Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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Epecuén: “La inundación fue como un tsunami”

La hotelera Mirta Stoessel perdió un alojamiento y un comercio de lácteos cuando las aguas engulleron al pueblo.

Fotos: Archivo La Nueva.

 

Por Mirta Stoessel (*) 

   La pérdida de la Villa Epecuén fue una desgracia que nos tocó a todos por igual, ya fuésemos comerciantes, hoteleros o habitantes. Fue un antes y un después en nuestras vidas, porque no solo se perdieron los bienes materiales sino también el trabajo. Fue como un tsunami.

   Lamentablemente, todos quedamos emparejados a un mismo nivel: los hoteleros perdieron su residenciales, otros perdieron sus comercios y otros sus casas. Pero fundamentalmente se perdió la comunidad en sí: las amistades, la vida que uno tenía en ese lugar que vivía del turismo y que en el invierno era más tranquila. Esto permitía que quienes nos quedábamos formáramos parte de una gran familia. Después, en el verano cada cual estaba abocado a trabajar para y por el turismo

   El momento de la inundación fue como un shock, porque cuando se rompió el terraplén que contenía al agua de la laguna solo se inundaron dos cuadras nada más; pero después nos mandaron el agua del sistema de las Encadenadas y empezó a crecer 1 centímetro de altura por hora. El lago fue incrementando su volumen, se juntaron el agua salada de Epecuén con el agua dulce del resto del sistema y terminó alcanzando los 7 metros: así, inundó toda la población.

 

La tragedia de Epecuén, 35 años después

 

   Cuando el agua bajó por evaporación y se retiró, unos 20 años después, pude entrar nuevamente a mi hotel. En ese instante se juntaron los recuerdos y el dolor de haber perdido todo por lo que uno había luchado toda su vida; fue un momento de mucha tristeza y nostalgia.

   Eso resume el sentimiento que hoy tenemos los exhabitantes de Epecuén respecto de la vida que teníamos allá.

   Ese 10 de noviembre de hace 35 años hubo mucho viento y el terraplén cedió. Pero eso también despertó un sentimiento de mucha solidaridad por parte de la gente de Carhué que fue a ayudar, para sacar los muebles y las cosas de adentro en cada edificación. Se llevaban todo lo que se podía: colchones, heladeras, muebles, todo... Pero como llovía mucho, los caminos no resistieron mucho; también se usaba el tren, hasta que el agua cubrió las vías y no se pudo viajar más.

   Hoy el recuerdo de Epecuén es doloroso y siempre está en nuestro corazón. Cuando veo mi hotel en ruinas, me da fuerza para seguir adelante y seguir apostando por la laguna, por el turismo salud, el termalismo y para que este lugar que sea reconocido a nivel nacional e internacional.

   Esto nos da fuerza para seguir en el mismo camino.

(*) Empresaria hotelera, propietaria de Residencial Lituania y La Baronesa (comercio de lácteos en Epecuén)