Bahía Blanca | Martes, 16 de abril

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¿Por qué razones la actual crisis económica no se parece a la del año 2001?

Las condiciones que generaron aquel triste episodio hoy no se repiten, aunque eso no significa que el país no enfrente un complicado escenario. 

Francisco Rinaldi

frinaldi@lanueva.com

   Corralito y corralón. Incertidumbre. Caos social. Todos términos asociados a la crisis de 2001 y 2002, la peor que recuerde la historia argentina. Aunque no la única. 

    El difícil derrotero económico de las últimas jornadas nos lleva siempre a aquel fatídico verano, con renuncias de presidente y cambios intempestivos incluidos, lo que nos obliga a preguntarnos: ¿estamos a las puertas de un revival de aquellos tristes episodios?

    "Es necesario hacer notar que esta crisis no se parece en nada a la de 2001. No hay riesgo de corralito. Lo que pasó en aquellos años es que el sistema estaba dolarizado, en el sentido de que se prestaba mucho en dólares a cualquier persona y la mayoría de los depósitos estaba nominado en la misma moneda". 

     "Entonces, cuando la gente fue a retirar sus dólares, los bancos no los tenían porque los habían prestado y no podían acudir al prestamista de última instancia, que es el Banco Central, por exactamente la misma razón, que tampoco tenía los dólares para asistir a los bancos, lisa y llanamente, porque la única entidad que emite dólares es la Fed, que es como el banco central de los EE.UU.", rememora Jorge Pazzi, economista local y consultor privado. 

    Resultado: fue necesario imponer un dique de contención a la salida de depósitos del sistema: nacía así el corralito.  

    Vale la pena aclarar que por aquel entonces, previo a la crisis, la ley de Convertibilidad establecía que un peso era igual a un dólar, de forma que inmovilizar dinero en "biletes verdes" a través de un depósito, era exactamente igual que hacerlo en pesos. 

    Como el incentivo a prestar en dólares era muy fuerte, aspecto que casi no tenía regulaciones por parte de las autoridades bancarias, sacar un crédito en dólares o en pesos era, en los años del 1 a 1, también igual para el prestatario. 

    "Eso hoy no pasa. Si bien hay créditos en dólares, por normativa bancaria solamente se pueden prestar a quienes generen dólares, es decir, a los exportadores. De esta forma, se asegura el repago. En la Convertibilidad, se podía prestar a cualquiera, casi sin restricción", explica el entrevistado. 

     Del lado de los depósitos, en la actualidad, también los hay en dólares. Pero con una salvedad: el BCRA obliga a los bancos a que los tengan "encajados" -N de R: depositados en una cuenta que los bancos tienen en el mismo BCRA- , con lo cual, si se produce una corrida contra los depósitos en dólares, los bancos recuperan esos fondos y los devuelven.

    "Existía un descalse de monedas. La mayoría de la gente sacaba créditos en dólares a largo plazo, los depósitos estaban, también la mayoría, en dólares y a menor plazo. Si sólo hubiera sido un tema de plazos, es decir, los bancos no tenían la plata porque la habían prestado, algo que pasa en cualquier parte del planeta, la cuestión se resolvía vía préstamos del Central. ¡El problema de ese año es que la gente quería sus dólares y ni los bancos ni el Central los tenían!", insiste Pazzi. 

¿Y ahora qué? 

   Con un sistema pesificado como el actual, donde el 65% del total de los depósitos bancarios está en moneda local al igual que el 63% de los créditos, el riesgo de descalce de monedas se acotó ostensiblemente. 

    Ergo, si los depositantes vienen a buscar sus pesos (que, obviamente, están prestados), los bancos se los piden al BCRA o, de otra forma, renuevan menos Letras de Liquidez (Leliqs), lo que les permite contar con fondos frescos para afrontar un eventual retiro.

    Pero eso no significa que hoy no haya ningún riesgo. 

   "Lo que pasó tras el resultado electoral del domingo es que se dolarizaron los portafolios. Los no residentes (N de R: generalmente, grandes inversores extranjeros, como fondos o bancos que realizan inversiones financieras a escala global) se retiraron y dejaron de traer dólares, del lado de los residentes (ahorristas pequeños y grandes nacionales) dolarizaron. Eso no es algo nuevo en nuestro país, siendo el factor que lo desencadenó la abrupta  e inesperada posibilidad de que Alberto Fernández se convierta en presidente", explicó Pazzi. 

    El resultado es bien conocido: el dólar se incrementó alrededor de un 27% entre el viernes de la semana previa a las PASO e igual día de la semana anterior. 

     Lo que pase en lo inmediato con la inflación dependerá del pase a precios de la fuerte pérdida de valor del peso en los últimos días, fenómeno que los economistas bautizaron como pass-through. 

    "Queda ver cual es el pass-trhrough. Si logran estabilizar  puede ser menor, hay que esperar". 

    "Generalmente, cuando hay incertidumbre producto de la inflación, el empresario enfrenta una disyuntiva: no sube los precios, lo que le incrementa su costo de reposición, de forma que pierde mucho stock, o sube los precios, resignando su cuota de mercado. Pues bien, la evidencia empírica demuestra que la mayoría de los hombres de negocios argentinos se inclina por la segunda opción", advierte  Pazzi. 

¿Y con 1989? 

    Otra de las grandes crisisi es la de 1989. 

    "La principal diferencia es que hoy hay un acuerdo vigente con el Fondo Monetario Internacional. Ello permitió engrosar las reservas del Banco Central y dotarlo de una masa de maniobra para hacer frente a una fuga de capitales", recuerda el economista Víctor Beker, de la Universidad de Belgrano.

    Agrega que en 1989, ya antes de las elecciones, el Banco Mundial había suspendido los desembolsos comprometidos con el Gobierno argentino. 

    "Hoy, el Central cuenta con U$S 66.000 millones en reservas brutas. Se estiman en unas 16.000 millones las reservas disponibles que podrían utilizarse para hacer frente a una corrida cambiaria. ¿Es mucho?"

    "Como faltan unos 40 días hábiles hasta el 27 de octubre, aquel total implica unos 400 millones de oferta diaria". 

    Para Beker, parece una suma razonable para hacer frente a un mercado que mueve unos U$S 2.500 millones diarios.

     Más allá de las comparaciones, una cosa es clara: es indispensable minimizar los efectos de las crisis. Si la clase política lo consigue, se habrá aprendido una valiosa primera lección. La que sigue es aprender a evitarlas.