confieso que esta columna por el tiempo que demanda su edición, impresión del diario en papel y otros detalles, la escribo con 6 días de anticipación. Sin ser vanidosa te confieso que pocas veces lo que escribo está desactualizado.

   La semana pasada me sucedió lo contrario, nos atraviesa un virus “que tiene coronita”, y estimo que desde la guerra que nos contaron nuestros/as abuelos/as, no vivíamos semejante experiencia. Por primera vez sentí que los Temas Vitales estaban desenfocados, así que pido disculpas por ello.

   ¡Sí! Esto es dinámico y trastocó nuestra vida cotidiana y la de más de un centenar de países; y es por excelencia “sistémico”, porque lo que pasa en “A” indefectiblemente tiene consecuencias para “B”, “C”, “D” y no sabemos todo aún.

   Tiempos en los que tenemos que “lidiar” con un montón de emociones, y me atrevo a asegurar que esto recién empieza. Se evalúan efectos y daños económicos, financieros, sanitarios, pero ¿qué pasa por la cabeza de quienes con gran responsabilidad estamos en casa? ¿qué pasa con la salud mental de quienes no cometimos la imprudencia de convertir este tiempo en vacaciones?

   ¡Cuarentena y aislamiento no son sinónimos, no representan lo mismo!

   Samantha Brooks, Rebecca Webster y Louise Smith explican que cuarentena es la separación y restricción del movimiento de personas que potencialmente han estado expuestas a una enfermedad contagiosa para determinar si en efecto han contraído la enfermedad y reducir así el riesgo de que infecten a otros/as. El aislamiento en cambio es la separación de quien ya está diagnosticado de aquellos/as que aún no lo están.

   Cuarentena nos remite a lepra, en Italia, en el siglo XII; al síndrome respiratorio agudo severo en 2003 en Canadá y China, al brote de ébola en 2014 en África, hoy me remite a mi vecino/a de al lado, a mis amigos/as de España, a…

   El “quedarse en casa” de forma voluntaria genera menos angustia que cuando la consigna es impuesta y hoy más que nunca la información debe ser clara, oportuna y hasta imperativa; es válido lo antipático porque con este tema no se jod….

   Debemos saber que el encierro puede generar depresión, ansiedad, enojo, malhumor, frustración, soledad, y sentimientos de impotencia. Tampoco podemos pasar por alto el impacto en los vínculos, ya que la estigmatización, la evitación y hasta la discriminación ya se empiezan advertir.

   No sabemos lo que falta con certeza, pero alcanza con mirar el continente de la mayoría de nuestros ancestros para “intuir” que la complicación puede ser grave y hasta caótica.

   Miro por la “ventana real” y la ciudad (Buenos Aires) está desierta, alguna que otra persona camina con un andar “cohibido”, miro por “la ventana virtual” y veo el mundo, la cantidad de información, a veces repetida, a veces falsa, abruma. Cifras, “curvas”, estadísticas, mantener distancia, agua, jabón, alcohol, lavandina…

   Dicen que lo peor aún no llegó, que “el quedarse en casa” hoy (martes 17) es el antídoto, te confieso que por primera siento miedo y que la Psicología se fue al carajo.