Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Alberto busca retornar al centro, pese a Cristina y Macri

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

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   Alberto Fernández dio en las últimas jornadas varias señales de que quiere retomar el centro político de la escena. Alejarse de los extremos que claramente representan Cristina Fernández por el lado del oficialismo, imposible no recordar que él le debe justamente a ella estar hoy ahí donde está. Y también alejarse, aunque en este caso más bien podría pretender dejar muy bien expuesto, al otro extremo de la grieta que encarna el expresidente Mauricio Macri.

   Hay pormenores en ese escenario que una vez más, luego de fallar en algunos intentos anteriores por falta de convicción o por imposición de su mentora, Alberto quiere construir. Que advierten detalles que le juegan en contra, más allá de sus tal vez sinceros deseos. Uno de ellos tiene que ver con el propio presidente y sus desequilibrios políticos a la hora de ensayar sus jugadas y ponerlas en marcha. 

   Como suele decirse muy seguido en los mentideros de la política, hay un Alberto otra vez componedor en busca de la racionalidad del centro de la escena, alejado de los extremismos, y otro muy distinto que suele no contenerse cuando da rienda suelta a sus sesiones nocturnas de Twitter junto a su perro Dylan. 

   Es cierto que el presidente ha dado pasos muy concretos en estos días y en especial en las últimas horas para demostrar que quiere ser el mandatario moderado y equilibrado que prometió durante la campaña electoral y luego algo más tibiamente tras su espectacular triunfo en las PASO de agosto de 2019. El presidente eligió cuidadosamente cada palabra del discurso que pronunció para celebrar el Día de la Independencia. 

   También se cuidó hasta el último detalle de la puesta en escena en el quincho de la residencia de Olivos, donde lo rodearon empresarios y sindicalistas. Hasta se consideró capitalista en diálogo virtual con un importante grupo de dirigentes de empresa. Y pilotea como puede, en medio de incertidumbres y con más tropiezos que aciertos, su propósito de evitar que la Argentina caiga en default, lo que de ocurrir convertiría al país en un barco sumergido en una tragedia dentro de otra tragedia como es la de la pandemia de coronavirus.

   Alberto dijo en el acto patrio en Olivos que vino al Gobierno “a terminar con los odiadores seriales y a abrir los brazos para que nos unamos todos detrás del destino común”. Bonitas palabras y loable propósito que sin embargo él mismo suele tirar por la borda cuando queda preso de su inocultable ciclotimia política. 

     No caben dudas al adentrarse en el análisis de esa pomposa frase que Alberto se refirió puntualmente a Macri y a sus socios del ala dura de Cambiemos, como Patricia Bullrich, tal vez también el radical Alfredo Cornejo, otro de los que suele demostrar que se siente cómodo arado en uno de los extremos de la grieta. 

   ¿También fue un mensaje para Cristina y quienes a su lado buscan mantener bien en alto esa grieta? Sin hacer nombres, en despachos de la Casa Rosada conceden que el presidente está buscando pararse otra vez en el centro de la escena, alejado de ambos extremos. 

   Clara precisión sobre quiénes ocupan esas trincheras siempre listas para lanzarse a la batalla. Suele haber una considerable distancia entre los dichos y los hechos. Y Alberto no escapa a esa lógica. El presidente ya ha demostrado que en algunas ocasiones sus deseos de moderación, que, no hay por qué  negarle que no las tenga, chocan contra el paredón del Instituto Patria y de los gurkas del cristinismo que nunca abandonaron aquella consigna de su jefa de ir por todo.

   Recurrente, el presidente envió esos mensajes cuando sabe que se acerca la hora crucial de definir qué hacer con la cuarentena, en medio de un generado descontento social por el derrumbe estrepitoso de la economía. Y del reclamo multipropósito que se expresó el jueves en varias ciudades del país.

   Se fotografió deliberadamente con intendentes de Cambiemos como Jorge Macri y Néstor Grindetti, y en aquel acto en Olivos llamo “mi amigo” a Horacio Rodríguez Larreta. 

   Queda claro que el presidente no solo busca volver al centro moderado sino matar dos pájaros de un tiro: quiere ahondar la grieta que se avizora en el principal partido de la oposición. Puede afirmarse si bien se mira la escena que Alberto ha hecho más por ahondar las divisiones en la coalición opositora que lo que aportaron sus propios integrantes. 

   Habría que rescatar en la misma línea algunos otros gestos del gobierno como el que tuvo esta semana Santiago Cafiero. El jefe de Gabinete resaltó las condiciones políticas y de gestión de los gobernadores de Cambiemos, en especial del jujeño Gerardo Morales y del mendocino Rodolfo Suarez. Y repitió alabanzas para Rodríguez Larreta y los intendentes del Pro bonaerense. “Nosotros buscamos gobernar con el sector racional de Cambiemos, que el resto se haga cargo de las consecuencias de alimentar la grieta”, dicen los confidentes.

   El presidente también envió señales hacia el interior de su espacio, donde sabe que debe convivir con sus propios halcones y palomas. El 9 de julio rescató por primera vez en estos casi siete meses de gestión su opción federalista y de gobernanza junto a 24 gobernadores. 

   Llamó “mis amigos” a casi todos ellos y hasta tuvo por fuera un gesto hacia Juan Schiaretti, siempre sospechado por el Instituto Patria de operar para mantener intactos sus recelos con Cristina, que son mutuos:  le repuso tras anunciar que le sería retirado el cobro del IFE para los cordobeses afectados la pandemia, unos 650 millones de pesos.

   Está claro que Alberto intenta pararse en el medio de la grieta, de recostarse en el protagonismo de los moderados de ambos bandos, de despegarse de los “odiadores”  de los extremos. Dato: las amenazas a esa utopía están intactas.