Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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¿Por qué los adolescentes bahienses atraviesan un sentimiento de duelo?

Según la psicóloga Marilisa Arriola, la ausencia de clases presenciales ha provocado la pérdida de pertenencia. ¿Algo positivo? Habrá un crecimiento interior.

 

Una imagen icónica en esta cuarentena. / Fotos: Pablo Presti-La Nueva. y Archivo LN.
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Audionota: Malena Ruppel

Guillermo D. Rueda / grueda@lanueva.com

   El impacto emocional de la cuarentena por la pandemia está lejos de poder dimensionarse. Pero, en el caso de los adolescentes, desde la misma concepción semántica, comienza a ser analizado como un fenómeno paradigmático.

   “Los adolescentes están atravesando un sentimiento de duelo. Las pérdidas de hábitos y de rutinas los pusieron en esa encrucijada, porque lo que no pueden hacer es lo que marcaba un sentido de pertenencia”, dijo Marilisa Arriola, licenciada en Psicología (MP 00543).

  “A partir de agosto iniciaron una etapa cargada de angustia porque ya no pudieron proyectar. Se dieron cuenta que no iban a volver a las clases presenciales y ya no ocultan que están agobiados por la virtualidad”, añadió.

   También señaló Arriola que no terminan de aceptar esta nueva normalidad.

Marilisa Arriola, licenciada en Psicología (MP 00543).

   “Extrañan las motivaciones planteadas desde el comienzo de año. La fiesta de la primavera y la de egresados de la secundaria. No pueden ir a los boliches y, claro, tampoco pueden hacer previas”, explicó.

   “Cada vez son más los encuentros que se pierden”, sostuvo.

   Arriola —en diálogo con La Nueva.— aludió a la instancia previa.

   “En marzo, los adolescentes habían asumido una posición heroica de saber que dependía de ellos tener el sentido de conciencia personal y social con los cuidados preventivos, el aislamiento, la distancia y la higiene”, contó.

   “Pero siempre con la perspectiva, para los meses siguientes, de reencontrarse con su grupo de pares. El adolescente es un ser que crea vínculos en forma permanente; se ubica y se reconoce con otro”, dijo.

   “Es la etapa evolutiva en la que conforma la personalidad que, hoy, entiendo se ha truncado”, sostuvo.

—Lic. Arriola, ¿de qué manera afecta a los adolescentes la ausencia de clases presenciales?

—En la escuela se ven contenidos por los profesores y sus miradas y aportes personales, más allá del ambiente que cada uno construye. Pero acá faltan los recreos, las charlas, los comentarios de lo que pasó el día anterior o de la manera en que afrontarán los exámenes.

“Debemos estar atentos para que no se derrumben sus ilusiones y entren en estado de angustia”, dijo Arriola.

   “Todo hace un folklore de rituales y de hábitos del adolescente; es decir, lo que conforma su vida interna, que es un ser mágico, que tiene pensamientos mágicos y que posee un mundo propio con recursos por exhibir en forma permanente.

   “También están las señales que nos dan. Lo hacen todo el tiempo y hay que verlas. Por eso el colegio es muy representativo.

   “¿Por qué? Porque el profesor puede captar esas circunstancias y ayudar a los padres a visualizar algunas sintomatologías. Hoy nos está faltando esa pata, que es la presencia de la institución”.

—A futuro, ¿de qué manera lo resolverán?

—La respuesta es más extensivo, ya que nos está pasando a todos: sólo hay que proyectar lo inmediato.

   “Existe un diagnóstico claro, pero no hay un pronóstico y aflora la incertidumbre. Sabemos que hay un virus que nos está afectando, pero dependemos de una vacuna y aún no hay precisiones. Como vivimos de motivaciones y de metas permanentes, propongo que haya proyectos reales y concretos en la inmediatez”.

—¿Inmediatez?

—A dos o tres días, porque no sabemos qué va a pasar de acá a una semana. O a un mes.

   “¿Qué hacer? Desde hablar con amigos, con los cuales hace mucho que no lo hacemos, hasta ordenar la habitación. Algunas de esas motivaciones sirven para regular la estabilidad emocional de cada uno en general, pero del adolescente en particular.

   “La clave es crear nuevos lazos afectivos desde esta realidad que nos toca vivir”.

—Respecto de hábitos y rutinas, ¿los padres han tenido que correr los límites?

—La cuarentena potencia lo bueno y lo malo. Y el vínculo con los adolescentes, en este 24/7, diario y semanal, hace que no estemos ajenos a ver lo que antes no veíamos, ya que comúnmente miramos sin ver.

