Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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“Chachana” Genco conquistó el corazón de todo Villa Mitre

Trabajó con José Larralde en la estancia “Lucero del Alba” de Huanguelén, donde nació. Vivió en Tigre y emigró a Bahía cuando cumplió los 18. Formó una familia y hoy disfruta de sus 3 hijos, y una nietita, en su casa de calle Chacabuco.

Carlos Gerardo "Chachana" Genco le puso garra y corazón al club de sus amores. Fotos: Emmanuel Briane-La Nueva.

 

Por Javier Oscar Schwab / jschwab@lanueva.com

(Nota publicada en la edición impresa)

 

   El fútbol le tiró de grande, después de afincarse en Bahía Blanca y de trabajar como sodero para una empresa conocida. Villa Mitre apareció en el radar porque escuchaba historias increíbles que le llegaban al corazón. Así se acercó a mirar partidos, a disfrutar de los entrenamientos, a colaborar con los técnicos y a trabajar desde el anonimato.

   El hombre es Carlos Gerardo Genco, quien a partir de 1980 se enamoró del estadio de Maipú y Necochea e iba todos los días para darle una mano al “Pelo” (Carlos) Decaso, el canchero del club, su gran amigo.

   El barrio lo conoció, y lo conoce, como “Chachana”. Los hinchas tricolores le regalaron una plaqueta por su trayectoria en 2010; y él siempre se mantuvo fiel a su estilo: primero el club y después los jugadores.

   “Me quedó de un asado porque conté una anécdota de un verdulero (“Cacho” Suárez), primo hermano de Los Visconti. Tenía un carro en Brown y 25 de Mayo y siempre gritaba: “Sandía, sandía para los pobres peronachos…; melones, melones para los gorilas radicales.” Y seguía: “Esoooo, bien chachana, bien chachana”.

   “En plena joda yo repetía: 'chachana, chachana, chachanita'. Y quedó el apodo”.

   La vida de Carlos, que hoy tiene 71 años, tuvo momentos difíciles. Nacido en Huanguelén, a los 6 años se mudó a Buenos Aires con su mamá y hermanos.

   “Mis viejos se separaron. Vivimos unos meses en Glew, con mi abuela Juana (Vergara), y de ahí a Tigre, donde pasé mis mejores años. Hasta que murió mi vieja (Venancia Aresti) cuando yo tenía 12 años”, recuerda Carlos.

   La vuelta al pago, no sin antes conocer los placeres del fútbol y de repetir dos veces el primero inferior en la Escuela N° 6, donde no había intercolegial.

   “Se hizo un campeonato en la cancha de Tigre y jugué de contrabando porque no completaban. Anduve bien al arco, a tal punto que un tal Castro habló con mi padrastro para que me dejara jugar. Y debuté en inferiores ante Los Andes y luego Ferro, pero al poco tiempo no fui más.

   “Me gustaba el baby en el barrio. Era un ‘negro’ fanfarrón, si la pelota se iba afuera igual volaba, ja, ja, ja”, contó.

   -¿Volviste a Huanguelén?

   -Con mi viejo (Antonio José) a los 15 años. Trabajé en la cosecha. Agarraba las bolsas de las orejas, las arrastraba; hasta que me enseñaron a hombrearlas. 

   “Mi viejo era estibador, trabajábamos para la firma Álvarez Hermanos. Al capataz le decían el ‘Chato’ Paz, un viejo amigable: 'Qué bueno es éste; es mejor que el padre y el hermano', me decía.

   “Después trabajé en la estancia 'Huanguelén Viejo' con la raza ovina corriedale, preparando animales para exportación. Y en 'Los Choles', ayudando a un cabañero”.

   -¿Es cierto que trabajaste con José Larralde?

   -Sí. En la estancia “Lucero del Alba”, propiedad de la familia Cavanagh. Era parquero, ayudaba a ordeñar y le llevaba la comida a los peones en un sulky, entre ellos a Don José. 

   “Larralde era conocido en el pueblo y en la zona, pero luego se fue a Buenos Aires y empezó a trascender. José era tractorista, trabajaba duro y vivía en una casilla, con el resto de la peonada”.

   -¿Ibas a verlo ?

   -Es mi ídolo. De grande lo seguía siempre, venía al Teatro Don Bosco. Me acercaba a saludarlo y si bien él decía que se acordaba creo que lo hacía de puro caballero. Una vez llegó a Huanguelén con Jorge Cafrune, porque los unía una amistad con los trucos Saad, e hicieron un recital por separado. Se hizo un asado en el club Atlético, cocinó mi viejo y me llevó a mí. No me olvido más, eran 3 corderos.

   “Cafrune agarró un par de cajones de cerveza y los usó de silla y mesa. Apoyó el vaso de vino y la galleta; y cuando mi viejo sugirió cortarle dijo: 'A mí no me corten, yo lo hago'. Sacó un facón de oro y plata y le cortó la paleta limpita. Agarró la pata con una mano. Daba asco verlo porque le chorreaba la grasa por la barba. Bien paisano”.

