Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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¿Quién tiene afectado el cerebro?

   ¡5º año y no estoy hablando de egresados!

   Es el “quinto año” consecutivo que el tercer domingo de agosto escribo enfáticamente sobre la Infancia. Me “azota” la culpa y la terrible exigencia, pues en el intento de ser original, de intentar no repetir, ni repetirme, la tentativa es en vano.

   Me hubiera encantado escribir casi un “mágico mundo de colores” rematado por un “Feliz día del Niño/a”; ni mágico, ni colores. La realidad es cruel, y para quienes no nos hacemos los “otarios”, la vemos en blanco y negro, ahí nomás, sin pantallas, cerquita, en la esquina.

   No le quiero amargar el domingo, máxime si hay niños en su familia y logró poder organizar un festejo. Hoy las preguntas son pocas, pero debieran despertarnos, sacarnos de la indiferencia y el letargo.

   ¿Qué relación hay entre la pobreza y el cerebro? ¿Quiénes son los “desnutridos emocionales”?

   ¡Cuánto dolor me causa transcribir los datos arrojados por el informe de Barómetro de Deuda Social de la Infancia de la Universidad Católica Argentina!

   En nuestro país la pobreza alcanza al 48,1% de los niños; un 17,6% tiene déficit alimentario y un 8,5% sintió lo que es el hambre durante 2017. ¡Preocupante! ¡Realidad dolorosa!

   No soy “negativa, mucho menos “mala onda”, pero si “a esta foto” de la realidad le agregamos la inflación, la devaluación, “la corrida”, la pérdida del poder de consumo por el impacto en los salarios, el panorama respecto de la nutrición, la crianza, la socialización, y la educación, es poco alentador.

   Duele, conmociona y desgarra saber que un 33,8% de nuestros niños se alimentan en comedores; casi como una cachetada días pasados hicieron un conteo de galletitas en los comedores escolares.

   ¿Debería hacernos ruido? ¿Debería llamar la atención? ¿Cómo garantizar aprendizajes significativos cuando lo que suenan “son las tripas de los chicos”?

   Quienes accedemos a imágenes y estudios de resonancia magnética en las que se pueden comparar las diferencias entre recién nacidos en hogares con mayor y menor poder adquisitivo, advertimos las diferencias: los más desfavorecidos presentan hasta un 10% menos de materia gris.

   La pobreza, opera como acta de defunción anticipada, afecta capacidades cognitivas y consecuentemente hay mayor probabilidad de fracaso escolar. A su vez, impacta en el desarrollo físico por el déficit alimentario y también genera desorden emocional.

   La deprivación no solo garantiza “delgadez” o el “abdomen abultado” por la ingesta de carbohidratos, sino que como asegura Eldar Shafir, psicólogo, especialista en Ciencias del Comportamiento y Políticas Públicas, equivale a poseer menos espacio cognitivo que permita pensar y concentrase, ya que la mente está “ocupada” por otras preocupaciones: subsistir.

   Raciones escasas, falta de cuidados, carencia de estímulos, condicionan y afectan el cerebro; certificando el debilitamiento y hasta la desaparición de circuitos y conexiones neuronales para procesar información, que de persistir favorece al estrechamiento de la corteza cerebral.

   ¡5º año y no estoy hablando de egresados! A estas alturas la cuestión de la Infancia es una asignatura que como sociedad tenemos previa.

   Que la pobreza afecta el cerebro ya no caben dudas, pero me pregunto: ¿Quién tiene el cerebro más afectado? ¿Quién está más desnutrido emocionalmente?

   Seguramente aquellos que tienen “la panza llena”, aquellos que tienen mayor grado de responsabilidad y de poder, aquellos que mandando a “contar las galletitas”, y pudiendo hacer algo serio y en serio, no lo hacen.

   En nuestro país la pobreza alcanza al 48,1% de los niños. ¡Feliz día del Niño/a para el resto!