Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Un año sin el Teatro Municipal

   Es importante entender que el lugar no es propiedad de unos pocos que pueden decidir establecer un cerco alrededor del edificio y de su futuro.

   Termina el año y la ciudad ha resignado en su transcurso el funcionamiento del Teatro Municipal, un espacio emblemático desde lo cultural y una de las obras destacadas en la historia local.
   La decisión de cerrar el edificio fue tomada atendiendo las pésimas condiciones de seguridad que presentaba. Es una actitud que se debería haber tomado mucho antes, sin que admita ningún cuestionamiento.
   La instalación eléctrica del edificio es calamitosa: tanto su tendido como los tableros. Profesionales de la Universidad Tecnológica Nacional que hicieron una inspección visual indicaron el peligro de electrocución para cualquier persona que estuviese en esas dependencias.
   Aunque parezca increíble, tampoco contaba con la habilitación que entrega el cuerpo de Bomberos para garantizar la seguridad el lugar en caso de incendio, un tema crucial para el funcionamiento de cualquier edificio de carácter público.
   A esto deben sumarse un conjunto de situaciones inadecuadas, desde calderas en mal estado, pasando por acumulación de materiales inflamables, carencia de salidas de emergencia y falta de adecuaciones propias de los nuevos tiempos.
   En lo que va del año no se ha avanzado demasiado para revertir esta situación. Desde la Municipalidad han hecho reserva de los trabajos en detalle, sin informar cuáles son los avances realizados o los plazos de ejecución.
   Se mencionó que el presupuesto 2020 destinará 35 millones al coliseo, pero no se tiene conocimiento de cuál es la inversión necesaria para pensar en su reapertura. Tampoco si ya hay proyectos, si habrá licitaciones y qué trabajos hay en marcha.
   Es importante entender que el teatro no es propiedad de unos pocos que pueden decidir establecer un cerco alrededor del edificio y de su futuro. Es una obra de la sociedad, que hace más de cien años aportó dinero para su financiación y que tiene derecho a conocer qué será de su futuro.
   No es un precio menor el que paga la sociedad al mantenerse cerrado. Sería sano saber qué pasará con el edificio, qué planes se tienen, cómo avanzará la obra. En época de datos abiertos, no pareciera razonable que unos pocos decidan qué datos divulgar.