Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Cuando Bahía tuvo la confitería más elevada de todo el país

Estaba ubicada a 45 metros de altura. Durante los casi 20 años que funcionó fue un referente de nuestra ciudad.

Por Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

   A fines de la década del 50 se inauguró en Bahía Blanca la confitería más elevada del país, ubicada a 45 metros de altura. Durante los casi 20 años que funcionó fue un referente de la ciudad.

   Su diseño de líneas curvas, su uso y su altura, permiten emparentar al sitio con el desaparecido parador Ariston de Mar del Plata, la obra diseñada en 1954 por el arquitecto Marcel Breuer, uno de los grandes maestros del movimiento moderno.

Piso 15, azotea

   El local no es fácil de ver desde la calle. Se necesita tener cierta distancia, la cual se puede alcanzar en la vereda de la plaza Rivadavia, sobre calle Zelarrayán.

   Si desde ahí se eleva la mirada al último piso del edificio de San Martín y Alsina, puede advertirse, sobre su azotea, el particular volumen de silueta curva, contrastando su plasticidad con las líneas de uno de los primeros edificios de oficinas de la ciudad.

   El local de 150 metros cuadrados fue concebido como piso 15 del edificio San Martín, diseñado, en 1956, por la firma Costa Varsi-Sconamiglio, pensado para alojar una confitería que atendiera la demanda de los ocupantes de los escritorios. Por eso su diseño distinto, aislado, en el centro de la azotea, permitiendo espacios exteriores para transitar y tener atractivas visuales.

   Lo inesperado fue que su primer ocupante llegó de la mano de la Agrupación Comercialina, un grupo de simpatizantes del club Atlético Comercial de Ingeniero White, que adquirió el local para instalar una confitería y restaurant. Fue el nacimiento de La Comercialina.

La inauguración

   La "Agrupación Comercialina", filial de la entidad portuaria, inauguró el lugar en julio de 1959, con el objetivo de generar un "punto de reunión y amable lugar para la cita cordial" de quienes "manteniendo su cariño por la casaca comercialina" debieron alejarse de Ingeniero White.

   José Scognamiglio, Carlos Podestá, Ramón Loayza, Héctor Ramírez, Alberto Comignani y Andrés Pérez figuraron entre los asociados que habilitaron la que calificaron como "la confitería más alta del país".

   El interior del local presentaba un atractivo diseño, con muros curvos en el frente, revestimiento cerámico tipo venecita y las fachadas vidriadas.

   La mitad de su superficie fue asignada a salón y el resto ocupado por una sala de té, cocina, oficina y sanitarios.

   Disponía de un mostrador americano con su frente revestido de madera, y, sobre él, una moderna máquina de café a la italiana.

   Contra los ventanales se ubicaban las mesas y sillas "de moderna concepción" y, en un rincón más íntimo y reservado, los funcionales divanes.

   Por su ubicación y las atractivas vistas que permitía, la confitería se puso de moda entre todos los circulos sociales, excediendo el objetivo primario de servir de lugar de encuentro de los simpatizantes comercialinos. Además de su funcionamiento habitual, el lugar se utilizaba para fiestas, reuniones y toda celebración que ameritara utilizar un salón.

   La entidad comercialina vendió del lugar en 1965. Los nuevos dueños modificaron en parte su espíritu, cambió el ambiente y el uso. A fines de los 70 dejó de funcionar.

La decadencia

   Luego del cierre, el lugar estuvo 30 años desocupado, debiendo sortear infinidad de cuestiones legales e impositivas. Durante un tiempo se instaló una peluquería pero desde hace varios años está sin uso, en venta o alquiler.

  Recorrerlo hoy genera una sensación especial, el vacío de "aquello que fue y ya no es". Sus ventanales permiten todavía una atractiva vista y el lugar tiene sin dudas un enorme potencial.

   En la memoria de muchas generaciones bahienses el sitio congregó momentos inolvidables.

   Son los que lo sostienen en la memoria colectiva y que a pesar de haber transcurrido desde su cierre, el edificio de La Comercialina sigue siendo un referente.