Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Burkert-Robinson, la gran elección de Pacífico y un embarazo que cambió el destino

El 13 de julio de 1984 el verde debutó ante Ferro. La odisea de los dos extranjeros para llegar, el furor que generó el equipo y la lamentable despedida de Randy.

Richotti, en medio de Burkert y Robinson. Fotos: archivo-La Nueva. Video: basquet de siempre.

 

Por Fernando Rodríguez / Twitter: @rodriguezefe

 

   Los días pasaban, la ansiedad aumentaba y el teléfono donde se esperaban escuchar buenas noticias no sonaba. Hasta que, en una de esas largas noches de guardia, ya entrada la madrugada sorprendió el riiiinggg... No alcanzó a sonar dos veces: “Bueno, ya tengo uno, se llama Randall Burkert; es blanco, tiene 23 años, mide 1m96, zurdo, gran defensor y bueno penetrando”.

A las 23.50 arribaron a la ciudad Randy y Neal. Burkert sonríe. Robinson no puede ocultar su cansancio.

 

   Poco después, un segundo llamado, cambiaba definitivamente el ánimo: “Neal Robinson, confirmado. Negro, de 25 años, 2 metros, juega de alero puede desempeñarse de centro. La mete de media distancia y es rebotero”.

   De este lado, en la secretaría de Castelli y Charlone, estaba el fuerte trío dirigencial compuesto por Mauricio Di Búo, Jorge Di Toto y Ricardo Montecchiari, mientras que desde Filadelfia, el bahiense Jorge Severini había cumplido en conseguir la pareja de extranjeros para afrontar la Liga de transición. 

Montecchiari, Di Búo y Di Toto, tres referentes dirigenciales.

 

   Considerando el tiempo para el cierre del libro de pases y los billetes contados para elegir jugadores, el pedido fue claro y conciso: “Necesitamos algo bueno y barato”.

   Pacífico clasificó al Argentino de Clubes, tras eliminar nada menos que a Olimpo y su columna vertebral la conformaban Marcelo Richotti, Carlos De Battista, Ottón Jaskowsky, Héctor Ceballos y Juan Carlos Belleggia. Era poco para tanto desafío.

   La realidad económica, en principio, respondía a la posibilidad de sumar un extranjero. La audacia dirigencial los llevó a invertir en dos, asumiendo riesgos, claro.

   Faltaban menos de 10 días para el debut. Y acá, se aferraban al buen ojo que hubiera tenido Severini a la hora de la elección de estos dos muchachos, a quienes los trasladó de Filadelfia a Nueva York para que embarcaran rumbo a la Argentina, algo que, sorpresivamente, no sucedió como estaba previsto.

Jorge Severini fue quien eligió a los extranjeros.

 

   “Ustedes no cumplieron con todos los requisitos del contrato, porque no figuran los pasajes de regreso. Hasta acá pude solucionar inconvenientes, pero esto ya escapa a mí. Ya se vuelven a Filadelfia”, dijo un cortante Severini.

   Acá no se trataba de ingresar en una página de internet a reservar vuelos. Y en un rápido operativo “comando”, revolucionando agencias de viajes, enviando télex y tratando de recuperar la credibilidad en medio de una crisis de nervios generalizada, se completó el asterisco del contrato y, finalmente, los jugadores aceptaron la propuesta de venir a Bahía Blanca.

   El vuelo tenía hora de arribo a las 11.30 y a las 19 cerraba el registro.

   Montecchiari subió al auto y viajó inmediatamente a recibirlos.

 

   A primera hora de la tarde, ninguna de las partes había dado señales de vida. Hasta que sonó el teléfono: “Hace un par de horas encontré a estos dos muchachos caminando acá por Ezeiza y están entre desorientados y asustados. No hablan castellano y me dicen que alguien tenía que venir a buscarlos”, explica una persona, no se sabe quién es.

   Le pidieron al hombre que les ruegue que esperen. Algo pasó. Ya van a ir.

   A la preocupación se sumaba la incertidumbre por la no llegada de Montecchiari al aeropuerto.

   Moviendo algunos contactos en Buenos Aires, desde acá lograron que Carlos Ferello fuera a recibirlos. Aunque... ¡Se le rompió el auto! No faltaba nada...

   En medio del desconcierto, apareció Montecchiari, el hombre más buscado. ¿Cómo? Todo mojado. ¡Sí, mojado! Es que hizo gran parte del viaje con el parabrisas roto, a raíz de un temporal.

