Un vuelo histórico casi sin referencias
Protagonista de la historia grande de la aeronavegación, Bahía Blanca parece ignorar semejante protagonismo.
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El primero de noviembre de 1929 se inició en el país la historia de la aeronavegación de cabotaje, es decir la prestación del servicio de transporte de cargas y pasajeros mediante el invento más revolucionario de la época: la aviación.
La empresa que dio comienzo a ese servicio era de capitales franceses y en nuestro país tomó el nombre de Aeroposta Argentina.
La decisión distinta fue la de establecer la Línea Patagónica, servicio aéreo en esa enorme porción de tierra postergada, alejada y demasiadas veces ignorada por empresas de otros países que sólo se ocupaban de atender regiones de donde podían obtener beneficios.
El otro componente de este trascendental servicio es que la ciudad cabecera de la línea era Bahía Blanca, para lo cual la empresa adquirió terrenos en Villa Harding Green, donde montó una moderna terminal aérea que, de hecho, operó hasta 1971.
El vuelo inaugural de 1929 lo cumplieron dos naves. Un Laté 25 y un Laté 28, carrocería de aluminio, velocidad crucero 250 km/h, destino final Comodoro Rivadavia, con escalas en Trelew y San Antonio Oeste.
Fue el inicio de la aviación en el país, que con el tiempo daría nacimiento a Aerolíneas Argentinas. Por eso en el acceso a Villa Harding Green, un modesto cartel lo señala como “Cuna de la aviación aerocomercial”.
Nada queda del aeropuerto, ni hangares, ni casillas, ni referencias. Nada da cuenta de semejante hecho. Nada que nombre a Jean Mermoz, Henri Guillaumet, Antoine de Saint Exupéry o Vicente Almonacid, algunos de los primeros pilotos.
No deja de ser una verdadera paradoja ser dueños de semejante historia e ignorarla, no generar turismo, no rendir honores, no generar tradición. Quizá sea parte de una idiosincrasia que el propio Saint Exupéry escribió años más tarde en El Principito: “Solo hay que pedir a cada uno lo que cada uno puede dar”.