Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Sin palabras

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   ¿Preguntas? Miles, pero la primera que rondó en mi cabeza estos días fue cómo ordenar tantas ideas para ponerlas en palabras. Puede sucederme que tal vez alguna semana “no encuentre el tema”, pero jamás me sucedió esto de observar conductas y no saber por dónde empezar...

   ¿Qué analizar cuando una vez más el mundo dirigió la mirada a Argentina? ¿En qué detenerse cuando en cuestión de segundos una persona se convierte en tendencia en las redes sociales? ¿Qué decir cuando la noticia llega hasta esos lugares que debemos ir a ubicar en un mapa…? 

   ¿Cómo describir lo que describen personas como Macron, Rafael Nadal, Valdano, Ricky Martin y hasta un Maluma que seguramente nunca lo vio jugar? 

   ¿Cómo cumplir con este espacio en tan solo 3.000 caracteres? Tal vez la gran pregunta es cómo abordar el tema en pleno duelo...

   Hay un gran impacto, traumático, que nos sacudió, porque murió algo nuestro y tal vez hasta de forma inesperada, disruptiva para nuestra cotidianeidad. El primer paso de un duelo es la negación, es el “no puede ser”, y todos, quienes daban la noticia aunque chequeada, y quienes la recibíamos, no lo podíamos creer...

   Es un duelo “raro” e impresionante, porque es un duelo colectivo. Somos parte de un fenómeno que Freud define como identificación histérica, “proceso inconsciente por medio del cual un sujeto se identifica con un objeto sobre la base de un deseo común reprimido”; es decir que en esta ocasión somos millones una vez más hermanados, ya no porque “levantó la copa”, sino porque nos une el dolor.

   Y trato de “ordenarme” para escribir sobre Diego y como ya he dicho “la palabra crea”, porque aquel “cebollita” fue eso, una serie de capas, de facetas que se revelaban y se manifestaban:  persona, personaje, triunfador, mito, D10S para millones, padeciente, también enfermo. 

   ¿En qué enfocarme? ¿Qué conducta analizar? Cómo profundizar cuando los rasgos son intensos y simultáneos y hay un desborde de rebeldía, talento, creatividad, carisma, hasta infantilismo o ingenuidad. 

   ¡Qué difícil “ordenarme” cuando se puede analizar y escribir sobre el perfil empático, crítico, político, conflictivo y hasta autodestructivo! 

   Y es casi imposible ordenar ideas porque es “Diego”, alguien que centró la atención por 40 años, alguien al que no le cabe el lugar de ídolo, pues un falso dios dura poco tiempo en la cima y cuando llega su ocaso se lo olvida; este “pibe de Fiorito” es único, incomparable, inolvidable...

   Es la primera vez que escribir me resulta dificultoso. Estoy triste, tal vez porque estoy convencida de que termina una etapa, ¿una era? 

   Y esto duele, y es extraño porque es colectivo, porque hay vacío, porque es distinto, porque cuando alguien muere, algo queda indefectiblemente atrás; no solo se pierde esa vida sino que nosotros también perdemos...

   Y no pude ordenarme, y me costó escribir esta columna, porque cuando alguien muere las palabras enmudecen, la muerte destino inexorable, no se deja abordar ni alcanzar por las palabras, tal vez por eso hoy nada puedo decir, simplemente gracias Diego por tantas alegrías y descansá en paz.