   -Larralde le hizo una canción a “Beto” Molina.

   -Un tipazo “Beto”. Nos crió a todos en su falda, era vecino y vivía en un ranchito de adobe. Le gustaba el chupi pero no molestaba a nadie. Mis hermanas le preparaban la botellita de vino y él iba y secaba los platos.

   “Con Omar (Contreras), un amigo, tiramos el rancho abajo y le construimos una pieza de tres por tres, y una cocina”.

   -Si te menciono: “Golondrina o pobre peón viene a ser la misma cosa…”

   -(Risas). Soy golondrina, por eso a los 18 me tomé el buque. Mi madrastra no me quería y en Bahía estaba mi hermano (Adolfo Rolando) y mis tíos (Ramón Genco y Adolfo Silvano). Trabajé en la construcción de la ruta 35 entre San Germán y Villa Iris, pero un día me paralizó una yarará y largué todo. 

   “Después hice la colimba en Covunco, fui la última baja. Y de regreso a Bahía trabajé de sodero para la familia Barsottelli", contó. 

   -Y apareció Villa Mitre.

   -Empecé a ir a la cancha, me gustaba cuando hablaban del equipo. Y después a los entrenamientos hasta que un día le pedí permiso a “Titi” Santanafessa para estar adentro. La pelota se iba afuera y yo la buscaba. Entonces ‘Titi’ me dice: “Vos vas a ser mi ayudante de campo”. Lo acompañé en las menores donde conocí a Pablo Gilardi, Martín Carrillo, "Pelusa" Martínez y Alejandro Hidalgo, entre otros.

   "Los domingos iba temprano para ayudarle al técnico de la reserva. Aprendí de utilero con el 'Negro' Hidalgo, el 'Chino' Márquez y Lisandro 'Pipi' Echeverría, un grande de verdad.

   “Y me gustaba colaborar con el “Pelo” (Carlos Decaso), el canchero, que falleció hace casi 5 años. Nos hicimos muy amigos. Marcábamos la cancha, cortábamos el pasto y la regábamos. Un día cae ‘Tato’ Zapata, otro fenómeno, y le dice a los dirigentes: ‘Es mucho trabajo para Pelo, habría que poner a alguien que lo ayude’. Y recomendó mi nombre. Me llamaron, cobraba 10 pesos por día, pero si lo tenía que hacer gratis igual lo hacía, porque muchas veces fue así”.

 
Un poco de césped de la cancha donde trabajó con su gran amigo, el "Pelo" Decaso.

   -¿Tenés anécdotas con el “Pelo”?

   -Estábamos cortando el pasto en surcos, hicimos 347 bultos y habíamos enganchado el carrito en el tractor para limpiar la cancha. “Pelo” manejaba y yo tiraba el pasto a mano arriba del carro. Cuando estábamos terminando aparece un técnico que quería el césped más cortito. ¿Sabés cómo lo sacamos? Era un laburo de locos. 

   “Sentí mucho la pérdida de mi amigo. Una vez sacamos el motor de una cisterna a mano, con una soga. (Oscar) Morán no pudo conseguir una rondana. Nos reventamos haciendo fuerza. Todavía no sé cómo lo sacamos, jajaja.

   “En los últimos años no me daba más el cuerpo. Había dos pibes para cambiar el regador, porque mis piernas sufrían. Parecía un pato caminando por la cancha (risas)”.

   -Y tuviste que recurrir a las muletas.

   -El trabajo pesado me pasó factura. Artrosis, dolores musculares y, según mi médico, nervios que me hacen temblar el cuerpo. La medicación que tomo me calma bastante.

   -¿Los mejores recuerdos en el club?

   -Viajes y vestuarios. Haber visto muchos partidos de local adentro de la cancha. Colocar la manga, sostener la tapa del túnel cuando entraban y salían los rivales. 

   -¿Qué te pasó con “Lalo” Maradona?

   -Uff… Expulsan al “10” de Alvarado, que se va provocando a los hinchas de Villa Mitre. Cerca del túnel lo apuré para que saliera rápido y me manda un insulto. Como soy un burro, no aprendí a contar hasta diez, le metí una piña. En eso llega un asistente de ellos, agarra al jugador y lo mete a la cancha: “Le pegó este gordo", gritó.

   “Se vinieron todos los suplentes. Me puse en guardia y les dije: ‘Dale, encaren...'. Entre ellos estaba “Lalo”, el director técnico, que grita: ‘Callate gordo’. Y reaccioné: ‘Estoy gordo porque como, pero vos estás gordo porque copiás a tu hermano (por Diego). Pero no me extraña si ya tu viejo era así’”. 

      “Todavía me arrepiento. Mi hijo (Adrián) me quería matar. Diego es su ídolo”.

   -¿Por qué esas reacciones?

   -Me crié solo y me defendí solo. No tenía miedo, aunque tampoco buscaba peleas. O contaba hasta tres o se me daba vuelta la chaveta.

   “En una ocasión me agarré con uno de la hinchada de Villa Mitre que nos venía a visitar a los entrenamientos. No se daban los resultados, nos apretaban. Salí con las muletas y los jugadores. Tenía tanta calentura que los iba a pelear, pero se fueron".