   Finalmente, Burkert y Robinson, después de registrarse en la Confederación, hasta donde los llevaron en taxi, tomaron el avión en Aeroparque.

Randy y Neal, una pareja de extranjeros prolija y respetuosa. 

 

   Conocida la noticia, la gente de Pacífico empezó a movilizarse hacia Espora. Era toda una novedad.

   Allí estaban, reunidos, en la sala de arribos, ilusionados con el aterrizaje del Boening 737 que ya había despegado.

   Y en una situación que añadió otro capítulo de tensión y suspenso, por los parlantes se anunció: “Este aeropuerto quedó cerrado. El avión regresa al Aeroparque Jorge Newbery”.

   Inmediatamente se escuchó el murmullo, las preguntas y la incertidumbre por lo que harían, de regreso a Buenos Aires, los dos jugadores que estaban viviendo un viaje interminable.

   Lo cierto es que, desaparecidas las nubes, el aeropuerto volvió a operar y, a las 23.50 del 5 de julio, tocaron suelo bahiense.

   El plantel estaba, el técnico, no. La posibilidad de cerrar con Oscar Sánchez ese mismo día se fortaleció. Y al siguiente, se concretó.

   Así, exactamente una semana antes del debut, Huevo reemplazó a Alejandro “Paquito” Alvarez, quien, a pesar de renunciar, en un gesto destacable le puso a disposición toda la estadística de sus dirigidos durante el último año y medio.

Huevo, supervisando los movimientos del plantel.

 

   “Era un pendejo, tenía toda la fuerza, me llevaba todo por delante, peleaba, discutía... Me ofrecieron un equipo de Liga y le di para adelante... Era furor, club de barrio, pura pasión”, recordó Huevo.

   Entre tanta movida, Pacífico estaba colocando el piso parquet, por lo que la primera práctica la hicieron en cancha de 9 de Julio.

El parquet se hacía realidad en Castelli y Charlone.

 

   “Le dije a mi asistente, Roque De Pascuale, que vaya al vestuario a ver si estaban los dedos de Robinson, porque no podía agarrar la pelota”, contó el DT.

   La primera impresión, obviamente, no fue la mejor.

   Dos días después, el 9 de julio, el verde inauguró su parquet recibiendo a Villa Mitre, que estaba sin Martín Ipucha ni el misionero Mario Magri. Ahí la imagen ya cambió.

Primera presentación. Mano en mano Richotti-Burkert. Atrás, Navallo.

 

   La victoria fue clara:

   Pacífico (110): M. Richotti (18), R. Burkert (23), J.C. Belleggia, N. Robinson (39), O. Jaskowsky (22), fi; C. De Battista (6) y H. Ceballos (2). DT: O. Sánchez

   Villa Mitre (73): A. Navallo (6), R. López (12), S. Moreno (6), L. Guydon (20), D. Fleitas (17), fi; G. Ferrara, R. Segal (12) y S. Salecchia. DT: Jorge Alvarez y Sergio Hernández.

   Arbitros: Roberto Farroni y Alberto Commegna.

 

El día esperado

 

   Lo cierto es que Burkert, formado en Drexel (Filadelfia) y Robinson, que había jugado en Alemania y estudiado en Temple, habían apostado por la Argentina, en su ruta 0, camino a la Liga Nacional.

   Y llegó el día del debut.

   “En el vestuario casi me descompongo de los nervios que tenía. Sentí nauseas y ganas de vomitar. Tenía miedo a fallar. Me pagaban por jugar”, confesó Randy.

Neal Robinson va para arriba.

 

    Ese día, el 13 de julio de 1984, se puso en marcha lo firmado el 15 de marzo de ese mismo año, en el hotel Continental de Posadas por las 14 federaciones y que aprobó, durante la asamblea extraordinaria de la Confederación Argentina, el proyecto de modificación de la estructura competitiva de clubes.

   El primer rival de Pacífico fue Ferro. Y en el Casanova, que explotaba de gente, el equipo “Cat Ballou Ranch” (su clásica publicidad) infló el pecho y salió a la cancha.

   No sólo se enfrentaban el equipo de Capital contra el del interior, sino que representaba al barrio, a la humildad, el sacrificio, el sentimiento...

No entraba nadie más en el Casanova. Huevo Sánchez dirigiendo adentro de la cancha.

