Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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A no equivocarse, Villa Mitre sigue en pleno ascenso

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Foto: Emmanuel Briane-La Nueva.

Por Walter Gullaci / wgullaci@lanueva.com

   De las primeras consignas que uno supo cultivar en esto del periodismo es tratar de omitir escribir en primera persona. Pues por esta vez dejémosla en un cajón.

   Salía anoche de El Fortín, aún perplejo por la sinrazón de un resultado, y tras pasar un cordón policial me quedé con una imagen que representa la mayor fidelidad que uno haya visto en una cancha de fútbol. O mejor dicho afuera. Metidos dentro de un Renault 12 ajado por el paso del tiempo, el padre y su hija, ambos enfundados con sus camisetas de Villa Mitre, escuchaban el comentario radial del hecho consumado. La Villa había perdido por penales.

   El hombre, joven, tenía su rostro apoyado en el volante, como vencido, y su hija adolescente, bañada en lágrimas y desplomada en el asiento, apoyaba su mano izquierda en el hombro de su progenitor.

   Los dos estuvieron ahí, con la mirada seguramente puesta en toda esa fila de uniformados. Y en ese muro de cemento tapándole el gol madrugador de Tunessi, las mil y una oportunidades perdidas, el penal postrero para Madryn y otra definición desde los doce pasos, claro que en esta ocasión sin manchas ni impunidades a la vista.

   Fueron a acompañar a su equipo. Sin verlo. Pero escuchando los latidos de El Fortín.

   Una imagen rotunda. Dolorosa. La más futbolera que uno recuerde en mucho tiempo.

***

   Villa Mitre, populosa barriada, pasional, con un club enorme e ínfulas de ciudad, es todo eso, pero también no más que eso. Por ello duele tanto esta especie de “derrota de 22 partidos sin perder”.
Apenas el veterano Michelena sentenció la serie, posé la mirada en Carlos Mungo. Sentí que a ese hombre le habían arrebatado un sueño que estaba ahí nomás, a un paso de convertirse en realidad. Me conmovió su imagen abatida, de mirada perdida sin respuestas.

   Pensé en el Lorito González, en Fabián Dauwalder, en Tavoliere… En esos pibes que llevan al club en la sangre, por lo que el dolor se potencia aún más.

   Pero también en el Pelado Ramírez, de nuevo figura -que falló desde los doce pasos- y en Manchafico, de gran torneo -cuya mano sobre la hora posibilitó el empate-, quienes de alguna manera soportan más que otros la cruz de la eliminación.

   Y ya de vuelta a casa, pensé en los dirigentes.

   ¿Qué pasará por la cabeza del presidente Juan La Rocca?

   ¿Qué más pudo hacer para que Villa Mitre ascienda?

   ¿Cómo luchar contra esos arrebatos de impunidad como el que se hizo presente en Córdoba? Si a esta altura tiene bien en claro que ni el mejor refuerzo puede o podrá contra ciertos manejos que suelen tejerse entre gallos y medianoche.

   ***

   Ahora Villa Mitre debe lamer sus heridas, suturarlas, y ubicarse en el plano existencial que lo ubica como uno de los clubes de mayor proyección en toda esta vasta región de la provincia de Buenos Aires y el sur del país.

   Sabiendo, claramente, que hoy por hoy no es Bahía. Lo que no debe tomarse a mal, ni dentro ni fuera del barrio.

   Pero que con este impulso institucional, de ladrillos, predios, objetivos  educativos, goles y triples, ya está a la altura de muchos clubes con más chapa y si se quiere historia. Ajenos a nuestra ciudad incluso.

   Por eso, quizás, uno lamenta más que nunca que el tiro esta vez no haya salido para el lado de la justicia.

   Por eso, por aquella estafa ante Güemes, por este campañón y por el anterior que no le valió de nada, por este grupo de hombres, y por mi Viejo y mi hermano, sí, estuve a punto de largarme a llorar en esa fría platea de periodistas.