Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Eusebio y Marcelina, una historia de amor con más de 70 años

Se conocieron cuando ella tenía 10 y él 13. Hoy, con 89 y 92 años de edad, siguen queriéndose como el primer día. 

Fotos: Agencia Coronel Suárez

   Hay matrimonios que con solo verlos evocan la historia de toda una vida juntos. Este es el caso de Eusebio Reser y Marcelina Stadelmann, que hoy cumplen 70 años de casados.

   Viven solos, en su casa de calle Lavalle, en Coronel Suárez, desde hace 26 años; antes lo hicieron en el campo. Saben de trabajo duro, de despertarse temprano y de criar a sus hijos en comunión con los vecinos camperos. 

   Él destaca la comida de ella, mientras que Marcelina dice que Eusebio siempre está cuando lo necesita. Sus 15 bisnietos los adoran, lo mismo que sus hijos y nietos. Hace tiempo que cosechan lo que han sembrado toda la vida.

   Pablo Reser, su nieto, comenta que “tienen mucha memoria; siempre nos cuentan de su etapa en el campo, de quiénes eran sus vecinos y cómo era Suárez en ese entonces”.

   Marcelina cuenta que conoció a Eusebio cuando ella tenía solo 10 años y él 13. Eran vecinos de campo, en la zona de La Primavera. Se hicieron amigos y compañeros de juego. 

   “Antes era distinto, pero nosotros con la mirada ya nos queríamos. Había que pedir permiso a los padres. Nos pusimos de novios cuando yo tenía 15 y él 18. Nos casamos un 8 de octubre de 1949”, recuerda.

   Hoy festejan 70 años de ese amor, sus Bodas de Titanio. Se muestran confiados en que llegarán a festejar las de Brillantes, los 75 años y a juzgar por su espíritu, quienes los conocen aseguran que lo harán. 

   Tuvieron dos hijos, que a su vez les han dado muchos nietos y bisnietos.

   “Les digo: ‘ojo, van a llegar los tataranietos’; y no estamos lejos”, avisa Eusebio. 

   Pablo recuerda que sus abuelos trabajaron toda la vida en el campo, produciendo sus alimentos, huevos, leche, carne y verduras, que además vendían en Coronel Suárez.

 

   “El campo era chico, heredado de sus padres; por eso producían en mediana escala y vendían los productos los fines de semana en Suárez. Los nietos siempre los ayudamos en la tarea. Mi abuelo fue contratista rural y tuvo maquinarias; después llegó el tiempo de la jubilación y establecerse en la ciudad”, agrega.

   A la hora de hablar de su mujer, Eusebio se emociona y se pone nervioso. No le gusta expresar abiertamente sus sentimientos, pero no puede dejar de reconocer que sigue enamorado de la manera de cocinar de Marcelina. 

   “La mejor comida alemana la hace ella, no hay plato que no sepa hacer. Gracias a Dios cocina muy bien y nos llevamos a las mil maravillas”, cuenta.

   Marcelina asegura que su marido es muy bueno, a pesar de alguna rabieta temporal que -como un pacto que ha dado resultado a lo largo de los años- buscan que se esfume a la hora de irse a dormir. 

 

   “Luchamos juntos, siempre tiramos para el mismo lado. Hemos discutido pero jamás pasamos un día sin hablarnos”, agrega. 

   Pablo comenta que “son muy tiernos”.

   “Nuestros hijos, es decir, sus bisnietos, pasan por la casa entre semana; les gusta estar con ellos y eso es algo que no se ve todos los días. La brecha generacional no se nota, están muy integrados. Como pareja siempre los hemos visto con una armonía absoluta. Mi abuela administra todo desde su cabeza y mi abuelo ejecuta desde lo físico”, asegura. 

 

   La casa de calle Lavalle es visitada constantemente por hijos, nietos y bisnietos; todos se esmeran por pasar un rato, por compartir una comida y por saber que nada les falta. 

   Hoy, ese lugar será una fiesta y no trabajará nadie.

   “No voy a cocinar, festejaremos afuera en familia y asistiremos a Misa”, finaliza Marcelina. (Agencia Coronel Suárez)