   -Los jugadores te aprecian.

   -En los asados de los jugadores siempre estábamos “Pipi” y yo. También nos hacían bromas, jajaja.

   “Soy de tomar bastante mate, pero en un viaje a Puerto Madryn le digo a 'Beto' Córdoba: 'Hoy voy a desayunar con café'. Para qué, se adelantó, les avisó a los jugadores. Bajé al hall, pregunté si podían alcanzarme la taza y nadie se movió. ‘Pipi’ se reía, me levanté, le puse un chorrito y salí caminando: tiki, tiki, tiki, tiki todo el trayecto. No pude cargar mucho porque temblaba, pero me di el gusto. Cómo se reían.

   “Eran jodidos. Llenaban mi copa con gaseosa, la acercaba a mi boca y hacía un desastre. Eran màs nervios que tembleque, jajaja”.

   -¿En Chascomús te hizo una broma Fermín Ponte?

   -Viajé de utilero. Echeverría preparó bolsitas con las indicaciones para entrenamientos y partido. No había cómo equivocarse. Armé todo en el hall y entra la dupla técnica Zwenger-Hidalgo; atrás lo hace Fermín Ponte a las patadas, renegando. Desparramó todas las bolsas.

   “¿Y ahora? Me quería morir. Los técnicos no reaccionaban, me recalenté. ‘Que cada uno se busque su bolsa’. Lo corrí a Fermín, le metí un montón de manos. Me hicieron calentar.

   -¿Te pasó muchas veces?

   -"Soy medio arrebatado. Un día miraba un programa en la tele y Alejandro Apo dijo algo que no me gustó. Llegué al club caliente, me agarra Echeverría: ‘¿Qué te pasa?'. Naaa, me puse a ver a ese Alejandro Pop… Erré al apellido. A la media hora cayeron los jugadores, me volvieron loco. Decían: 'No se vayan porque ahora viene el periodista Alejandro Pop'.

   -¿Es cierto que noqueaste a Iván (Agudiak)?

   -Así dicen, pero yo no me di cuenta. Éramos de tirar guantes con Diego Escudero, Iván, el ‘Turco’ Apud...  Me daban unas palizas bárbaras. Se ve que una vez reaccioné y se la puse a Iván. Quedó nocaut, aunque no me puedo acordar (risas).

   -Muchos técnicos de Primera pasaron a entrenar por Villa Mitre cuando venían a jugar con Olimpo. 

   -Personas increíbles, humildes. Gareca (Talleres), se sentó a tomar mate y a charlar. Gamboa (Colón) me regaló un buzo porque le dijo Sergio Benet que había un “gordo” que los iba a atender muy bien.

 
Entre los tesoros más preciados, las camisetas de Tigre y Villa Mitre.

   -¿Y Tigre?

   -Una vez con Diego Cagna y otra con Pedro Troglio, dos fenómenos. El primero entrenó en el complejo de Bella Vista, lo seguí en bici. Arrancamos juntos en el centro y llegué antes que el colectivo al complejo de calle Fortaleza Protectora.

   “El ‘Pato’ Galmarini me saludó y Blengio me decía: '¿Cómo hiciste para llegar antes?' Pedaleando, en bajada. ‘Hay que ser fanático’, me respondió.

   “Y Matías Almeyda, que pasó con River en un viaje a Madryn. Me firmó un gorro para mi señora: 'Para Virginia, con cariño y respeto, Matías Almeyda'”.

   -¿Con los hinchas de Olimpo tuviste peleas?

   -Varias. Una en el arco de calle Chile. Estábamos en la tribuna de madera. Nos provocábamos de un bando a otro, pero se me da por ir a pegarle una patada a la puerta que dividía a las dos tribunas y resulta que estaba abierta. Quedé solo, le gritaba al resto que vinieran y no venía nadie. Me puse en guardia, tiré unas manos y apreció el “Lalo” Andreocci y me sacó. Se ponía fea (risas).

   -¿Tu ídolo futbolístico?

   -Julio Román. Era igual a Mascherano, hasta con los rulos. Mucha jerarquía.

 
Carlos y el recuerdo de su esposa Virginia. Atrás su hijo Adrián y sus yernos Pablo Berenz y Juan C. Gutiérrez. Al lado, Carla y Verónica, sus hijas.

   -¿Lo seguías a tu hijo?

   -Me pone feliz porque Adrián (profe de educación física) jugó al fútbol y estudió. Mi señora (Virginia Mabel Tshering) lo acompañaba, lo vestía, lo seguíamos en menores. Y orgulloso de mis hijas Verónica Mabel (repostera) y Carla Sabrina (maestra jardinera).

 
El abuelo feliz junto a su nietita Josefina.

   “Tengo una nieta fallecida (Rocío) a la que le rezo todas las noches, y a Josefina (2 años), a quien hice socia de Villa Mitre cuando nació. Y tengo una gran nuera (Mariela Baier)", concluyó.