Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Suárez: ¿cómo combinar trufas con educación y no fracasar en el intento?

Un proyecto productivo de la Escuela Agropecuaria, originado en 2009 y retomado en 2018, ya logró los primeros frutos.

El grupo de trabajo de la Agropecuaria suarense, en la selfie del productor Tomás De Hagen. / Fotos: Agencia Suárez y Escuela Agropecuaria.

Guillermo D. Rueda
Agencia C. Suárez
grueda@lanueva.com

   “El proyecto empezó en 2018. Con la profesora (María José) Camiña trabajamos en muestreos de suelo y en un sector encontramos un hongo. Eran falsas trufas. Con mi compañero Juan Pedro Schenck decidimos retomar un trabajo de 2009. Y ahora encontramos dos trufas, algo impensado”.

   El (entusiasta) relato de Nicolás Fernández, de 18 años, estudiante de la Escuela Agropecuaria, resume una historia tan inesperada y exótica, como educativa y productiva, que se vive por estos días en la comunidad suarense.

Mercedes Alonso (izq.), María José Camiña, Nicolás Fernández y Juan Pedro Schenck. En primer plano, las trufas.

   La familia de Nicolás está en un campo, a 10 kilómetros de la localidad de D'Orbigny, en el distrito de Coronel Suárez, en tanto que Juan Pedro, de 17 años, es de Bonifacio, en el partido de Guaminí.

   Ambos están cursando el sexto año en la Agropecuaria, pero esta historia de las trufas, más allá de la repercusión mediática, ha orientado sus planes a futuro.

Tiempo de análisis de las trufas.

   “La idea es seguir un año más en la escuela, ya que con séptimo nos podemos recibir de agrónomos. Pero en realidad la intención que tenemos con Juan Pedro es empezar cuanto antes con un proyecto de trufas, mientras en forma simultánea terminamos los estudios. ¿Dónde? En Bonifacio”, contó.

   Mercedes Alonso es profesora y jefa del área de Huerta y Vivero, así como María José Camiña lo es de Ganadería y Gestión, ambas de la Escuela Agropecuaria.

   “Encontrar una especie de hongos raros fue el disparador. Los sacamos, los miramos en el microscopio, los chicos se engancharon y ahí contactamos a las personas que nos están ayudando en este proyecto: Tomás de Hagen y Facundo Terrada, de Trufas del Nuevo Mundo de Espartillar. Y también Agustín Lago, que es de Coronel Suárez, quien donó las plantas trufadas”, comentó Alonso.

Agustín Lago, junto a Pancha.

   Sostuvo que hay mucho trabajo detrás y gente involucrada, particularmente el equipo directivo.

   “Por ejemplo, durante el último verano hubo que regar con 30 milímetros de agua semanales. También atravesar la etapa de la poda de los árboles, para que no tengan una copa grande y esté desmalezado”, dijo.

   Sobre del futuro, Alonso añadió que la intención es seguir cosechando trufas.

   “La cosecha es entre junio y este mes de agosto. Una vez por semana necesitamos que una de las perras, que nos la prestan, vaya a la trufera para poder cosechar. Lola, de Espartillar, es la que encontró las trufas. La última semana pasó Pancha, que es de Agustín Lagos”, relató.

De Hagen y Camiña, junto a las trufas.

   Alonso dijo que se pueden encontrar más trufas.

   “Las microrrizas (NdR: simbiosis entre un hongo y las raíces de una planta) están en condiciones de dar, aunque pueden expresarse o no. No sabemos cuántos árboles van a dar frutos, porque estuvieron mucho tiempo abandonados”, aclaró.

   Las tres variedades de árboles son encinas, robles y avellanos, situadas en una distancia de tres metros, en el predio de alrededor de 10 hectáreas de la institución.

   “Inicialmente se plantaron unas 200 plantas, pero luego hubo pérdidas y quedaron cerca de 160”, dijo.

   La especie negra hallada, conocida también como trufa de Périgord, es muy apreciada en la gastronomía por su aroma. Es de gran valor económico.

   La trufa entera está conservada en el freezer de la institución, aunque perderá algunas de sus características en cuanto a color.

   La profesora Camiña contó que, del total de los 175 gramos, 60 fueron para elaborar productos.

Tomás de Hagen, de recorrida con Lola.

   “Lo restante se utilizó para el estudio en el laboratorio. Tenemos que ver qué haremos si seguimos cosechando trufas. Como proyecto educativo continúa, con la sanidad de la planta y el estudio por parte de los alumnos”, agregó.

   “Lo fundamental es lo educativo y la idea es seguir este año en esa media hectárea plantada”, agregó.

   Respecto de las perras, la profesora Alonso dijo que están adiestradas desde el nacimiento para percibir el olor de la trufa. La raza más empleada es Parson Russell Terrier.

¡U$S 2.000 el kilo de trufa!

   Las dos trufas que se obtuvieron en la Escuela Agropecuaria pesan 175 gramos. Una está íntegra.

   “¿Cuánto cuestan? No las quisimos valuar porque no era el tema. Dicen que el precio de una trufa de primera es de unos 2.000 dólares el kilo. Una es de segunda, porque se nos rompió cuando la sacamos. Pero tiene un valor muy alto”, indicó Alonso.

María José Camiña (izq.) y Mercedes Alonso.

   “A la dañada la cortamos para que los chicos puedan verla en el microscopio y olerla. La dejamos en una especie de conservación e hicimos manteca trufada con 20 o 30 gramos”, dijo.

   “Se ablanda la manteca, se rayar la trufa y luego se unta a una tostada que no sea saborizada. Es de un gusto particular, nuevo, desconocido”, definió.

De qué se trata

   La trufa es un hongo que se encuentra bajo el suelo (hipogeo) y que posee un aspecto exterior oscuro tirando a negro, de superficie verrugosa.

   Vive bajo tierra, en simbiosis con las raíces de encinas, robles y avellanos principalmente, aunque también asociada a las raíces de algunos pinos y estepas, generalmente en tierras calizas.

   Mide entre 3 y 7 centímetros (a veces se recogen de 10 centímetros) y un peso entre 20 y 200 gramos, aunque excepcionalmente pueden superar los 600 gramos.