Bahía Blanca | Martes, 16 de abril

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¿Necesito terapia?

   ¿Tapar? ¿Encubrir? ¿Destapar? ¿Descubrir? ¿Negar? ¿Hacerse cargo? ¿Debilidad? ¿Fortaleza?

   Los interrogantes podrían “multiplicarse” y hasta algunos también podrían esgrimir argumentos fundamentados en la disponibilidad de dinero, pero si bien el cliché reza que “la salud no tiene precio”, las preguntas en torno al bien-estar son muchas.

   ¿Qué valor le doy a mi salud? ¿Cuánto estoy dispuesto a invertir? ¿Qué precio tiene el propio bienestar? ¿Sirven las terapias gratuitas? ¿Solucionar el problema es cuestión de semanas, meses, años, la vida entera?

   Tal vez al cabo de estas preguntas, Usted mi querido lector, recurre al “método” de los 8 millones de argentinos: psicofármacos.

   Según publica un diario nacional el año pasado “se prescribieron 99 millones de recetas y dispensaron 124 millones de envases de 30 comprimidos”. ¡Alarmante!

   En tiempos de crisis en los que también se “miltiplica” la ansiedad, el estrés, la depresión, el insomnio, la angustia, los problemas cobran dimensiones que parecieran inaprensibles; a la lista se agregan discusiones familiares, desinterés en la pareja, apatía para con los hijos, falta de acceso a lugares de ocio y esparcimiento, y… todos los problemas que Usted se pueda imaginar.

   ¿Empastillarse? De acuerdo con las cifras pareciera una salida, momentánea. ¿No será el momento indicado para acudir a un terapeuta?

   Atrás ha quedado el paradigma que solo recurren al psicólogo “los locos” o los débiles; por el contrario, es un acto de valentía, de inteligencia y de responsabilidad pedir ayuda profesional cuando se experimenta que las fuerzas se agotan y no se visualiza una salida.

   Muchos se preguntan ¿qué puede aportar una terapia? Simplemente muchos beneficios.

   Los conflictos son inherentes a la persona, el desafío es saber lidiar con ellos, máxime cuando en algunos casos, -la muerte-, no tienen solución. Bastan unas sesiones para mirar los problemas desde otro ángulo, relativizando, aceptando, y aprendiendo nuevas formas de enfrentarlos o por qué no de solucionarlos. ¡Para problemas propios, herramientas propias! Solo hay que descubrirlas.

   Desarmar un sistema de creencias demanda tiempo y esfuerzo. Las adquirimos a lo largo de toda la vida, de forma casi imperceptible. Son las responsables de nuestras limitaciones, son como “lentes” a través de las cuales miramos, juzgamos, actuamos, sentimos, vivimos. Conocerlas, identificarlas, revisarlas, analizarlas, refutarlas y hasta modificarlas, son la llave que solucionan muchos conflictos.

   Negar, tapar, encubrir, o postergar un problema es como “meter la basura debajo de la alfombra”, siempre estará allí. Poner en palabras sentimientos ocultos, pensamientos, experiencias reprimidas, en un marco de confianza, confidencialidad y libertad, teniendo como interlocutor a un profesional que escucha sni juzgar, habilita procesos de catarsis; aliviana la “pesada mochila” y libera.

   Algunos objetan que “la terapia no sirve”, sin embargo Barsaglini, Sartori y otros, en The effects of psychotherapy on brain function: A systematic and critical review. Progress in Neurobiology, revelan los cambios que se producen a nivel cerebral, cuando a partir de la terapia se abordan conductas, sistemas de creencias y estados emocionales.

   Yoga, reiki, una pastilla, tomar un café con un amigo, son pseudo soluciones; conocer la conducta humana, realizar un posgrado, contar con experiencia, es ofrecer la posibilidad a quien tiene un dolor arbitrario, que pueda aprender a admitir, a poner la voluntad para generar un cambio, a crecer, y alcanzar el tan anhelado Bien-Estar. Nos vemos en la próxima sesión.