Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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Macri en su (¿peor?) laberinto...

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

    Tal vez ya sea tarde para lágrimas. En el gobierno igual se desgarran las vestiduras por no haber podido elaborar, o no haberlo hecho por pura tozudez y fanatismo atribuibles siempre al peñismo y sus sobredosis de optimismo, el mensaje post PASO que les otorgase una vida más en este juego que parece irremediablemente perdido. 

     “No supimos transmitir que el mensaje de los mercados del día después del 11 de agosto no fue contra nosotros, sino contra la posibilidad del regreso del populismo”, dice ahora un funcionario del ala más moderada. Integrante de esa legión que no son tan pocos que sostiene que la elección del 27 de octubre está perdida y que lo que queda por hacer es barrer los escombros del tsunami que los arrasó y tratar de llegar con la ropa puesta al momento del traspaso de mando.

     Para los autores de esos análisis tal vez tardíos, porque en el medio entre las primarias y el arranque formal de la campaña este fin de semana se comieron días claves para intentar remontar la cuesta, se hizo todo mal. Desde aquel inusitado enojo de Macri contra los millones de ciudadanos que votaron por los Fernández, que encubrió un mensaje tipo “ustedes votaron mal, ahora háganse cargo”, mientras el dólar volaba, hasta las disculpas del día después bajo el argumento de que esa noche no había dormido. Las medidas de alivio social fueron consideradas el manotazo de un ahogado.

     Hay en ese tránsito algunos ejemplos del estado de confusión que ataca al gobierno y a Juntos por el Cambio, muy probablemente apuntalado por la aparición de una decena de encuestas que aseguran que Todos ganará en octubre por una diferencia todavía mayor que la que consiguió en las PASO. 

     Uno de esos hechos lo acaba de provocar el propio Macri, para quien la elección de agosto “no sucedió” (¡¡¿?!!). Un negacionismo digno de ser tratado por la psicología, hermano de la arenga de Marcos Peña a los Defensores del Cambio para que sigan machacando con la idea de que es posible dar vuelta la historia porque la gente no quiere ser gobernada otra vez por corruptos. 

     Debería saber el Jefe de Gabinete, aunque tal vez lo sepa pero su propia ceguera le permite ver sólo el árbol, y mal que le pese a una sociedad escaldada por los males del bolsillo antes que por otras cuestiones, que la corrupción figuró en quinto lugar entre las preocupaciones ciudadanas detrás de la inflación, la pérdida del empleo, la falta de comida y la inseguridad, en un observatorio mensual que acaba de darse a conocer.

     Merecen mencionarse también algunas incomodidades que en aquel sector moderado y realista ha generado Miguel Pichetto. El candidato a vicepresidente, hay que convenir, cuando habla parece más macrista que Macri y Peña. Dijo esta semana que si Juntos por el Cambio gana las elecciones de octubre, al día siguiente Macri levanta el cepo. ¿Cuáles serían las milagrosas razones por las que en menos de dos meses el descomunal descalabro económico que llevó a instaurar el control de cambios sería levantado de un plumazo por el presidente? Los economistas y observadores ya preanuncian que el cepo de Macri llegó para quedarse y que le será muy difícil al próximo presidente deshacerse de esa herramienta, hija de una monumental crisis de confianza. “Lo de Pichetto es voluntarismo puro, y eso no ayuda”, dicen.

     Macri debe lidiar con otros frentes, no solo con sus propias incontinencias. Se queja en privado del comportamiento de Alberto Fernández, que desde el celular se muestra comprensivo y democrático y apenas corta lanza su siguiente andanada. “Puñalada trapera”. Así lo escucharon definir el comportamiento de Alberto desde Madrid, después de que ambos volvieran a hablar el sábado, cuando el candidato lo culpó de en cuatro años haber generado solo mas pobreza y recesión.

     ¿Qué esperaba Macri? Alberto intuye que tiene la elección ganada y de ningún modo le hará el campo orégano a su oponente. A lo sumo no torpedearlo para que llegue a flote a la ceremonia del 10 de diciembre.
Alberto tiene sus propios problemas (Grabois, amenaza a las multinacionales, pagar la deuda “pero no a costa de los argentinos”, doble comando, etc.), pero nada de eso parece impactar en el electorado. Macri sufre lo indecible al comprobar que los factores de poder hablan ahora más con el candidato de Cristina que con él. O que en España ha sido tratado casi como un presidente electo.

    El sufrimiento es también interno. María Eugenia Vidal se abrió de la campaña y como si nada anunció una mejora para los jubilados, a quienes Macri había dejado en la banquina cuando lanzó las medidas post PASO destinadas a que vuelvan a quererlo los que ya no lo quieren. El frente Cambiemos cruje, y los gobernadores  lo han abandonado. Son los tiempos que corren.