Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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Agradable rutina

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   ¡Marzo! Mes en el que pareciera que el año comienza “a andar” como si los engranajes de una gran maquinaria se pusieran en funcionamiento. Impera una sensación de reencuentro con la rutina y con todo aquello que se vivencia como obligatorio.

   Enero y febrero, en cambio, son esos meses en los que aunque no haya un tiempo específico de vacaciones, se viven de otra manera, con otros ritmos y actividades, puesto que las vacaciones ajenas impactan en la propia vida. Indiscutiblemente son meses en los que se imprimen una serie de estados y experiencias diferentes a las del resto del año. 

   En tiempos en los que los planes están ligados a la capacidad del bolsillo, advertimos que seguramente habrá quienes tuvieran esas vacaciones soñadas, también quienes tomaron un descanso más austero; tal vez no quedó opción que tomar el clásico “fin de semana gasolero”, o bien continuaron las tareas habituales pero por el hecho de tener hijos hubo un cambio de ritmo forzoso. 

   Lo cierto es que son meses en los que preocupaciones se suspenden, se postergan bajo el lema “esperemos que en marzo todo arranca”, y así intentamos concentrarnos en disfrutar; pero también es cierto es que retomar rutinas siempre es dificultoso y en ocasiones, dependiendo qué tan prolongadas fueron las vacaciones o la “desconexión”, el retorno puede resultar hasta traumático.

   La Psicología lo define como “jet lag psicológico”. La vida real, la rutina, es justo lo contrario a las vacaciones, tiempo en el que nos distendemos, no hay horarios fijos, se modifica la hora de levantarse y el tiempo de descanso, también los horarios de almuerzos y cenas y hasta ingerimos otros alimentos y bebidas; durante este tiempo funcionamos con otro ritmo y energía y nuestra disposición psicológica y física cambian. 

   Al retomar la rutina se suceden también cambios físicos y psicológicos, podemos sentirnos inquietos por comenzar a trabajar y en ocasiones el estrés de volver, tira por la borda todo el tiempo de descanso disfrutado y se retorna como si las vacaciones no hubieran existido. 

   También hay una especie de negación, todos tendemos a perpetuar aquello que resulta placentero y es habitual encontrarse con personas que experimentan mal humor al retomar sus actividades y rutinas.

   La gran pregunta es ¿cómo retomar tareas de forma tal de no quedar absorbido por una vorágine nociva?

   Lo primero es no merodear de forma recurrente en las preocupaciones, hay todo una año por delante para intentar resolver aquello que quita el sueño. Luego  entender que si bien la realidad implica exigencias y obligaciones, poder otorgar a cada cosa su justo valor evita el malhumor.

   Ante un año que se vislumbra complejo, ante temas urgentes y graves que no se resolverán en el corto plazo, el desafío reside en comprender que si bien vacaciones y placer son una combinación casi indisoluble, es un signo de madurez y de inteligencia encontrar momentos agradables en medio de la rutina y poder disfrutar más allá de la terrible realidad que a veces nos toca vivir.