Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Cuando la sociedad estalla

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   Personas con inquietudes y padecimientos similares, compartiendo el “sabor amargo” de esa mezcla de impotencia y frustración, con sentimientos y vivencias comunes que se van fraguando al son de una resistencia que ya no puede resistir.

   Esos sentimientos y significados comunes, que “van tomando temperatura” alcanzando un estado de “ebullición social”, son los que legitiman esa “estampida”. Estampida que por cercanía en un mapa o porque simplemente lo que le ocurre al “otro vecino” debiera interpelarnos, habilita preguntas.

   Y un día, Chile, el país vecino, al que desde algunos sectores se lo mencionaba como “ejemplar” por su modelo económico, financiero, social, tambalea y se sacude como si un movimiento sísmico típico de la región amenazara su estructura.

   No es casual, es como si una chispa de indignación encendiera una llama que se propaga y se torna en imparable. Asistimos a revueltas y protestas en las que las personas toman la calle. Latinoamérica nos interroga, pero las protestas también sucedieron en los países árabes, en Europa y en Estados Unidos.

   ¿Cómo se construye el estado de ánimo de una sociedad? ¿Cuáles son los fenómenos capaces de alterarlo para que la gente salga a la calle?

   A simple vista pareciera que los hechos se repiten cada vez con mayor frecuencia, a tal punto que se pueden advertir factores comunes; un patrón de conductas que se reitera de forma masiva pero que forma parte de una trama más profunda.

   Cuando la gente sale a manifestarse a la calle no son episodios inconexos, son el síntoma de una dolencia social, de un malestar colectivo que se ha extendido y que debiera interrogarnos.

   Para la Psicología y la Psicología Social el estado de ánimo de una sociedad está profundamente ligado a las condiciones materiales y sociales de existencia. El deterioro de las condiciones de vida incide sobre la fragilización del cuerpo social generando protestas y estallidos.

   No son “revoltosos”, pues cuando lo que está en juego es una “forma de ser, de estar y de vivir”, que produce estados de temor, incertidumbre, desamparo y hasta pena, y que no son fenómenos momentáneos sino que se instalan afectando las identidades, devienen en manifestaciones masivas.

   La indignación o el enojo son tal vez esa chispa inicial, luego una acumulación de frustración, impotencia y rabia están en la base toda movilización social. El estado de ánimo y el humor social se va esculpiendo a partir de la capacidad de conectar vivencias emocionales, con la experiencia más amplia de las condiciones de vida vulneradas y padecidas individual y colectivamente.

   Para que un problema surja hay un entramado que lo condiciona; y cuando el dolor, dolor profundo que deriva en enojo, tristeza y frustración, cuando la rabia y hasta la impotencia son contenidas por mucho tiempo, encuentran en las calles la vía de canalización, el humor masivo irrumpe en ese entramado, voces particulares suenan en un clamor fusionado en medio de ese contexto de enorme desigualdad.