Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Cuando viajar por el mundo no es una cuestión de turismo

A bordo de su bicicleta, Mónica "Monona" Romero cruzó los Andes, las costas argentinas, uruguayas y luego, saltó a Europa, Medio Oriente y Asia. Impulsora del reciclaje de plásticos de un solo uso en nuestra ciudad, organiza limpiezas en cada lugar del mundo que visita.

Laura Gregorietti

lgregorietti@lanueva.com

 

   Años atrás, y luego de vivir una adolescencia colmada de literatura de viajes y aventuras, Mónica "Monona" Romero decidió que era tiempo de salir a pedalear el mundo.

   "Nací hace 58 años en Villa Rosas, y fui la hija mayor de unos papás muy jóvenes. Me crié frente al parque Arturo Illia, lugar que yo sentía que era como el patio de mi casa. Fuí la compañera inseparable de las aventuras de mi papá, tanto para ir caminando desde mi casa a Galván a campo traviesa, para tirarnos desde el muelle cuando yo ni sabía nadar o ir a cazar y pescar".

   "Monona" se considera admiradora impertérrita de cuanto viajero hippie o soldado de Operativo Unitas se cruzaba por sus vidas.

   "Mi papá los rescataba de las calles y los traía a cenar u a hospedarse en mi humilde hogar. Yo los escuchaba maravillada y así comenzó a picarme el bichito pluricultural. En mi adolescencia mientras todas mis amigas leían novelas de amor, yo leía a Julio Verne, Emilio Salgari y Marco Polo, y ya soñaba con viajar por el mundo", declaró.

   Repitiendo la historia de sus padres, se casó también muy joven y a los 24 años, ya tenía 3 hijos, con lo cual, su sueño de viajar quedó muy postergado hasta hace unos 6 años.

   "Al querer adquirir un buen estado de salud para escalar, compré una bicicleta de montaña y qué sorpresa la mía, que en mi primer salida pedaleé 36 km con absoluta facilidad y en 3 horas. Hice mis cálculos y me dije, si en un día puedo pedalear 60 km, en 10 días puedo hacer 600, y en un mes 1800 y en tantos días…. Guau"!

   Con el tiempo, entre los años 2013-2018, comenzó a formar grupos para salir a pedalear por pueblos cercanos primero, luego los Andes y las costas uruguayas.

   "Hasta que me dieron ganas de cruzar el gran charco y me animé a viajar sola al Camino de Santiago de Compostela, donde alquilé una bicicleta que al finalizar la travesía de 1000 km no pude devolver pues ya la consideraba mía y tuve que regresar a buscarla a Europa al finalizar la temporada del Camino, para lo cual me organicé otro itinerario, Budapest, Hungría, Austria, Eslovaquia, Eslovenia, Croacia e Italia, 6 países 6 capitales, 2800 km".

   Pero, para el año siguiente, "Monona" tenía claro que ya había conocido bastante de Europa.

   "No quería seguir viendo el paisaje perfecto, ni castillos maravillosos. Necesitaba algo más desafiante y deseaba conocer otras culturas. Para ese entonces ya estaba recibiendo en mi casa miembros de una comunidad de cicloviajeros de todo el mundo que me maravillaban con sus relatos, tanto como Gerard, el francés de mi infancia. Mucho mencionaron que Irán era el país más hospitalario del mundo, con muy bajo índice de delincuencia y que por cuestiones religiosas, los musulmanes reciben a los peregrinos en sus casas y los atienden como reyes, pues quieren también conocernos. Así fue que me decidí por Medio Oriente".

   El mundo musulmán la esperaba y según cuenta, fue "un viaje increíble" de 90 días.

   "En ese momento pude apreciar mi propia cultura occidental desde lejos y tomar una postura neutral para al observar el mundo. Además tuve la posibilidad de hacerme “BISIBLE” (NdR: juego de palabras entre la palabra bicicleta y visible) para otras mujeres adultas y adolescentes, impartiendo charlas sobre mi viaje en bicicleta en institutos de inglés, donde solapadamente les hablaba de empoderamiento femenino, a mujeres que apenas pueden abandonar sus casas para hacer las compras sin la presencia de un hombre".

