Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Los parques locales: entre el uso, el abandono y la música

Una recorrida por los espacios públicos más utilizados por los bahienses da cuenta de virtudes y carencias.

Por Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

   Bahía Blanca tiene varios parques, pero hay tres en particular que cada día, en particular los fines de semana, congregan a miles de vecinos, que buscan estos espacios verdes para pasar la tarde, compartir momentos de ocio, de comidas y mates. 

   Cualquier entendido en cuestiones urbanas sabe de la trascendencia de estos sitios para el desarrollo social, aportando componentes clave como son el fortalecimiento de una identidad, una extensión de las viviendas, un lugar común donde las actividades generan un hilo conductor, donde se mira y nos miran, donde se escucha y nos escuchan.

   "El tiempo libre es el que dispone una persona para actividades cuya realización reportan satisfacción. Quiere decir descanso, entretenimiento y distracción del espíritu, tareas por el mero placer de hacerlas. Un recurso para la formación de la persona, para fomentar su desarrollo social y cultural y, finalmente, un derecho de todo ciudadano”, de acuerdo a los especialistas.

   De allí entonces que intervenir en estos espacios, potenciar su uso, mejorarlos es invertir en mejorar la calidad de vida de todos, que se fortalezcan los lazos que todo ciudad exige para su desarrollo y crecimiento. 

   Analizamos tres parques locales, su estado, su uso y sus características.

El parque de Mayo: el barrio de todos

    El parque de Mayo es el paseo por excelencia de la ciudad. 

   El más concurrido, el más amplio, el de mayor diversidad de actividades, el que más intervenciones recibe por parte de la municipalidad.

   Lo curioso es que el lugar nunca fue diseñado como parque. Su superficie y distribución es el resultado de un proyecto inmobiliario fallido. 

   El barrio Parque Adornado que se iba a desarrollar en el lugar, presentado en 1906, nunca logró concretarse y la comuna fue, década a década, logrando la propiedad de los centenares de lotes de la urbanización. 

   Si funciona como parque es porque se han ido delimitando secotres entre sus calles, pero su forestación poco tiene que ver con este tipo de lugares.

   El paseo desborda de gente los fines de semana, se ocupan sus fogones, sus grandes áreas soleadas y las de sombra. Los añosos árboles generan un adecuado paisaje, más allá que el mal estado de cientos de ejemplares motivó en una tala y extracción muy importante en los últimos años

   Si bien tiene sectores bien identificados --lago, juegos, pista de atletismo y de skate--, el lugar mantiene una integridad, a partir de visuales que permiten desde todos los sitios entender el espacio.

   Uno de los puntos a favor del paseo ha sido la puesta en valor de los bordes del arroyo Napostá, en el tramo comprendido entre el partidor y calle Casanova. Esa franja de terreno es de las más utilizadas por quienes hacen actividades físicas, con una propuesta paisajística de calidad y permite disfrutar del agua, más allá de la modestia del cauce y de la llamativa falta de mantenimiento del mismo.

   Pero además el parque se ha potenciado como nexo entre tres paseos exitosos: el de las Esculturas, el de la Mujer y la Carrindanga.

   El sector de los fogones es otro sitio de gran aceptación, que permite que desde temprano lleguen grupos al lugar. Incluso con un uso nocturno interesante. Lo mismo puede decirse de los tradicionales carritos, una propuesta gastronómica diferente.

   Más allá de no haberse concretado nunca los proyectos de reordenamiento y mejoras, el paseo se mantiene en buenas condiciones de uso y sigue siendo el gran referente. 

El de la Independencia, en un estado que apena

   A veces el mal estado de un lugar se manifiesta desde el primer signo. 

   El parque de la Independencia (tal su nombre original) tienen un acceso, por la avenida Pringles, con una tranquera de madera a la que le faltan tablas, atada con alambre, caída y vencida. Esa puerta anticipa el pobre estado del paseo. 

