Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Escenario político: se acerca el desafío verano en la región

Comenzaron a definirse los lineamientos para la temporada de vacaciones. La gente ya no cumple las normas en las grandes ciudades, ¿lo hará en las localidades turísticas?

Fotos: Archivo La Nueva.

Maximiliano Allica / mallica@lanueva.com

   Ni siquiera las personas medianamente informadas podrían explicar hoy cuáles son las normas vigentes en el marco del aislamiento preventivo y obligatorio.

   El conjunto de permisos y restricciones se fue desdibujando, no solo en Bahía Blanca, donde es cada vez más flagrante el desapego al decreto, sino en la mayor parte del país. Un ejemplo: días atrás el gobernador de Mendoza declaró que no iba a acatar la fase 1 ordenada por el gobierno nacional.

   Incluso mucha gente que adhiere a los gobiernos del Frente de Todos exhibe actitudes cada vez más laxas. No tiene sentido hacer señalamientos particulares, pero está a la vista que el cumplimiento estricto de las fases ya pasó por la etapa del compromiso inicial, para seguir por las rupturas puntuales de quienes se sentían afectados en sus actividades, hasta llegar al momento actual donde cada uno decide lo que le parece.

   El experto en derecho administrativo Tomás Hutchinson, hace unos 15 años en diálogo con este cronista, resumió la aplicación de las leyes en un país como el nuestro: "En Argentina la ley no es un imperativo sino una sugerencia. Está prohibido cruzar el semáforo en rojo, pero si usted va y lo cruza, lo más probable es que nadie lo sancione".

   Existe una corriente de pensamiento que sostiene que, a mayor cantidad de normas, menor posibilidad de cumplimiento. Tendrá razón o no, pero seguro que la modificación constante de los criterios no ayuda a una mejor observancia de la ley.

   El gran desafío que viene en la gestión de la pandemia, en un país que sigue avanzando en los ránkings internacionales de casos positivos y fallecimientos por millón de habitantes, es organizar la temporada de verano.

   Por lo que se vio en el hemisferio norte, el calor no mata el coronavirus pero disminuye el impacto. Con lo cual es esperable (sobre todo, deseable) que la curva decline en las próximas semanas y durante la temporada de vacaciones.

   No obstante, hay una gran cantidad de pequeños distritos que tuvieron muy pocos casos, como Monte Hermoso o Tornquist, que por sus características pudieron mantenerse relativamente aislados del contacto con los grandes centros urbanos y que a partir de diciembre comenzarán a recibir una cantidad de visitantes que duplicará, triplicará o sextuplicará a su población habitual.

   Y acá surgen las preguntas. ¿Hay chances de que las normas de aislamiento y distanciamiento se respeten en esos lugares habitualmente tomados para el esparcimiento? No existe la respuesta aún, pero la conducta de las últimas semanas en casi todo el país invitan a dudar.

   Según el jefe de Gabinete de la Provincia, Carlos Bianco, en los países del norte las temporadas turísticas tuvieron una concurrencia equivalente al 30% respecto de años anteriores. Por supuesto que no hizo una proyección directa sobre lo que sucederá en el país, pero en principio se vaticina un verano con menor flujo turístico, aunque el suficiente como para transportar el virus a localidades que hasta aquí se mantuvieron al margen de los grandes problemas.

   En algún momento iba a suceder. El quid de la cuestión es si estarán preparados esos destinos para contener brotes con sus sistemas sanitarios. Más aún: si a partir del eventual surgimiento de brotes las autoridades decidirán ir a fases más restrictivas, en plena temporada.

   Tanto el intendente tornquistense Sergio Bordoni como, en especial, el montehermoseño Alejandro Dichiara, se mostraron bastante duros en cuanto al control de ingresos y salidas de sus distritos. Incluso en Monte se llegó a la enormidad de que el jefe comunal y el Concejo Deliberante se tomaron la atribución de decidir quién entra y quién sale del partido, lo cual no está previsto en ninguna ley, pero son cosas que pasan en un país distópico como el que plantea Hutchinson.

   Para viajar entre distritos se requiere de un permiso de circulación que expide la autoridad nacional a través de sus sitios web o aplicaciones. Quien lo obtiene, circula; el que no, no. Punto. Sí pueden los municipios establecer protocolos para contar con mayores cuidados y apuntar a una mejor convivencia, pero nada tienen que decir sobre el movimiento de las personas dentro del territorio nacional.

   Desde el 1 de diciembre, ya lo anunció el gobernador Axel Kicillof, todos los criterios de circulación se van a flexibilizar. El registro en una aplicación de celular no parece un mecanismo de control demasiado exigente. El respeto de los individuos a los criterios sanitarios que imponen el distanciamiento, el uso de tapabocas, de alcohol en gel y la higiene de manos tendrá mayor peso que nunca. Es esperable (sobre todo, deseable) que después de tantos meses hayamos aprendido algo.

