Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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¿Cuánto tiempo nos queda?

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   ¡Bienvenido 2020! Comenzó un nuevo año y la “sensación generalizada” es la de que queda mucho tiempo por delante.

   La idea no es generar ansiedad, muchas situaciones, soluciones y respuestas dependen del tiempo, y si bien es evidente que “por convención y organización” un día dura veinticuatro horas, una semana consta de siete días y así sucesivamente, todas las personas percibimos el tiempo de manera diferente.

   Hoy domingo 5 de enero, sabemos que restan trescientos sesenta y un días para que culmine el año recién estrenado, es un dato “objetivo”, sin embargo el tiempo está atravesado por la subjetividad, el tic-tac o los números del cronómetro son para cada uno una experiencia única.

   En “El Amenazado”, poema de Jorge Luis Borges, puede leerse: “estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo”; por eso vale preguntarse ¿cuál es la medida de tu tiempo? ¿qué situaciones, personas y hasta problemas merecen tu tiempo?

   La vida transcurre entre frases signadas por el tiempo: “ay si tuviera tiempo haría…”, “me faltó tiempo para…”, “qué tiempos aquellos…”, y así oscilamos entre pasado y futuro mientras se diluye el tiempo presente.

   ¿Rápido o despacio? ¿Disfrutar o padecer?

   Aquello que para algunos es “eterno”, una misma dimensión puede ser “fugaz”. El tiempo depende de diversos factores, y lo cronológico no es igual y tampoco se condice con lo psicológico. Horas, minutos y segundos no transcurren de igual forma, no hay dudas de que no es lo mismo una hora padeciendo en el dentista que una hora disfrutando un paseo en góndola por Venecia.

   ¡Reloj! ¿Un “mal” necesario?

   Durante la infancia, en pleno proceso de construcción de la noción de tiempo se dificulta comprender “ayer y mañana”, lo mismo sucede con quienes padecen enfermedades y ciertos trastornos mentales. No obstante para cualquiera de nosotros el reloj es necesario ya que, si bien podemos distinguir y estimar el paso del tiempo, la evaluación siempre es subjetiva y “llego en unos minutos” no es para todos igual.

   A su vez, al reloj al que siempre acudimos y que últimamente nos remite al celular, hay que mencionar el “reloj biológico”, ese generalmente falla y se altera ante diversas situaciones; condicionado por emociones nos indica los momentos de sueño y vigilia, de ingesta de alimentos y de momentos de ocio.

   El escenario y hasta la historia, nuestras vivencias y estados de ánimo, nuestros miedos y ansiedades, nuestros gustos y expectativas influyen en el ritmo de cada “reloj personal”, y más de una vez sentimos que “el tiempo se va volando” y otras contrariamente nos preguntamos si el día sigue conteniendo veinticuatro horas, pues el estrés ralentiza los “tiempos internos” y la actividad máxime si es placentera, los acelera.

   Ante el aburrimiento y durante la juventud el tiempo es minimizado y hasta menospreciado, en la edad adulta, en la vejez y ante situaciones sin retorno, es valorado y apreciado. No sé en qué franja estás, pero el paso del tiempo es inexorable, medir y calcular nos esclaviza, por eso vivir y gozar es la “tarea” que nos queda por delante.