Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Alberto debe necesariamente construir su propio poder

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

Fotos Reuters, NA y Archivo La Nueva.

   Alberto Fernández tiene hacia adelante una titánica tarea que cumplir para sacar al país de su grave crisis social y comenzar a cumplir, aunque sea en una primera etapa, su compromiso delante de la Asamblea Legislativa de sacar del pozo a los pobres e indigentes que pueblan la base de la pirámide social.

   No es un desafío menor, porque viene añadido de cuestiones que no sólo hacen al éxito en el manejo de las variables de la economía que necesariamente necesita alcanzar. También tendrá que atender la política, y en modo especial de cara al frente interno si se recuerda que gobierna una variopinta coalición de peronistas. 

   Pero, además, es por ahora y hasta que no demuestre lo contrario un presidente que seguramente no puede declararse el dueño de los votos que lo depositaron en la Casa Rosada. Hasta que Alberto pueda dar vuelta esa percepción que engloba a propios y extraños, los votos son de Cristina. Con todo lo que ello implica y con los enormes interrogantes que deja abiertos.

   Para ponerlo en contexto, el presidente debe consolidar ese poder propio de aquí a las elecciones parlamentarias de 2021. 

   Alberto tendría que demostrar en ese acto, reconocen algunos confidentes, que ese triunfo en las urnas será suyo, que lo construyó con su propia gestión. Primer (gran) desafío:  las bonanzas económicas podrían verse recién hacia finales de 2020, reconocen sus propios economistas.

   Aunque hay divergencia entre observadores y analistas sobre si los gobernantes primero deben consolidar el poder económico para luego fabricar ladrillo sobre ladrillo el poder político, o si es exactamente al revés, que primero debe acopiar poder político para después enderezar la economía, en el caso de Fernández pareciera empezar  a surgir una variante a mitad de camino entre ambas definiciones: tiene que hacer las dos cosas al mismo tiempo. 

   Lo que se ve a primera vista luego de cinco días al frente del gobierno, es que Fernández se armó de un equipo propio,  casi sin excepciones como no sea la del camporista y cristinista Wado De Pedro, para resolver la enorme crisis de la economía. Y del mismo modo, aunque en este plano a priori se supone que le estaría costando más que lo que él mismo habría supuesto, busca agregarse la necesaria  cuota de poder político con hombres y mujeres de su confianza en áreas claves, el apoyo casi irrestricto de sindicalistas y también de empresarios que se han puesto "a su disposición. 

   Además de la promesa que empezaría a cumplir desde ahora mismo de federalizar su gestión en base a un trabajo de apoyo mutuo con los gobernadores. 

   Hay en ese camino algunas sugestivas acciones preferentemente atadas a la política que podrían complicar ese tránsito del flamante presidente en busca de aquellos dos objetivos. Curioso, o no si se repasa de dónde parte, provienen más desde el interior de su coalición que desde la oposición, que ha comprometido apoyo aunque no se privará de criticar aquello que le parezca mal, por caso los superpoderes que buscará Alberto en el paquete de leyes que van al Congreso.

   Más claro: hay en la superficie una impresión que gana adeptos que pareciera sugerir que Alberto y Cristina, en temas puntuales, no están tocando la misma partitura. Más preocupante todavía es la comunión expresa de la doctora con Axel Kicillof. Y con otros actores que le responden a ella en cuerpo y alma, y no tanto al hombre al que en la intimidad consideran sólo el depositario de los votos de su jefa.

   Pasó en Quilmes durante la asunción como intendenta de la camporista Mayra Mendoza, con Cristina a su lado. Mayra dijo con todas las letras que "Cristina es nuestra presidenta del corazón". En La Plata, mientras Cristina ocupaba la silla central del palco presidencial en la Cámara de Diputados, con Alberto sentado a su izquierda, hubo más elocuencias sobre esas preferencias. 

   En su discurso de asunción, cuando la pareja presidencial ya se había retirado, Kicillof dijo que esperaba que Fernández "haga lo mismo"  tras anunciar que anulará el aumento de tarifas de la exgobernadora Vidal. ¿Pedido o reclamo?

   La vicepresidenta puso después en un aprieto al presidente. Fue en La Matanza otra vez junto a Axel cuando desafió a un nuevo reparto de fondos desde la Nación hacia la Provincia y la Ciudad.  Depende de Alberto, y no de la voluntad de Rodríguez Larreta, terminar con lo que para ella es una inequidad absoluta que los porteños "tengan  agua y luz hasta en los arboles" mientras s los matanceros "chapotean en el barro". Omitió claro que ella vive en un piso en Recoleta, y que el peronismo gobierna La Matanza desde 1983.

   Ese combo, que arrancó con el discurso pacifista de Alberto el día de la asunción contra las arengas de barricada de Cristina en el festival de la Plaza de Mayo, o de Axel en La Plata luego de asumir, lejísimos los dos de querer terminar con la grieta, llevó a reflexionar en voz baja a un funcionario recién llegado: "Lo que Alberto teje por la mañana, Cristina lo desteje por la noche...".