Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Leé "Alicanto", el cuento ganador del concurso literario

Fue escrito por Federico Oyarzu y Valentín Riera.

   Es cierto, yo odiaba al rico Anchorena. Pero tenía  mis motivos, claro que tenía mis motivos. Y no, nunca se lo dije. Ni a él ni a nadie, ¿cómo iba a decirlo? Si al pobre infeliz del vasco Zabala lo echaron como un perro por una gallina de mierda... y tenía hijos. Nada les importó. Y tampoco se lo dije a nadie;  la matera está lleno de ortibas y uno debe vichar bien antes de levantar la perdiz, ¿sabe?

   Yo lo odié desde el primer día que llegué a La Jacinta desde Acha, hace unos siete meses. Yo no soy muy avispado, pero no me gusta que me corran con la vaina...
Nunca dije nada de todo esto, y siempre cumplí muy bien las tareas. Por eso me quiere la peonada, soy rápido para trabajar y me gusta hacerlo solo. Acá hay muchos que se hacen los sota y se quedan faseando por ahí cuando yo hago lo que me mandan. Y me gusta galopiar solo con el tordillo, porque puedo pensar...

   Yo venía embroncado, y  por eso me fui a traer las  ovejas para que duerman adentro, sabe que es época de parición y las crías mueren enseguida. Estaba volviendo ya cuando vi un puma con una marita en la boca rumbeando para el ocaso. No lo quería cazar, no. No me gusta ensuciarme las manos, ni matar. Le indiqué al Matrero, el perro, que es más baquiano que la mitad de los peones que vienen a la siembra, que se llevara a las ovejas y yo me adentré para la Choique Mahuida. Y largo rato lo seguí al puma por las sierras, siempre para el lado del poniente, de lejos no más, de lejos para que no se espante. Ustedes los tordos no tienen idea, qué mierda van a saber. El puma es el animal más inteligente que tiene esta tierra. ¿Vio cazar un puma alguna vez? La presa no se da cuenta de nada hasta que no es finada. Y eso es lo lindo, ¿sabe? No se lo espera. Es muy difícil verlos cazar, por eso lo seguí aunque ya tenía la marita muerta. Pero son muy vivos estos bichos, y nunca te llevan a donde están los pichones ni donde apoliyan. 

   Me parece que él sabía que lo estaba siguiendo,  porque me llevó más atrás  de las sierras. Los pumas no suelen irse tan lejos de donde cazan, pero este se  estaba yendo.

   El matungo desconoció el lugar también y andaba medio asustado, ¿sabe? Y me empezó a cabretear para volver a las casas. Un momento que le perdí la vista y ya espiantó el puma. Tanto lo seguí que me comió la noche y tuve que apoliyar al sereno no más.

   Al alba salimos de nuevo para el rancho, y al poco andar un brillo en la mitad del campo me llamó la atención así que fui para allá. Una vieja  tapera, qué se yo de qué año, pegada a un montecito de caldenes secos. Era de esas casas viejas y chiquitas que tenían los paisanos, todavía peor que las nuestras. El sol de  la mañana hacía brillar las chapas que estaban caídas del viejo techo. Capaz los habían agarrado los indios a los pobres infelices que estaban ahí, porque estaba toda hecha pelota. Me acerqué de  curioso nomás, y al lado de la taperita había un corral de pirca y al lado un viejo aljibe rodeado de esa flor amarilla, que el matungo empezó a comer. No sé si sabe, allá en la capital  capaz no pasa, pero acá el agua está muy lejos, muy abajo. Y los pozos tienen que ser muy hondos para que se pueda sacar algo de agua. Este aljibe no solo era hondo, sino  se ve que estaba bien hecho porque no tenía ni una sola hendidura para afuera. Apoyé las dos manos para mirar más adentro y se me refalaron  por el musgo que tenía y casi me caigo adentro. Era una pared lisa de principio hasta donde pude ver.

   Ahí fue donde se me ocurrió en realidad.

   Agarré el pingo y él solito arrancó al galopito para las casas no más, que ya sabía dónde quedaba. Siempre que se vuelve a la casa el caballo va al galopito. No sé si sabe que el patrón, aunque es moishe, le gustan mucho los cuentos de paisanos y le tiene mucho miedo a los espíritus. También le gusta mucho el vento, todos lo saben. Esperé a la farra, donde podía cruzar palabra, y le pedí de hablar con él.

   Patrón, tengo que advertirle de algo -le dije. Anoche se me apareció el alicanto, patrón.

   El rico no conocía la historia, así que se la conté.

   “El alicanto es un pájaro enorme y brillante -empecé- que aparece donde hay plata escondida. Yo lo vi bien patrón, y estoy seguro que es el alicanto. Tiene un pico encorbado y grande, patas con garras que destrozarían un potro al medio. Lo vi hace unos días, mientras arreaba las ovejas. Lo vi pasando las sierras y lo empecé a seguir. Dicen que solo se les aparece a las personas de buen corazón, patrón, y por eso  me puse muy contento  cuando lo vi. Soy un buen hombre, ¿sabe? Como usted, que nos da trabajo. Por eso me puse muy contento cuando vi el brillo a lo lejos. Y yo lo seguí porque según cuenta la historia te muestra su nido, donde está lleno de plata. Me guió hasta una vieja casa, y se metió dentro de un aljibe que tiene que ser su nido. Yo corrí hasta el lugar y pispié para adentro, pero ya no pude ver nada. Pensé en buscarlo otra vez pero no me animé, ¿sabe? Porque cuenta la leyenda que si un mismo  hombre busca dos veces el nido, el alicanto lo mata. Pero usté patrón es un buen hombre, es un buen hombre...

   Pasaron varios días hasta que nos avisaron que el patrón estaba desaparecido y uno más hasta que encontraron a su caballo atado cerca del aljibe.”

   Entonces ya lo ve. Yo no maté a nadie, yo conté un cuento.