Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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La posibilidad de lo incierto

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   Hay múltiples opciones, van desde el tarot, horóscopo, numerología, runas, i-ching, quiromancia, oráculos… Saber lo que nos va a pasar es algo que a más de uno le interesa y también inquieta, así se inicia un camino de consultas a “adivinos” que combinando la sugestión y las predicciones generales los pronósticos terminan siendo “nada”.

   ¿Cómo “manejar” la incertidumbre? ¿Puede ser motivadora esa sensación de no saber qué va a pasar? ¿Cómo sobrellevar estos tiempos inciertos?

   Para muchos el escenario actual ofrece más incertidumbre que certezas. La incertidumbre no goza de “buena prensa”, por eso es momento de hacer una pausa y dejar de buscar respuestas en oráculos y videntes y entender los beneficios de la duda.

   La incertidumbre está relacionada con esa necesidad que tenemos de saber qué va a pasar a continuación, de forma tal que nos podamos anticipar, lo podamos controlar y no nos tome desprevenidos.

   Saber si va a llover para llevar paraguas, conocer el estado del tránsito para llegar a tiempo, son ejemplos simples en los que anticiparse está dentro lo esperable; distinto es cuando se quiere saber por anticipado cuestiones que requieren de otros procesos de formación y construcción como puede ser una relación de pareja, un trabajo, un cambio de lugar de residencia.

   La incertidumbre va de la mano con la motivación, y aunque varía dependiendo del grado y del ámbito en el que aparezca la gran duda, para muchas personas es insoportable.

   Tal vez te resulta paradójico, pero en lo intolerable de la incertidumbre reside su carácter motivador, pues quien se siente acechado por la vacilaciones intentará actuar para reducirla, al menos hasta que se encuentre en los niveles aceptables.

   Es evidente que hay personas que toleran estos “tiempos inciertos” mejor que otros y según explican las “ciencias verdaderas” se dedican muchos recursos cognitivos para resolver la incertidumbre máxime si la tolerancia es baja.

   Según la Psicología, la persona tiende a buscar información para tener certezas, busca respuestas rápidas a sus interrogantes como si todo tuviera que ser develado ya, “aquí y ahora”; la falta de información y de respuestas genera estados de incomodidad y ansiedad entrando en un callejón que es percibido incierto y sin salida.

   Esperar no es sencillo, aferrarse a una única respuesta aumenta la incertidumbre y también acrecienta el sufrimiento; cuando se juega y se apuesta “a todo o nada” a “blanco o negro” se reducen las posibilidades, las respuestas quedan sujetas a escasas opciones y consecuentemente también se reducen las opciones de afrontar el futuro.

   La incertidumbre no goza de buena fama y tal vez debiera ser momento de reivindicarla en lugar de “manejarla”; estamos atravesados por una especie de milagro llamado duda y no se lo suele valorar ni se le concede el lugar que se merece.

   A mayor misterio más atractivo es el camino; vacilar, titubear ante cada decisión e intentar avanzar a pesar de lo incierto y de los riesgos, lejos de ser una adversidad es precisamente lo que le da sentido a la vida.