Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Correctivo

¿Por qué el ridículo debe acompañarnos con tanta frecuencia a los argentinos? No se trata solo de lo que hacen muchos políticos, parlamentarios, empresarios, gobernadores, dirigentes sindicales, etc.  
El ridículo también se hace presente en el deporte, y tal vez la más notoria demostración sea haber aceptado compromisos que luego fueron desconocidos, desairando gratuitamente a los palestinos, al Papa y a Israel, y haber intentado disfrazar esas incompetencias como una contribución a la paz mundial.
Si desde Julio Grondona a nuestros días la autoridad moral de los dirigentes de la AFA simplemente dejó de existir, lo mismo cabe decir ahora de los barras apañados por sus clubes. No puede tolerarse que un grupo de descerebrados con dinero golpeen a hinchas de otros países, acosen a mujeres y hundan en el fango el prestigio nacional haciéndonos figurar en la prensa mundial como un país donde estos hechos no solo no son castigados, sino que son vistos por muchos como una evidencia de nuestra supuesta superioridad.
Esos machos de peluche que humillaron a esas jóvenes muchachas, avergonzaron de manera irreparable a sus propias familias y también a todos los argentinos.  El pedido de disculpas no borra en absoluto la bajeza cometida. El daño ya está hecho. Lo que esos miserables hicieron con esas jóvenes rusas ¿lo habrían podido repetir frente a familiares y amigos o frente a los padres de esas muchachas? ¿Fueron a ver fútbol o a buscar oportunidades para excesos?  
Respecto a su catadura moral la sabiduría popular nos dice que “de lo que abunda en el corazón habla la boca”.  Una corta estadía en una cárcel rusa habría sido un eficaz y conveniente correctivo. 
Humberto Guglielmin
Bahía Blanca