Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Dos cruces y una historia olvidadas a orillas del Colorado

Están ubicadas a unos 1.500 metros una de otra. Demarcan la ruta de fuerzas militares en la Conquista del Desierto.

 

Fotos: Gentileza Noelia Sensini y Archivo La Nueva.

 

 

Hernán Guercio / hguercio@lanueva.com

   La primera cruz se mantiene en pie a lo alto del médano, rodeada de pajonales, chañares, cardos, piquillines y abrepuños. Si el río Colorado no estuviera a escasos metros hacia el sur, seguramente el escenario sería más amarillo, más desértico, aún más inhóspito. Llegar hasta ella y sin perderse, como hace 150 años, es una aventura en sí misma.

   Pero la cruz está ahí, todavía, soportando noches de heladas, días de vientos fríos y el desolador paisaje patagónico. El cemento que la recubre muestra los lógicos signos del paso del tiempo y en determinados lugares, como si fueran heridas que no cerraron, aparece el esqueleto metálico que le da forma. Tiene 3 metros de altura, una vida que supera los 60 años y cuenta –a todo aquel que quiera leer y escuchar- una historia de casi dos siglos atrás, a veces recordada, en otras escondida bajo la alfombra y en algunas ocasiones fuertemente criticada. Una vieja placa de bronce se apoya en lo que queda de la estructura de cemento, referenciando qué fue lo que pasó allí.

   Su hermana, la segunda cruz, está unos 1.500 metros en línea recta, en el ingreso de la estancia El Sostén, sobre la margen del río Colorado correspondiente a Villarino, unos cuantos kilómetros aguas arriba de Pedro Luro. Por ubicarse en un sitio de paso obligado, se encuentra mucho más cuidada que la primera, sin marcas ni heridas... O casi: también a diferencia de su gemela, no hay mármol ni placas; la leyenda que tenía terminó siendo borrada por el viento y la lluvia. Nadie sabe qué decía.


A la izquierda, la cruz en el ingreso a El Sostén. Al lado, la que está ubicada a orillas del Colorado.


   A decir verdad, hoy se desconoce a qué hace referencia cada una en forma exacta, porque los registros son un tanto ambiguos. Ambas fueron instaladas allí a finales de la década de 1960, más precisamente en mayo de 1969, cuando se cumplieron 90 años del paso de Julio Argentino Roca y su conquista del desierto por aquel vado.

   "Al cumplirse los noventa años de la conquista del desierto, los salesianos de Fortín Mercedes perpetúan el recuerdo de la misa celebrada en este lugar por el padre Costamagna antes de que la tropa pasara el río. 1879 - 11 de mayo - 1969", reza la inscripción en la primera cruz.

   A fines del siglo XIX, con Nicolás Avellaneda en la presidencia, el gobierno dispuso dar el golpe final a las pretensiones aborígenes sobre las que habían sido sus tierras. Por esa razón, y ya con las últimas grandes tolderías en retroceso, se avanzó sobre el área ubicada entre la Zanja de Alsina y el río Negro.



La placa de bronce, apoyada en la primera cruz, que marca el lugar donde se realizó la misa.

 

   Roca había partido desde Carhué a fin de abril de 1879 y diez días después estaba en las márgenes del Colorado, en el Fortín Mercedes. Varios kilómetros aguas arriba dispuso un campamento, en una suerte de bajo con reparo del viento, con unos 6 mil hombres, además de periodistas, sacerdotes y médicos. En ese lugar, hoy se levanta la segunda cruz.

   El 11 de mayo, dos días antes del cruce del río, a orillas de una barranca se dispuso celebrar un tedéum en ese lugar, en acción de gracias por la llegada al cauce del Colorado. Estuvo a cargo del misionero salesiano Santiago Costamagna, uno de los religiosos que integraban la expedición.

   "El espectáculo era espléndido, y la actitud de todos sus actores era edificante. Pocas veces se habrán encontrado tantos hombres reunidos identificados espontáneamente bajo la influencia de sentimientos más puros, elevados y nobles: la religión, el patriotismo, la esperanza de los grandes destinos prometidos a la Patria en aquel rico escenario que servía de templo”, recuerda el cronista de aquel entonces Pascual Paesa, en su libro El Cauce del Colorado.

   El cruce del río se hizo el 13 de ese mes, unos kilómetros río arriba, detrás de donde hoy se encuentra el casco de la estancia El Puma, después que las fuerzas nacionales se dividieran para partir con distintos destinos. La escena sería retratada tiempo después por el coronel Manuel Olascoaga, en su óleo Paso Alsina. En lo alto de una barranca, Roca instaló una vara de sauce con una tablilla en la punta superior, dónde se inscribió –justamente- “Paso Alsina”, seguramente para dejar señalado el sitio. El cruce tenía unos 400 metros de ancho y era bajo en su mayor parte, con un último tramo en el cual los caballos debían nadar ya que no hacían pie.


El cuadro Paso Alsina, de Manuel Olascoaga, muestra el cruce del río durante la Conquista del Desierto.

 

   Lo demás, es historia conocida. Aunque algunos teorizan que los sucesos que marcan la primera y segunda cruz están marcados al revés: donde está la segunda habría sucedido el cruce, mientras que el campamento y la misa ocurrieron donde está la primera.

   Con el correr de los años, el recorrido de la expedición y sus huellas por esta región se fueron perdiendo. En 1969, los salesianos mandaron a construir las dos cruces, resaltando la participación del padre Costamagna en esos sucesos históricos y, a la postre, controversiales.

   Actualmente, el acceso a estos lugares se encuentra vedado al público, por tratarse de propiedad privada, y solo se conservan por la buena voluntad de los dueños del lugar, más allá de numerosos intentos de ponerlos en valor por parte de vecinos de Pedro Luro y las colonias cercanas.

 

El mantenimiento de ambas cruces corre por parte de los dueños del lugar. El acceso es privado.

 

   La existencia de estas cruces parece que ni siquiera es conocida por el área nacional de Patrimonio. En Villarino, la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos solo reconoce al Paso Pacheco, a pocos metros de Fortín Mercedes, que fuera utilizado en 1833 y declarado sitio histórico en 1943.

   Mientras tanto, a orillas del río Colorado y cerca de Pedro Luro, la rama de sauce y la madera nomencladora del Paso Alsina hace años que dejaron de marcar el vado.

   Las cruces siguen ahí, recordando una historia que –para bien o para mal- se resiste a ser olvidada.