   Cansada de ver plásticos en todos lados, bordes rutas, caminos de tierra, costas de los arroyos, ríos y mares "Monona" organiza limpiezas de los bosques que visita, convocando a la gente del lugar.

   "Aparte de ocuparme de limpiar los lugares donde acampo, como una forma de devolverle a la Tierra todo lo que nos da, organizo la limpieza de los bosques, playas y paisajes por los que transito con gente que fui conociendo por la vida, como en Irán y Nepal, donde limpiamos el lago de Pokhara. Cuando volví del viaje decidí que algo tenía que hacer y ahí surgió el proyecto Botellas de Amor, para recolectar los plásticos de un solo uso, a cuya convocatoria solo respondieron mujeres".

   Con el paso del tiempo, cuenta que pudo reconocer cuánto más se agudizó su mirada cuando dos años, después realizó el viaje más desafiante de todos, sola, pedaleando desde Bikaner, una ciudad en el norte de India, fronteriza con Paquistán, hasta Katmandú: 3,800 km, 128 días.

   "Fueron 128 días en los que solo necesité pagar 2 noches de hotel, y el resto, alojada en templos hinduistas, casas de familia, ashrams (escuelas de yoga), voluntariados (Hijos de la Luz, en Varanasi), Comunidades Arco Iris en Pokhara (algo así como hippies siglo XXI) y Monasterios Budistas (Katmandú). Y así fue como conocí el mundo Hinduista y Budista. Esta ultima que no es una religión, es el upgrade de todas las religiones juntas y es lo que practico de manera autónoma y autodidacta, como todo lo que hago en la vida. A partir de este encuentro con el yoga y la meditación, descubrí que soy una parte indivisible del planeta y el cosmos, tan importante como cualquier otro ser, animal o vegetal, y así es como aprendí a vivir en unidad y a entender que La Pacha es nuestra diosa y nuestra casa y vivo comprometida con el medioambiente". 

   Muy a menudo la gente le pregunta cómo hace para viajar tanto.

   "Es que se nos ha implantado la idea de que viajar es solo privilegio de ricos, pero no es así. Por supuesto que se necesita tener un buen equipamiento técnico, y comprarse un pasaje de avión, pero luego viajar como peregrino es muy económico, sobre todo considerando que todos los traslados se hacen con tracción a sangre. También me preguntan cómo siendo esposa, madre y abuela me permito estas aventuras y yo les respondo que estoy en la mejor edad, cuando mis hijos son grandes y todavía el cuerpo responde perfectamente a estas exigencias".

   "Monona" admite que tiene una familia muy especial: su esposo es militar y también ha pasado mucho tiempo viajando y haciendo campañas antárticas, "que es lo que ama hacer".  

   "En mi caso, dejé mi trabajo formal para poder viajar, el cual consistía en diseño de interiores y organización de eventos y lo reemplacé por algo más informal, que puedo tomar, dejar y retomar cada vez que quiera. La premisa fundamental es ser despojado, desapegado, minimalista. Considerando que todo los que nos hace felices cabe en 4 o 5 alforjas, no acumular bienes materiales, ni que generen gastos fijos, optar por una vida austera, no consumir nada superfluo y ahorrar cada pesito que uno puede generar para viajar".

   La segunda premisa, según cuenta, es enfrentar todos los miedos y deshacerse de los preconceptos.

   "Hay que animarse a hacer un viaje de autoconocimiento e introspección. Esto se logra únicamente viajando solo, así uno puede desprogramarse y quedar en neutro para poder ser simplemente uno mismo. Viajando solo uno nunca está solo, porque viaja totalmente receptivo a todo lo que aparece en el camino. Nuevos amigos, nuevos maestros, nuevas lecciones. Viajar a conocer y convivir con otras culturas nos da la oportunidad de mirarnos en el espejo de otros, tan distintos y tan iguales a nosotros. Quisiera con este relato motivar a muchas otras mujeres a viajar solas y así poder dejar en claro que el mundo también es nuestro y que deje de sorprender, ya que debería ser algo natural", cerró.

   Más fotos en el Instagram: @mononabiketraveler