Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Las veredas, esos espacios siempre descuidados

   El uso de las aceras sigue mostrando cierta anarquía: cada frentista asume que “en su vereda” toma las acciones que le parecen. 

   Las veredas son parte del espacio público. Como un paseo, una plaza, una calle. Son un lugar de todos, que ningún particular puede ocupar sin entender esa calidad y esa propiedad de uso.
   Desde siempre la ocupación que se hace de estos espacios ha mostrado cierta anarquía, donde cada frentista asume que "en su vereda" tiene permitido tomar las acciones que quiera o decida, sin tener en cuenta si está o no afectado al tránsito general.
   Bahía Blanca dispone de normativa que indica qué usos pueden tener estos espacios, aunque desde hace décadas pocos la respetan. Tampoco existen controles que pongan freno a los excesos y sirvan como elemento formador de cuáles deben ser las conductas adecuadas.
   Así, las veredas terminan funcionado como extensión de los comercios, que colocan aquí y allá todo tipo de elementos, desde cartelería, pasando por bancos, mesas, sillas, sombrillas, cajones, macetones, herramientas.
   También se verifica el inadecuado armado de cercos de obras, que tienen autorización para avanzar sobre determinada porción de las veredas, pero que en muchos casos lo hacen de manera inadecuada, ocupando más de lo debido.
   Tampoco puede ignorarse el mal estado de muchísimas veredas, con faltantes de baldosas, roturas, abandono. Cada frentista es responsable de tenerla en condiciones adecuadas y cualquier accidente que sufra un caminante tendrá consecuencias para ellos. Tampoco deben olvidarse las condiciones que exigen los discapacitados, ya que estos no pueden avanzar ante ciertos obstáculos.
   El caso de las veredas de la avenida Alem se ha vuelto emblemático. Porque al tratarse de aceras anchas y aparecer en escena decenas de negocios gastronómicos, la mesas, bancos y sillas ocupan porcentajes elevados de superficie.
   No es un tema simple. Cada negocio tramita la correspondiente autorización y paga los derechos que corresponden. A esto debe sumarse la aceptación que tiene en los bahienses, que han encontrado en esos espacios un sitio de encuentro y recreación.
   Se necesita un estudio nuevo y adecuado de la situación. Un punto de equilibrio, un límite pero también una lógica. El uso de veredas debe estar reglamentado y se debe controlar a partir de una normativa razonable y sustentable.