Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Psicología para un momento económico

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   Si tenemos en cuenta cómo se reparte la riqueza ya es sabido y hasta con resignación asumimos que la mayor parte está en manos unos de unos pocos, que una mayoría tendremos que indefectiblemente seguir trabajando y hasta estamos agradecidos por eso y otra gran parte lamentablemente pertenece al grupo de pobres e indigentes.

   Si tenemos en cuenta que para a más tardar, mitad de cada mes, se conoce la cifra correspondiente a la inflación, sabemos que una minoría mira el tema de soslayo pues sus acciones directamente cotizan en la bolsa, una gran mayoría compuesta por pobres e indigentes tal vez no entiendan porqué la ración de comida que recibe en el comedor es más pequeña y otra gran mayoría recorremos góndolas, optamos por segundas marcas y chocolate o carne son excepciones.

   Inflación, dólar, economía son como un mantra y cabe preguntarse si impacta en nuestra salud mental o si al cabo de tantas décadas de crisis y resurgimiento no estaremos acostumbrados.

   Crisis, una economía complicada sea consecuencia del gobierno que sea, suba de precios, hacer malabares para llegar a fin de mes y todo esto teniendo una pandemia como telón de fondo indefectiblemente impacta en nuestra salud mental. 

   Si pensamos en el dólar, sin discriminar si es el mayorista o minorista, solidario o Netflix, soja o contado con liqui, blue, bolsa, cripto, o ese que te sobró de un viaje con la cara de Washington y lo guardas como el dólar de la suerte, podemos decir que es simplemente una moneda, una divisa, inclusive no es nuestra menda,  pero el dólar es una especie de construcción social y tiene una representación mental vinculada a muchos insumos y también a muchos proyectos de vida.

   Y nos hacemos muchas preguntas: ¿cómo la economía impacta en mis planes? ¿qué repercusiones puede tener en mis emprendimientos o en mi compra diaria? 

   De acuerdo con tu edad es posible que convivas con una fantasma, es imposible olvidar situaciones que a nivel mental se vinculan con crisis pasadas y este “monstruo o monstruito” dependiendo de cuánto arrasó, afecta nuestros procesos mentales y obviamente nuestro bienestar.

   La economía siempre tiene una efecto a corto y a largo plazo. Cuando el viento no sopla a favor la confianza enciende un alerta, muchos desconfían y la mente ingresa en un túnel, a veces sin salida, donde pensamientos fatalistas desencadenan cuadros de ansiedad.

   A largo plazo, el cuadro de estrés se torna crónico, hay dificultades para conciliar el sueño,  insomnio; en situaciones extremas aparecen fobias.

   La economía no es una ciencia exacta, como tal, la certeza no es la nota distintiva; esa incertidumbre es la causante de angustia, una angustia generalizada que se comparte en redes sociales, en grupos y en la mesa de un café.

   Intentar recuperar la calma evita malestares, contracturas, problemas digestivos, respiratorios, reacciones en la piel y hasta accidentes. No se puede vivir en estado de alerta, si bien es bueno mantenerse informado hay que saber desconectar a tiempo y bajar la tensión, en definitiva esto también pasará.