Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Días de promesas y juramentos

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   No sé si te pusiste a pensar y a sacar cuentas, entre los veinticuatro senadores, más los ciento treinta diputados nacionales, más los senadores y diputados que harán lo propio en sus provincias más los concejales en cada ciudad, y obviamente el presidente, la frase “si juro”, por estos días, sonará y resonará multiplicada ciento de veces.

   Algunos jurarán por Dios, los Santos Evangelios, por la patria, y no faltará alguno más vanguardista que añada alguna causa, “celebridad”, o prócer al juramento.

   Digamos que el juramento es un corolario, una especie de broche de oro de las promesas de la campaña.

   En estos días de “promesas y juramentos” cabe la preguntas: ¿cuáles son las reacciones psicológicas más frecuentes que se producen cuando los políticos no cumplen sus promesas?

   Una vez finalizada la campaña, las caras sonrientes de candidatos y candidatas van quedando atrás junto a los discursos pronunciados. La “grieta” está presente y se manifiesta a través de conductas; por un lado hay una gran expectativa, especialmente en aquellos que han votado por quienes resultaron elegidos, en la otra vereda están quienes resultaron vencidos “a la pesca” de cualquier movimiento de los adversarios.

   Luego “de jurar” y asumir cargos, al cabo de un tiempo, que cada vez es más acotado y de no cumplir con lo prometido, surgen una serie de sentimientos y emociones que se suceden como si fueran peldaños.

   Según expertos en conducta humana, el primer sentimiento que “florece” es de desilusión, luego aparece la tristeza y por último el enojo. El enojo es el más preocupante, y desde la Psicología es común advertir las dos formas en las que deriva esta emoción.

   Una de las formas del enojo es intentar salir del disgusto, buscar soluciones y opciones nuevas. Generalmente quienes experimentan este enojo son “ciudadanos partícipes y activos” que se mantienen informados respecto de las decisiones que se toman y de las políticas que se implementan; se convierten en evaluadores del desempeño del político.

   Otra forma que toma el enojo tras la decepción es conocida como apatía, que se traduce en una especie de indiferencia y hasta desánimo; ejemplo de ello es cuando dicen “todos los políticos son iguales”. El desinterés se acrecienta con cada promesa incumplida a la par por el desaliento a seguir participando en procesos de construcción; acudir a las urnas es algo que se quisiera evitar.

   En ocasiones extremas, cuando el enojo se reviste de impotencia, se amalgama con el dolor y se instala la queja, que tras no ser escuchada ni visualizada, como una bola de nieve que se agranda con cada injusticia, deriva en estallidos de violencia y furia como viene aconteciendo en países vecinos.

   El “juego” ya está en marcha; los candidatos juran, algunos cumplirán y otros “harán como si”, “como que cumplen”. Como en todo “contrato” la responsabilidad es compartida, nosotros tendremos que mirar y exigir y no caer en el “juego” de hacer “como que miramos y exigimos”. El “juego” ya está en marcha y al cabo de dos años habrá otra vez examen.