Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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El “Plan V” no puede ponerse en marcha porque no existe un “Plan P”

La idea de reemplazar la candidatura de Mauricio Macri por la de María Eugenia Vidal es prácticamente imposible. No sólo sería admitir el fracaso de la gestión nacional, sino que Cambiemos tampoco tiene un sucesor para la gobernadora.

Archivo La Nueva.

Mariano Buren / elpais@lanueva.com

 

   Las desmentidas políticas sirven, en general, para acrecentar los rumores que se pretenden acallar.

   En ese sentido, el denominado “Plan V” -es decir la posibilidad de que la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, reemplace a Mauricio Macri en la boleta presidencial de Cambiemos- es el murmullo de moda de la temporada otoñal 2019.

   Los argumentos que sostienen esa alternativa son las encuestas: Vidal supera por varios puntos la imagen positiva de Macri, lo que se traslada casi automáticamente a la intención de voto a nivel nacional. 

   En muchos sondeos queda en claro que la mandataria provincial podría vencer al kirchnerismo o al PJ Federal en un escenario de balotaje presidencial, un resultado que el jefe de Estado hoy no está en condiciones de asegurarles al propio oficialismo ni a los mercados.

   Cuando se conocieron estos datos, hace ya algunos meses, el grupo más cercano a Macri -que incluye a la mismísima gobernadora- buscó reforzar el plan reeleccionista nacional a través de una escalada de reafirmaciones públicas, intercaladas con fotos conjuntas en modo "equipo de trabajo", como lo establece el manual de estilo del Pro.

   “Es tan buena que la queremos poner en todos lados, pero ella tiene que ser candidata a gobernadora”, salió el propio Macri, ante la insistencia del periodismo, apelando a la clásica estratagema de utilizar un elogio para anunciar una decisión tomada sobre alguien. 

   “Me sobra garra para estar en la Provincia los próximos cuatro años y acompañar al Presidente”, aseveró Vidal días después, como para apuntalar la frase anterior, por si alguien no la había escuchado.

   Pero el rumor se mantiene. Entre empresarios y periodistas, pero principalmente en otras zonas del oficialismo.

   “No hay que descartar que Macri no sea candidato”, sorprendió este miércoles el mendocino Alfredo Cornejo, titular del radicalismo. 

   No fue el primero, por cierto: el exvicepresidente Julio Cobos (“Si las condiciones macroeconómicas no se mejoran, me parece que hay que volver a poner la lupa sobre la posibilidad de Maria Eugenia Vidal”), el senador provincial Horacio López (“Si en algún momento el presidente decidiera, por la razón que fuera, no ser candidato, María Eugenia tiene que serlo”) y varios intendentes bonaerenses blanquearon la existencia del debate interno.

   Sin embargo la propia realidad de Cambiemos demuestra que es casi imposible que el “Plan V” prospere más allá del punto en que se encuentra. Porque, de hacerlo, más que acarrearle supuestos beneficios electorales le traería -al menos- dos serios problemas de fondo.

   Si Macri declinara en este momento su intento de reelección en favor de Vidal, estaría admitiendo abiertamente el fracaso de su gestión, lo cual no sólo ensombrecería las chances de la gobernadora al regalarle un argumento perfecto a la oposición, sino que una decisión así implicaría riesgos concretos para mantener la gobernabilidad hasta diciembre. 

   En la tierra de los campeones del mundo de la anomia, basta con imaginarse lo que podría suceder si el presidente resignara la centralidad y la iniciativa seis meses antes de entregar el poder. 

   La otra gran dificultad, de la que generalmente no se habla, es la ausencia de un “Plan P” (por Provincia): Cambiemos no tiene reemplazante para la gobernadora, nadie que pueda garantizar la continuidad del sello oficialista en un territorio con una marcada predilección electoral por el PJ.  

   ¿Cuántos dirigentes del Pro, la UCR o la CC están en condiciones de lograr, en apenas tres meses, instalarse ante la opinión pública bonaerense con la suficiente fuerza como para presentarse con chances competitivas en octubre?  

   Se trataría, además, de un cambio de estrategia que suena muy poco probable: Vidal comenzó a recorrer la provincia en 2013, cuando era vicejefa del gobierno porteño y faltaban dos años y medio para los comicios, una táctica similar a la que utilizó Esteban Bullrich para las legislativas de 2017. 

   Aunque pueda elaborarse un pequeño listado de potenciales candidatos, los riesgos que podría ocasionar ese desplazamiento de fichas son más que concretos: si la gobernadora pasara a candidatearse para la Casa Rosada, Cambiemos se expondría a perder las elecciones provinciales. 

   Todos saben que una derrota en territorio bonaerense condiciona la capacidad de maniobra de cualquier gobierno nacional. Es una convivencia incómoda, como la que mantuvieron Raúl Alfonsín con Antonio Cafiero (1987-89) y Fernando de la Rúa con Carlos Ruckauf (1999-01). La competencia a la vuelta de la esquina. 

   Por mucho que lo presionen los rumores y las encuestas, el macrismo ya demostró largamente que no es un espacio demasiado flexible. Pese a todas las señales, aliadas y ajenas, nunca consideró seriamente la activación del “Plan V”, apuntalado por un “Plan P” que lo respaldara. Tampoco lo hará en la recta final.

   La suerte del oficialismo, cualquiera sea, está echada. Cambiemos, a esta altura, ya no sabe ni puede cambiar.