Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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Mal-estar Nacional

   A simple vista y a juzgar por el título, podrías objetar-me ¿dónde quedó la Piscología? Celebro que te hagas esa pregunta.

   Soy plenamente consciente que los “últimos Temas Vitales”, dan un pequeño giro, es como si la mirada se dirigiera hacia “otros paisajes”. La pregunta que surge es ¿por qué la mirada se dirige hacia otras situaciones? Pues porque la Psicología se ocupa de “lo no dicho” pero también de aquellos ruidos que ensordecen.

   La implacable cifra de pobreza conmueve, también indigna; la nueva categoría “soy desocupado/a” en lugar de “estoy sin trabajo” habilita una nueva forma de identificación, identificación negativa, en la que no me defino por lo que soy sino por lo que no tengo, identificación basada en la carencia.

   ¿Dónde quedó la Psicología de cada domingo?

   ¡Está más presente que nunca!

   Discursos financieros y económicos abundan, desbordan; por ello la Psicología se hace presente ante cierta ausencia de ideas que imposibilita dar significados a todo lo que está sucediendo; “poner en palabras” de forma tal de poder comprender lo que nos acontece.

   Podemos pensar, y hasta he escrito hace un tiempo, sobre el binomio malestar/estrés, malestar/ansiedad, sin embargo “esta crisis depredadora” tiene efectos en nuestra subjetividad.

   Asimilar lo traumático, transformar el mal-estar, son tareas de la Psicología. Reflexionar sobre la “mescolanza” de cifras y justificaciones, analizar discursos y hasta acusaciones, y significar el laberinto en el que nos encontramos, son tareas de la Psicología.

   El objetivo no es revolcarse en una especie de lodo y verborragia, tampoco es escudriñar y contabilizar los golpes y las lastimaduras que no aquejan, sino que se trata de buscar y hasta construir caminos para salir del fango, recomponer y recomponer-nos, en el ambicioso afán de poner a salvaguarda nuestra subjetividad.

   No te confundas, no es pesimismo, tampoco es campaña en favor de unos/as o de otros/as, sino que es entender que cuando la pobreza azota, cuando los problemas se han complejizado, es momento de reconocer sufrimientos y empezar a pensar y a gestionar qué se hace con el dolor de los/as otros/as.

   Tampoco, a estas alturas, se trata de buscar culpables, de nada sirve juzgar a quienes creyeron en una propuesta y a quienes la rechazaban, navegar en mares de acusaciones y herencias generalmente termina sumergiendo en mayor malestar.

   ¿Qué hacer con el Mal-estar Nacional?

   Dicen que somos un “país pendular”, que oscilamos de un extremo a otro; el mal-estar genera movimientos, y así fluctuamos del desaliento a la exasperación. El desaliento conduce al abandono, a “tirar la toalla” a concebir la realidad como imposible de ser modificada; la exasperación habilita la toma de conciencia, la posibilidad de revelarse y salir de la impotencia que impone todo mal-estar.

   Cuando el mal-estar, que se reviste de múltiples formas, formas de ser y estar, de sentir y de expresar, también de significar y gestionar, es generalizado; tenemos que entender que entre la Nación que deseamos y la posible, entre la real y la ideal, hay una que urge, que no puede esperar.