Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Meses navegando lejos de la familia; el testimonio de un puntaltense en la Antártida

El teniente Vera es jefe de Máquinas del “Puerto Argentino”, buque polar que participó de la búsqueda del ARA “San Juan” y de la patrulla en la Antártida. Fueron 6 largos meses lejos de casa.

   Ramiro Vera (puntaltense, 34 años) tripula uno de los buques de la Armada que participaron de la búsqueda del submarino ARA “San Juan” y que, casi sin escalas, puso rumbo a la Antártida para hacer patrulla por el continente blanco.

   Se trata del “Puerto Argentino”, donde es teniente de navío y se desempeña como jefe de Máquinas. El buque polar estuvo 6 meses lejos de casa, desde que zarpó de Puerto Belgrano el 23 de octubre del año pasado hasta que retornó en mayo a su apostadero habitual en la Base Naval Puerto Belgrano, marcando el fin de una serie de actividades logísticas que lo tuvieron operando sin descanso.

   El “Puerto Argentino” zarpó hacia Ushuaia con la misión de desempeñarse como buque de estación para dar asistencia y hacer el relevo de los puestos de vigilancia en la zona austral y cumplir con su rol en la protección de la vida humana en el mar, pero finalmente fue destacado a Comodoro Rivadavia para embarcar los equipos que se usaron en la búsqueda del submarino ARA “San Juan”.

   “Salimos el 17 de noviembre desde Ushuaia sin saber cuándo íbamos a volver a tocar puerto. Admiré la agilidad y profesionalismo de nuestro personal para montar los equipos de búsqueda submarina y el alistamiento inmediato del buque”, relató.

   Finalizada su participación en la búsqueda, volvieron a Ushuaia para continuar con la misión como buque de estación, pero en esta oportunidad fueron designados para la Patrulla Antártica Naval Combinada (PANC) en reemplazo del aviso ARA “Islas Malvinas” que operó en el rastrillaje del “San Juan”.

   La PANC se realiza con el propósito de salvaguardar la vida humana en el mar, otorgar seguridad a la navegación, y contribuir a mantener las aguas libres de contaminación. Es una patrulla de las Armadas de Argentina y Chile en el área antártica de responsabilidad común, que se realiza desde 1998 y esta fue su vigésima edición.

   De este modo, el “Puerto Argentino” le tomó la guardia al aviso chileno ATF “Lautaro” el 23 de enero, iniciando la tercera fase de la PANC. Durante esta fase se hicieron ejercicios de comunicaciones; un patrullaje por el Mar de la Flota; tareas de asistencia a la Campaña Antártica de Verano 2017-2018; se trasladó personal científico entre las bases antárticas Frey (Chile) y Carlini (Argentina); y junto con el aviso ARA “Estrecho de San Carlos” apoyó el reaprovisionamiento de combustible y alimentos en la base Esperanza, visitaron Cámara y Decepción (argentinas), y bases extranjeras en la bahía Guardia Nacional.

   Además, el aviso concretó tareas de inspección de buques hundidos en el Mar de la Flota con el fin de verificar que no hubiera pérdidas de combustibles o contaminación en el área; y una patrulla al norte de la Península Antártica hasta el fin de la tercera fase de la PANC, el 26 de febrero cuando entregó la guardia en Ushuaia. El 28 cruzó el paralelo 60° Sur y permaneció como buque de apoyo antártico en el puerto, a la espera de asistir al patrullero chileno “Marinero Fuentealba” –el otro integrante de la PANC 2017-2018–.

   En la navegación de retorno se hicieron ejercicios de comunicaciones y de control de contaminación, además del traspaso de cargas con buques participantes de la Campaña Antártica; relevo de puestos de vigilancia; control del tráfico marítimo y el apoyo a un yate con un pasajero enfermo. Ya el 24 de abril, cuando zarpó rumbo a Puerto Belgrano, se desempeñó como buque de apoyo al Encuentro de Grandes Veleros “Velas Latinoamérica 2018”.

   “Desde fines de octubre hasta abril, navegando. Fue todo muy dinámico, de trabajo duro pero gratificante. Lo bueno es que todo el barco respondió con profesionalismo, fuimos un gran equipo y una gran familia”, dice Vera.

   En el futuro de su carrera, anhela explorar otras tierras y formar parte de una Misión de Paz de las Naciones Unidas. Quiere estudiar para mejorar su inglés y así estar listo para el momento en que la Armada lo requiera, quizás sea la pulsión de su espíritu de maquinista que lo estimula a querer rodearse de equipos virtuosos o la costumbre de llevar grandes responsabilidades sobre sus hombros, lo cierto es que su trabajo es en servicio de la Patria.

