Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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El pringlense que dejó todo para irse a la Patagonia a ayudar a los mapuches

Braian Fernández estudiaba Educación Física en La Plata, pero eligió dar un completo cambio de rumbo y viajó a la provincia de Chubut. Allí, junto a los salesianos, trabaja con familias de necesitados y comunidades de habitantes originarios.

 

Fotos: Agencia Coronel Pringles

   Las comunidades mapuches de Telsen, Gan Gan y Gastre, en Chubut, tienen unos 300 habitantes cada una. Allí, en una economía basada en las labores de campo, aldeas escolares y servicios esenciales a medias, Braian Fernández busca hacer una diferencia.

   Pringlense de nacimiento, hace varios meses dejó sus estudios de Educación Física en La Plata y tomó rumbo patagónico, hacia donde sintió que era necesario y entregar su vida a los demás.

   “Cuando estaba estudiando conocí a los salesianos, una congregación de la Iglesia Católica. Surgió la posibilidad de hacer este voluntariado y no lo dudé. Dejé todo y me vine al sur”, cuenta.

   “Aquí generamos actividades para chicos y grandes. Ayudamos también a través de los programas de PAMI, repartimos los bolsones de alimentos y la leña para el invierno”, comenta desde Chubut.

   Para él, este voluntariado muestra un estilo de vida, una forma de cómo uno quiere vivirla.

   “De chico participé en la parroquia y un grupo misionero, y a medida que crecía fui queriendo entregarme a los demás -reconoce-. Después, fui descubriendo otras formas de vida, conociendo gente más vulnerable y quise hacer esto. Ni lo dudé. Además, es una forma de repensarme y saber qué es lo que quiero”.

   En las mesetas de Chubut, los tiempos son distintos: hay que saber adaptarse a una vida y experiencias diferentes.

   “De martes a jueves concurro a una escuela salesiana en Trelew, y por la tarde vamos a los barrios, que son asentamientos de familias que han tomado un terreno y se han hecho su casa de chapa para poder vivir. Ahí charlamos con la gente, tomamos mate y nos interiorizamos de la realidad que están pasando”, cuenta.

   Después, desde el viernes hasta el lunes, el voluntariado continúa en los campos, en plena meseta chubutense.

   “Allí vivimos con los sacerdotes: nos levantamos, hacemos el rezo matutino y, dependiendo de lo que haya que hacer, arrancamos el día”, agrega.

   Además de las actividades sociales, se realizan otras religiosas. Este año, por ejemplo, se pudo dar la Comunión y la Confirmación a unos 6 niños del lugar.

   “Hacemos actividades de capilla, oratorios y juegos para los niños, además de merienda, catequesis y encuentro de adultos. En estos, denominados Mateando con Dios, charlamos de la vida y en torno al Evangelio”, relata.

   La vida allí no es fácil: en el invierno las temperaturas alcanzan los 20 grados bajo cero, y la leña solo llega a través del PAMI.

 

Dejó sus estudios de Educación Física en La Plata y tomó rumbo patagónico, hacia donde sintió que era necesario y entregar su vida a los demás.

 

   “Acá tardan un poco más las cosas. Por ejemplo, el mes pasado se entregaron los bolsones de alimentos correspondientes a los meses de julio a septiembre, y el proyecto de leña que se empezó a tramitar en marzo, recién se cristalizó en agosto”, lamentó.

   A eso se suma el conflicto con una empresa minera, que quiere explotar las tierras cercanas para extraer plata y oro.

   “Los pobladores defienden la tierra y no quieren que se instale la empresa por temor a la contaminación del agua. La Iglesia apoya al pueblo y está a favor de ese reclamo”, comenta.

   "El punto está en ayudar a otros más allá de la ideología", finaliza Braian.

 

"Sacerdote, laico o misionero, solo Dios lo sabe"

 

   La experiencia del voluntariado misionero finalizará el próximo 26 de enero. Braian ya decidió continuar estudiando en Bahía Blanca, en la casa salesiana Emaús, para dedicarse a la vida religiosa.

   “La única certeza es que quiero que mi vida sea así. Después, que sea sacerdote, laico, voluntario o misionero, solo Dios lo sabe”, reconoce.

   “Este fue un año de aprendizaje constante de un montón de cosas: vivir con lo mínimo, sin comodidades; o la vida de la gente del campo, que uno visita en medio de las sierras y te reciben con mucha generosidad”, destaca.

   “Por ello, entiendo que quiero que mi vida sea así, entregada a otros”, cuenta.

   Braian aprovechó las fiestas de fin de año para volver a su Pringles natal y encontrarse con los suyos durante unos días.

   “Agradezco a mi familia, que me apoyan siempre. Ellos están felices de verme feliz a mí, entendiendo que quiero vivir así de esta manera”, asegura. (Agencia Coronel Pringles).