   La concurrencia es mucho menor que la del parque de Mayo y también inferior a la que el lugar registraba años atrás. Está evidentemente descuidado y, en parte, abandonado, más allá de las tareas de cuidado y mantenimiento que realiza la comuna.

   Las calles son poco menos que intransitables, plagadas de baches. Aunque está el jardín botánico, hay yuyales en varios lotes que no se usan y los juegos infantiles soportan de manera estoica los más de 60 años de colocados.

   Ya no está el zoológico que fuera la atracción del lugar desde su creación en 1911. Quedan las jaulas vacías, algunas casillas abandonadas, la sensación de que el traslado de los animales quedó a medio camino en cuanto al tratamiento del sitio que ocuparon. 

   El mercado de las pulgas no termina de consolidar su presencia. Se advierte cierta desprolijidad en los escaparates, sin propuestas que potencien el sitio. Ni siquiera se puede decir que el lugar desborde de gente, por el contrario.

   Hay además un paisaje que entristece. Todas las fuentes de agua están abandonadas, sin agua, fisuradas, rotas. El sector de las pérgolas no sostiene una sola enredadera, los bancos están semicaídos, rotos. 

   El que era un acuario se ha convertido en una propuesta sin sentido, se mantiene la calesita y las viejas piscinas construidas hace más de 70 años, con la misma estética de aquellos tiempos.

   Cuando asumió la actual administración comunal, el intendente Héctor Gay anticipó que este parque sería el primero en mejorarse. Habló de un concurso de ideas, de una convocatoria a las colectividades para hacer una gran feria. Nada se hizo. 

   Si un parque parece necesitar atención e inversiones, ese es el Independencia.

La ciudad que baila en Castelli al 4.000

   En 1993 y luego de varias discusiones en el Concejo Deliberante, la municipalidad concretó la adquisición de la quinta González Martínez, en Castelli al 4.000. 

   La propuesta del intendente Jaime Linares permitió sumar 32 hectáreas, un nuevo parque, el de la Ciudad. 

   La oposición del justicialismo a esa operación se basaba en la propuesta de destinar los 640 mil dólares a mejorar los parques ya existentes, todo, según señalaron, "en virtual abandono". 

   El predio guardaba claro aspecto rural, por sus instalaciones, con una rica forestación, llevada adelante por Modesto y Prudencio González Martínez.

   A tres décadas de la adquisición, el lugar mantiene aquella fisonomía, distinta a cualquier paseo. 

   Por un lado su ingreso: una tranquera que enmarca un camino bordeado por eucaliptus, típica entrada a un casco de estancia. Por otro, su organización: un gran espacio central libre de árboles, alrededor del cual se organizan distintos usos, bien diferenciados.

   El más particular de todos es el sitio donde se ubica un escenario y una pista de baile. Allí, cada domingo, decenas de parejas bailan toda la tarde al ritmo de una banda en vivo, rodeados de gente en reposeras que arma la particular geografía del lugar.

   A ambos costados de esa pista se ubica un mercado de las pulgas, muy concurrido y con gran animación. 

   Un sector de fogones se ubica a pocos metros, con mucha sombra, mesas y bancos. Hay un sector de juegos, se pueden ver construcciones originales del lugar y el museo de ciencias naturales.

   No es un paseo donde se hayan realizado inversiones importantes. No hay obras nuevas, pero el sitio es agradable, concurrido y con identidad propia.

   Le faltaría jerarquizar sus accesos, que tomara un aspecto más abierto y no estar alambrado como herencia de haber sido lugar de ferias y remates.

   Si se lo compara con los parques de Mayo e Independencia --tiene la cuarta parte de superficie del primero-- es el que menos aspecto tiene de parque, pero ha sabido sostener un aspecto de gran quinta que alienta a la estancia y el descanso.

   Potenciar sus usos actuales debiera ser el camino.