Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Un decreto que salió con fórceps

La columna semanal de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

NA

   El decreto firmado por Mauricio Macri publicado hoy en el Boletín Oficial mediante el cual el gobierno de Cambiemos procura ahorrarse unos $ 22.000 millones para contribuir a la reducción del elefantiásico gasto público fue lo más parecido a un parto. "Salió con forceps", graficó un funcionario al tanto de la cocina previa de la norma legal y de los encontronazos internos que provocó antes de su alumbramiento oficial.

   Ya ha sido contado en estas páginas, cuando la norma legal transitaba los recovecos legales y prácticos para ponerse en línea con la orden presidencial de ahorrar gastos improductivos o que no sean absolutamente necesarios, que hubo algunos enfrentamientos de nota entre los emisarios de la mala nueva y los avisados de que tendrían que afinar el lápiz.

   De un lado del ring estaban los vicejefes de Gabinete, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, y por encima de ellos el ministro de Modernización, Andrés Ibarra. En el otro rincón, casi sin excepción, ministros y secretarios de Estado, como también directores de entes nacionales como la Anses y la AFIP, por citar apenas algunos de los nichos donde había plata para ahorrar.

   "Que me lo pida (Marcos) Peña", fue una de aquellas frases célebres con la que un funcionario recibió la orden de recortar, prueba además elocuente del poco aprecio que aquel dúo y brazo ejecutor del Jefe de Gabinete recoge entre el resto de la plana mayor del gobierno."No te lo pido yo, lo ordena Mauricio", era la respuesta invariable de Quintana o Lopetegui ante la menor resistencia.

   "¿Y vos en que área pensás recortar?", le devolvió con ironía un secretario de Estado a uno de esos dos funcionarios cuando finalmente y después de jugar un par de días al teléfono descompuesto, consiguió comunicarse.

   "Nadie quiere resignar gastos, o personal, que hacen a la función, porque ellos (el dúo de vices)son los mismos que después te sientan con la carpetita de productividad y te toman examen", dice aquel funcionario que sabe cómo las gastan en el primer piso de la Casa Rosada a la hora de exigir resultados, solo que ahora encima les reclaman que sean igual de eficientes pero con la mitad de los fondos.

   Algunos quejosos esgrimieron razones para no recortar, o no recortar en la proporción que se les reclamaba, vinculadas a la "calidad" del servicio que por otro lado se les exige prestar. Por caso, el artículo que congela el ingreso de personal hasta fines de 2019 que no cuente detrás con la correspondiente partida presupuestaria. Sostienen que si no pueden incorporar a sus estructuras personal calificado proveniente de la actividad privada, deberán arreglarse "con lo que hay".

   En no pocos casos "lo que hay" es personal estatal de planta que viene de gestiones anteriores, entre ellos -a veces, no en todos los casos- resaca del kirchnerismo y de la ola de ingresos de última horneada que firmó Cristina Fernández hasta horas antes de dejar el poder el 10 de diciembre de 2015. Una tropa que por lo general se la identificaba como proveniente de La Cámpora, la agrupación ahora en decadencia que comandó Máximo Kirchner.

   "Es una excusa para no recortar, hace dos años largos que estamos en la gestión y esos problemas, si se plantearon, fue al principio", decía allá por finales de marzo uno de los dos vicejefes de Gabinete cuando la orden de pasar la gorra por cada rincón del gabinete había empezado a ponerse en marcha.

   Vaya una a favor de los "recortados". Todos los ministros, salvo alguna honrosa excepción, vinculada a la imposibilidad ahora de incorporar personal altamente capacitado en ciencia y tecnología, estuvieron durante estos tres meses de planillas que iban y venían a la altura de las circunstancias.

   Por citar algunos ítems que acordaron y que ni siquiera figuran en la letra chica del decreto, se elimino un "viejo vicio" de la política y los políticos que era la talonera de combustible. Muchos, al no regir ninguna regulación de ese sistema, la usaban para sus autos particulares. Y, como los tan cuestionados pasajes de avión del Congreso, en algunos casos de vales sobrantes se canjeaban por efectivo en la Tesorería de la Secretaría General de la Presidencia. No va más, como los viáticos para viajes internos o vuelos en primera clase. Este privilegio quedó desde ahora sólo al alcance de Peña y los ministros. El resto, en clase turista.