 

   “Con Richotti podías ir a jugar a Vietnam, de visitante; De Battista era un asesino silencioso con un tiro elegante; Ottón Jascowsky era un animal y también con él podías ir a jugar a Vietnam, sin ventaja deportiva; Randy era el manual del gesto de la defensa, el típico blanco que salió hace horas de la universidad; Neal, en espacio reducido y una tablita de parquet desequilibraba como ninguno; terminó siendo el mejor extranjero de la competencia”, enumeró el DT.

   Y Ferro era el elegante, plagado de figuras, de recambio largo y con chapa de poderoso.

   En la cancha, fueron cinco contra cinco. Y Pacífico, que poco más tenía para presentar, ese día se despejó varias dudas y generó algunas confirmaciones, una de ellas, que habían acertado con Burkert y Robinson.

La noche del debut, Robinson luchando en la pintura.

   La síntesis:

   Pacífico (87): Marcelo Richotti (17), Randy Burkert (13), Carlos De Battista (18), Neal Robinson (27) y Ottón Jascowsky (12). DT: Oscar Sánchez.

   Ferro (68): Miguel Cortijo (10), Hugo Belli (9), Javier Maretto (20), Sebastián Uranga (15), Diego Maggi (8), fi; Gabriel Darrás (6), Orlando Fabián Tourn y Fernando Borcel. DT: Luis Martínez.

   Primer tiempo: Pacífico 37, Ferro 37.

   Tiros libres: Pacífico, 19-30 y Ferro, 4-10.

   Cinco faltas: Maggi y Darrás (F).

   Arbitros: Juan Carlos Gómez y Alberto García.

 

Zonita y a correr

 

   La forma de juego, el vértigo a partir de lo que generaba Marcelo Richotti, la química como equipo y la comunión con el público contagiaron a toda la ciudad.

   “Hacíamos la defensa de los cobardes: zonita 2-1-2 y que vengan”, aseguró Huevo.

   En la primera rueda el verde resultó el mejor equipo, ganando ocho de nueve partidos, recibiendo el menor promedio de puntos (75,55) y teniendo la cuarta ofensiva más alta, con 89 puntos por juego.

Randy llega hasta abajo y Neal espera ante un posible rebote.

 

   Mantuvo el invicto de local durante las primeras ocho fechas.

   Este rendimiento incluyó un nivel colectivo que rozó la perfección para poder estar ahí. Si alguno fallaba, se complicaría. Y eso sucedió.

   Burkert, quien demostraba sentirse muy bien, comenzó a extrañar a su mujer. Y la dirigencia colaboró para que Grace viniera a Bahía.

   Coincidentemente con la llegada de ella, Randy modificó sus hábitos y hasta su forma de comportarse. Se cerró, dejó de ser el que era.

   Y no fue casual que Pacífico perdiera el invicto en Córdoba al final de la primera rueda.

   Burkert se sintió afectado cuando prohibieron que las mujeres de los jugadores compartieran viaje y alojamiento.

   Él argumentó que Grace se quedaría sola en Bahía, una ciudad que desconocía.

Burkert sacaba ventajas por la línea de fondo.

 

   Su rotundo cambio mostró la otra cara de Randy, que no encontró acompañamiento por parte de Grace y empezó a mostrarse contrariado, distanciándose del entorno más cercano.

   Hasta que el domingo 4 de noviembre, Randy le comunicó a Jorge Di Toto su decisión: “Mañana nos vamos. Grace está embarazada”.

   "Yo le dije que en Bahía podía atenderse. Había ginecólogos", contó Huevo.

   Como en la previa a su arribo, la dirigencia se movilizó y ofreció todo lo que estuviera a su alcance. No hubo caso.

   Burkert se presentó el lunes 5, antes del entrenamiento y tras cruzarse con algunos dirigentes enfrentó a sus compañeros, argumentando que, entre su obligación familiar y deportiva, priorizaba la primera.

   El llanto desconsolado de Neal Robinson sintetizó el sentimiento y la química que habían logrado como grupo que, naturalmente, se debilitó.

La triste despedida. Los hermanos Jaskowsky y Carlos De Battista llegaron hasta la terminal. Se iban Randy y Grace.

 

   Así y todo el equipo trepó hasta semifinales, donde quedó eliminado por el futuro campeón, San Andrés (perdió 95-88 y 91-92), dejando –lamentablemente– un interrogante abierto para siempre: ¿Si Grace (que al tiempo falleció) no se encaprichaba con irse y llevarse a Randy, hubiera sido campeón Pacífico?

   El sentimiento generalizado es que sí...

 

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