   A la sombra de la pandemia, comenzaron a aparecer algunos movimientos políticos que apuntan a 2021. Llamó la atención una declaración del senador provincial oriundo de nuestra ciudad Andrés de Leo (foto), titular de la Coalición Cívica en la provincia de Buenos Aires, quien afirmó en una entrevista con la agencia de noticias NA que Mauricio Macri no es el líder ni principal referente de Juntos por el Cambio.

   La reaparición con cierta asiduidad del expresidente en el escenario público empezó a agitar la pregunta sobre el futuro de una oposición que, contra muchos pronósticos, sigue unida, pero que tiene unos cuantos temas para resolver. El liderazgo no es menor.

   Según una reciente encuesta de la consultora Innovación, Política y Desarrollo, el dirigente con mayor imagen positiva del país es Horacio Rodríguez Larreta, seguido por María Eugenia Vidal y luego por Alberto Fernández. Macri está incluso por debajo de Axel Kicillof, Sergio Massa y la propia Cristina Kirchner.

   Más allá de esos números, discutibles como en cualquier sondeo, un dato evidente es que la mayoría de las encuestadoras, al buscar figuras de JxC para medir, elige a los dirigentes del Pro (sumando con frecuencia a la presidenta de ese partido Patricia Bullrich) y muy rara vez a miembros de la Coalición Cívica y la UCR.

   Sin Elisa Carrió en el primer plano, la CC debe potenciar nuevos nombres para seguir teniendo una participación relevante en esta alianza, ya que hoy sus máximos referentes son ignotos para la mayoría de la gente, así como el radicalismo necesita impulsar dirigentes que le den un mejor posicionamiento interno, para que el partido no se termine convirtiendo en un dador serial de dobladores de boletas.

   El oficialismo bahiense siempre se identificó como vidalista, incluso más que macrista, durante la etapa de los tres gobiernos alineados. Ahora se rumorea que Vidal competiría en las legislativas de 2021 por la Capital, para asegurarse un triunfo que le permita reacomodarse en el tablero, evitando la provincia, donde una derrota similar a la del año pasado la podría poner en jaque.

   Macri ya dijo que no va a jugar el año que viene. Es lógico, a lo máximo que puede aspirar es a una diputación, demasiado poco luego de ocupar la Casa Rosada. Y Rodríguez Larreta continuará gobernando la ciudad de Buenos Aires, aunque tratará de ir colocando a sus alfiles en lugares clave para pensar en la competencia grande de 2023.

   Aún falta para las definiciones, pero hay que empezar a seguir los alineamientos de los principales dirigentes del interior bonaerense dentro de la interna de sus partidos. A esta altura de las cosas, Larreta parece tentador para más de uno en el sudoeste provincial.

   En paralelo, no hay que perder de vista que Héctor Gay es un intendente sin opción de reelección y por lo tanto en Bahía también hay que proyectar la redefinición de los liderazgos.

   Las legislativas van a ser un primer testeo: ¿habrá competencias en las primarias con el radicalismo, como no descartó el titular local de la UCR y funcionario municipal Emiliano Alvarez Porte? Yendo más allá: ¿En qué rol se imagina De Leo cuando termine su mandato de senador en 2023?

   Todo puede sonar lejano, pero la política argentina se mide en tiempos electorales.

   En el Frente de Todos el juego no parece más sencillo. A nivel local las principales referencias son claras: el presidente del Puerto, Federico Susbielles, el diputado bonaerense Gabriel Godoy y el senador provincial Marcelo Feliú. Hasta acá la convivencia es buena y ninguna señal local indica que eso vaya a cambiar en el futuro cercano, pero los movimientos en Bahía muchas veces están condicionados por las decisiones nacionales y provinciales.

   El peronismo, hoy unido en un frente, tiene corrientes que expresan ideas que no se parecen mucho. Sergio Massa, Axel Kicillof, Sergio Berni y Máximo Kirchner son perfiles diferentes y sus aspiraciones no necesariamente serán compatibles.

   Esas diferencias, que quizás no se expongan al cien por ciento en el turno electoral del próximo año, tienen grandes chances de ampliarse a medida que se acerque la hora de pensar en la sucesión presidencial.

   Y aquí llega el punto clave. Al margen del desgaste que puede provocar la pandemia, ¿es Alberto Fernández un presidente que piensa en su reelección? ¿Cristina lo eligió para que se eleve hacia la cima del peronismo o como un presidente de transición? ¿Puede un presidente peronista conservar poder si no muestra hambre de liderar el movimiento? ¿Cuánto depende lo que hace Alberto de la voluntad de Cristina?

   Desde la Plaza Rivadavia es muy difícil saber quién maneja la batuta en el gobierno nacional, pero hay cosas que sí están al alcance de cualquiera. El kirchnerismo, encabezado por la vicepresidenta, es la columna vertebral del Frente de Todos y el principal imán de votos, única fuente de legitimación del poder. El albertismo, a casi un año del cambio de gobierno, no parece una corriente interna con vuelo propio.