Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Apostar a Cristina, un arma de doble filo

   El presidente ha dado esta semana señales más que claras respecto de una sensación que flotaba en el oficialismo y que se venía venir: irá por la reelección en 2019. Aunque suene a poco, pese a que todos los indicios que se recogen en el gobierno y en el macrismo lo confirman, Mauricio Macri destapó la estrategia en una sesión en vivo con los usuarios a través de una de las redes sociales que más le gusta utilizar. Allí dijo textualmente que estará en el cargo todo el tiempo que los ciudadanos lo necesiten.

   Faltó agregar a ese mensaje, aunque hacía poca falta, que él mismo ha dicho una y otra vez que para completar la mayoría de las asignaturas que se planteó al llegar a la Casa Rosada se necesitan “veinte años” de crecimiento consecutivo de todas las variables económicas y sociales. Macri, lo dicen sus confidentes, se ve desde esa perspectiva como un presidente con reelección, y que al cabo de esos ocho años uno de sus delfines lo sucederá para continuar hasta completar buena parte de aquel plazo. María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta, y hasta el mismo Marcos Peña, aparecen en esa línea sucesoria. Todo esto último política ficción, también es bueno decirlo, para un país donde la semana que viene puede significar un futuro inalcanzable.

   Lo único real y a la mano en este momento es aquella certeza, cuando en medio de la crisis cambiaria que se inicio en abril, los problemas que el gobierno tiene para relacionarse con los gobernadores del peronismo y abrazar una transición razonable hacia la búsqueda de un poco de mejores vientos, la inflación altísima que empieza a comprometer las metas acordadas con el Fondo Monetario, el sostenimiento a niveles intolerables de la pobreza y varias batallas por librar, una de ellas con el sindicalismo en pie de guerra, la idea del segundo mandato asegurado había comenzado a flaquear hasta en el propio riñón del partido amarillo. Ni qué decir de la incertidumbre en el resto de la coalición Cambiemos.

   Hay una segunda novedad en el marco de la decisión del presidente de lanzarse ahora mismo a la campaña electoral por su reelección: colocar definitivamente en el otro rincón del ring a Cristina Fernández. Macri quiere buscar la reelección en octubre de 2019 en un mano a mano con la expresidente. “No hay vuelta atrás, para garantizar el futuro tenemos que vencer la tentación de volver al pasado”, explicaba el viernes la estrategia un funcionario de la segunda línea política de gestión. Ese mismo hombre recordaba que el propio Macri deslizó en alguna oportunidad, no hace mucho tiempo en una de las tertulias de Olivos con la mesa chica y otros confidentes, que estaba cada vez más convencido que la única vía posible para que el país termine con los bandazos y los ciclos de crecimiento y decadencia es un mano a mano en las urnas entre ellos dos. “Es ella o yo”, le habrían escuchado decir en tono desafiante al hombre que está convencido que más allá de los problemas y la comisión de no pocos errores de gestión, es el responsable de llevar al país de una vez por todas hacia una estabilidad política, económica y social.

   Hay algunos bemoles que cabría plantear antes de dar por sentado que las cosas son como las cuentan desde las usinas de comunicación del oficialismo. Para empezar, Macri atravesaría hoy según algunas encuestas que ha leído uno de los pisos más bajos de intención de voto desde que llegó a la presidencia. Los factores de ese bajón son conocidos y han sido mencionados. Cabría agregarle lo que surge de esos muestreos, pero también, y no menos importante, de los focus groups que realiza cada tanto Jaime Durán Barba. En ese derrotero, el presidente perdió el favor no sólo de los independientes que lo votaron en 2015, sino de los ahora llamados “desencantados”, identificados como el núcleo de votantes que lo sostuvo en la primera vuelta de ese año y en el balotaje contra Daniel Scioli. También aparecen en ese listado hasta quienes se inclinaron por Cambiemos, pese a que ya manifestaban sus primeras desesperanzas, en las legislativas de 2017, luego de los cuales Macri alcanzó su pico de popularidad.

   Una de esas encuestas, por primera vez, ubica a Macri un punto y medio de intención de voto por debajo de Cristina. El trabajo reposa en un escritorio del ministerio del Interior. Los voceros contraponen ese dato con otro que también reflejan los independientes: la doctora ciertamente podría ganarle a Macri en primera vuelta por una uña. Pero perdería inexorablemente en la segunda vuelta por el espanto que produciría en enojados, desencantados, desesperados y escépticos, la posibilidad de un regreso del populismo kirchnerista. Echan mano a un viejo argumento. Suponen que el electorado “se sacará la bronca”, “le dará un susto” a Macri, como suele ocurrir durante las legislativas donde no se vota gestión. Pero que no habrá suicidio colectivo en segunda vuelta .

   No todos en el oficialismo están de acuerdo con plantear ahora aquel “ella o yo” de Macri de cara a las elecciones presidenciales. Sostienen que es un cuchillo de doble filo hacerlo justo en medio de los esfuerzos por cumplir con el Fondo y mostrarse como un país previsible frente a los remisos inversores externos. “Si creen que ella puede volver, acá nadie pone un peso”, dice uno de esos hombres preocupados por una apuesta, la de Macri, que parece más una obsesión personal que un desafío institucional.