Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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“¿Ya tenés el último Emepé?”

Este es mi último Emepé, como le decimos por acá a esta columna a la hora de entregarla a los editores: “¿Ya tenés el Emepé?”, escucho por última vez.

La estoy escribiendo en birome y papel solo en la cocina de casa. En birome y papel como tomé nota casi siempre a la hora de hacer una entrevista, apuntar los detalles para el comentario de un partido de básquet o contar cómo fue un acto político... Cosas de viejo.

Esta columna es lo último que voy a escribir en La Nueva. Una columna que nació hace más de 10 años, según me confirmó un compañero al que le gusta navegar en los archivos.

La propuesta fue de otro compañero:

—¿Por qué no te escribís algo de lo que pasa en los cafés de Bahía?

Y me metí en ese mundo que ya me gustaba. Empecé contando esas historias de los cafés bahienses, después siguió con historias en los colectivos y se fue transformando. 10 años a unas 50 y pico por temporada me dan un número superior a 500. ¡¡¡500 columnas!!! Y lo reconozco: a veces la pantalla vacía era un placer... otras, una carga.

 

* * *

 

No sólo quería hablar de la columna en esta última columna. También de mi agradecimiento de pertenecer a esta rara locura llamada periodismo. A esta raza extraña. De perros verdes.

Periodista, profesor de historia, ciencias políticas... No iba a salir de ahí la manera de ganarme la vida. Lo supe casi desde mi adolescencia. Y elegí esta.

Amo y detesto mi profesión según cómo me levante, según las amarguras, según cómo me quedó una nota, según un archivo perdido, según el placer de entrevistar a gente interesantísima, según haber estado en momentos históricos.

Aprendí a ser periodista dentro del diario. Al lado de otros periodistas generosos: viejos y jóvenes. Aquellos viejos de mis primeros años y estos jóvenes de mis últimos tiempos. Los viejos que me enseñaron los secretos del papel y los jóvenes que me metieron en la maravillosa web.

 

* * *

 

Voy a poner el último punto. Me cuesta. Ya está: no lo pongo