“Una especialidad, muchos desafíos”

   Vera decidió ingresar a la Armada atraído por los desafíos que imponen las largas travesías en el mar y la complejidad de los sistemas navales que las hacen posibles.

   Nacido en Ushuaia (Tierra del Fuego) y criado en Punta Alta (Buenos Aires) Ramiro inició sus estudios primarios en la escuela Nº 17 “Humberto Primo” y los culminó en la Nº 8 “General Manuel Belgrano”. Sus estudios secundarios se complementaron con la formación de su oficio, cuando eligió estudiar electricidad en la Técnica Nº1 de Punta Alta.

   Desde entonces, recuerda estar cómodo entre las máquinas: “Todos los días íbamos a los talleres y así conocí el Arsenal Naval de Puerto Belgrano; eso me motivó mucho y decidí entrar a la Armada en 1995”. La conoció por su padre, quien se desempeñó como suboficial de Infantería de Marina Mecánico de Armas, es así que cuando finalizó su formación en la Escuela Naval Militar, ya tenía decidido su futuro: navegar entre las máquinas.

   El momento determinante para elegir su especialidad le llegó con el ejemplo de un superior. A bordo del aviso ARA “Teniente Olivieri” vio cuál es el rol de un jefe de Máquinas y motivado por los desafíos que presenta el trabajo de mantener y alistar los sistemas, terminó de decidirse: “Yo estaba en un buque donde el jefe de Máquinas era electricista; lo veía correr de acá para allá, lo veía trabajar y pensé ‘quiero hacer eso’.”

   El primer destino de Ramiro fue el mismo que marcó su rumbo dentro de la Fuerza, el “Olivieri”, que ya lo conocía porque había estado un año antes en comisión realizando varias navegaciones. Luego del “Olivieri” le tocó navegar en otro aviso, el ARA “Alférez Sobral”, unidad que participó de la Guerra de Malvinas. Así sumó millas y al relacionarse con personal experimentado, heredó sus conocimientos, que lo acompañan hoy en cada singladura.

   Su posterior paso por la Escuela de Oficiales de la Armada (ESOA) fue marcado por 2 años de rigurosa formación. El premio a su esfuerzo fue lograr lo que se propuso al iniciar su carrera naval, convertirse en electricista-propulsión de sistemas navales. “Muchos profesores nos dieron tips que son útiles cuando estás embarcado”, sostuvo.

   Esos consejos útiles encontraron razón de ser en sus posteriores destinos, ya que la carrera de Ramiro se desarrolla hasta la fecha, en la Flota de Mar. Después de la ESOA, el joven marino fue destinado al destructor ARA “Almirante Brown”, dotación de la que formó parte durante 4 años, y en el 2016 fue asignado como Jefe del cargo Electricidad en el buque escuela fragata ARA “Libertad”, otro de desafío profesional importante para su carrera.

   Junto a la tripulación del 45° Viaje de Instrucción Naval, Ramiro conoció el mundo y estuvo más de 6 meses lejos de sus amores y hogar. En sus ausencias, la familia lo acompaña; él lleva en su corazón a su esposa y a sus hijas Abril (8) y Helena (3), en cada milla que suma mar adentro.

   Con Claudia se conocieron bailando salsa y desde el comienzo de su relación él tuvo que explicarle las prolongadas esperas que impondrían los gajes de su profesión en el mar. Ella, por amor y compañerismo, lo espera resguardando a su familia en cada comisión.

   Aunque las travesías en el mar resulten agitadas y llenas de responsabilidades, el silencioso paisaje marino y las noches de estrellas brillantes hacen que el alma más curtida añore la calidez del hogar y la compañía de los afectos. “Extraño la tranquilidad de mi casa, tener ese cable a tierra. Después de mucho tiempo embarcado hace falta ese momento de desconexión. Me gusta estar en conocimiento de la rutina de la casa y estar con las chicas”, comparte Ramiro.

   Al igual que en casa, Ramiro durante su estadía en el mar se rodea de su familia naval, disfruta de su trabajo y de la supervisión de su dedicado personal. Su profesión define varios aspectos de su personalidad y es por eso que sabe bien cómo explicar el espíritu del maquinista naval.

   “La gente de máquinas, por su especialidad, está constantemente en guardia porque siempre pasan cosas en navegación. En esta especialidad se presentan muchos desafíos”, argumenta orgulloso.

   Entre sus anécdotas, recuerda una adversidad que lo puso a prueba a él y a todo su equipo: “Navegando en la fragata se rompieron dos generadores, y estábamos en el medio del Caribe, a 10 días de llegar a puerto. Había que arreglarlos para seguir navegando, y recuerdo que estuvimos todo el día trabajando con el equipo. Cuando terminamos cerca de la medianoche, nos dirigimos a la popa y nos quedamos ahí sentados un rato, contentos por haberlo solucionado juntos”.