   “La cotidianidad, la rutina y la cuestión automática de la convivencia hacía que ellos estuvieran en su habitación y que podían entrar y salir, pero ahora los padres estamos en contacto permanente.

   “En el primer tramo de la cuarentena se produjo una comunicación distinta, incluso desde la solidaridad, por el hecho de compartir cuestiones cotidianas como cocinar o charlar un rato largo.

   “Cuando quiere hablar, al adolescente hay que escucharlo. Y hasta aceptar sus enojos, porque es la manera de pedir ayuda”.

—¿Hoy quieren hablar?

—En forma explícita no hablan, pero implícitamente lo hacen todo el tiempo. El tema es poder escuchar y captar qué quieren de nosotros como adultos, pero también quieren que les preguntemos qué necesitan de nosotros.

   “Es muy rico conocer la opinión del adolescente en este momento. Tiene una visión sanitaria, política y hasta de futuro, así como de la llegada a la adultez.

   “Hay que pensar que, por lo desconocido, el traspaso de niño-hombre y niña-mujer provoca miedo. Y a nosotros, los padres, en esta coyuntura nos tienen que encontrar alegres y optimistas, ya que somos el ejemplo en todo, para lo bueno y para lo malo.

   “Hoy eso no se está dando, pero ellos necesitan tener nuestra seguridad y contención. Depositan todo en los adultos; inclusive, antes lo hacían con figuras de admiración, que podía ser algún profesor de cátedra o algún profe de deportes. Debemos estar atentos a ese vacío y a esa demanda”.

—¿Qué deben hacer los padres? ¿Se puede fingir otro estado de ánimo?

—No. Porque ya no seríamos nosotros. Nuestros hijos nos conocen muy bien. Y debemos hablarles, a corazón abierto, de los miedos.

La Lic. Arriola sostuvo que los adolescentes son muy creativos.

   “Ellos tienen mucha creatividad y debemos escucharlos, porque nos pueden dar una mirada distinta en cuanto a la situación económica, por ejemplo. Debemos tener en cuenta que poseen un registro natural donde nada les parece imposible.

   “Les podemos transmitir ciertas incertidumbres, dolencias o angustias frente a lo económico, pero hay que decirles también que hay un plan B o un plan C frente a un futuro donde ellos también pueden aportar, desde ahorrar respecto de todo lo que requerían antes, hasta participar de la empresa familiar con ideas nuevas y demás.

“El adolescente no habla en forma explícita, pero implícitamente lo hace todo el tiempo. El tema es captar qué quieren de nosotros como adultos”, dijo.

   “¿Lo positivo? Habrá un crecimiento interior, de aceptación final de esta nueva realidad y, a partir de ahí, empezarán a utilizar los recursos, que los tienen, para compensar las faltas de hoy”.

—Al principio de la cuarentena fue novedoso contactarse por Zoom u otras plataformas, ya sea por educación, vínculos familiares o amistades. ¿Por qué hoy están agotados?

—Lo hacíamos pensando que pronto íbamos a tener una normalidad. Al ver que se dilata en el tiempo empezamos a perder fuerzas, ganas, energía y ya no tenemos incentivos.


   “No es lo que necesitamos. Somos seres de contacto y seres sociales que requerimos un abrazo, poder mirarnos a los ojos y asimilar la energía que irradia el cara a cara”.

   “Ese vacío existencial, que sería otro tema, está a la luz del día. Por eso es importante, siempre respetando los protocolos, retomar el contacto físico. Eso es sanador. Lo único que nos cura en este presente es el amor bien entendido y el amor tiene que ver con sentir que hay alguien piensa en nosotros y que con sólo un llamado le podemos alegrar el día”.

“Somos seres resilientes”

   “¿Cómo saldrán los adolescentes de la pandemia? Partamos del hecho que enfrentamos algo sin precedentes en los últimos 100 años. Es otra etapa generacional, pero entiendo que saldrán muy fortalecidos”, dijo Arriola.

   “Somos seres resilientes, que nos sobreadaptamos y nos sobreponemos en forma permanente. Hoy, cada uno ha podido redescubrir su potencial para salir adelante”, agregó.

   “Por ejemplo, se han comprobado dones internos que han salido a la luz. El adolescente, que está muy conectado a la tecnología, aplica creatividad en los juegos, en el deporte, en las artes culinarias y, sobre todo, en revalorizar su vida interior y en comunicarse para darle más valor a lo afectivo”, explicó.