Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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El básquet, en lo más alto

Clasificarse finalista de un mundial es un logro reservado a pocos.

   La selección argentina de básquetbol logró más de lo esperado. En la búsqueda de su clasificación para los juegos olímpicos de 2020, en Tokio, consiguió, de manera casi inesperada, ser uno de los equipos que disputaron la final del mundial de China.
   Llegó invicto a ese partido, luego de vencer con autoridad y contundencia a rivales que, en los papeles, eran candidatos al título, como Serbia y Francia.
   Dirigido por el bahiense Sergio Hernández, el equipo desarrolló un juego de altísimo nivel, con una excelente defensa y una importante eficiencia ofensiva, de acuerdo a la opinión de los especialistas.
   Es claro que nuestro país no es una potencia en este deporte. Esa categoría corresponde a Estados Unidos, a Serbia, a España, a Rusia. Sin embargo, desde los logros alcanzados por la denominada Generación Dorada, que obtuvo la medalla de oro en las Olimpíadas de Atenas 2004, el básquet no ha dejado de crecer.
   Nunca es fácil, en todos los deportes, mantener un determinado nivel cuando se renuevan las generaciones de jugadores. Cuando se retiran algunos hombres talentosos que además coincidieron en tiempo y espacio.
   Por eso lo desarrollado por la Argentina es interesante. Retirados los protagonistas de esa Generación -salvo uno de 39 años-, los que recibieron el legado se encargaron de escribir su propia historia, sin más peso que el propio a la hora de hacerlo.
   Ocurrió entonces lo impensado. Los argentinos en la final del mundial. Frente a España. Un equipo al que todos reconocían como el más poderoso, una verdadera selección de jugadores de elite que terminaron por imponerse sin dejar sin lugar a dudas.
   “No perdimos la medalla de oro, ganamos la de plata”, dijo, con justicia y razón, el entrenador bahiense. Tratando de esta manera de corregir un esquema mental de los argentinos por el cual solo los campeones merecen reconocimiento y llegar a instancias tan trascendentes no merece reconocimiento alguno.
   Apenas tres veces en 70 años de competencia fueron argentinos los que disputaron una final del mundial de básquet. No se necesita de ningún iluminado para entender el mérito, la trascendencia y lo singular de semejante logro. La derrota no deja de ser una circunstancia intrascendente.