Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Las reformas le dan más aire al Gobierno

Desde la Casa Rosada pueden mostrarle a los inversores lo que hace tiempo se venía reclamando: decisión para avanzar con muchas de las asignaturas pendientes que arrastra la economía argentina.

A veinte días de la victoria electoral, el Gobierno consiguió avanzar mucho más rápido de lo que se esperaba con las famosas “reformas” que tanto le reclamaban los mercados. El jueves se selló el acuerdo con gobernadores y casi al mismo tiempo con los sindicalistas (aunque con algunas internas), por lo que el Pacto Fiscal y la reforma laboral llegarán rápidamente al Congreso y seguramente se transformarán en ley antes de fin de año.

Apenas un par de días antes habían llegado la reforma tributaria y el proyecto de ley de Financiamiento Productivo, que reemplaza a la de mercado de capitales que se había presentado sin éxito el año pasado. Allí aparecen nuevos instrumentos de financiamiento para las pyme y nuevos vehículos de inversión para canalizar el dinero de individuos pero sobre todo de grandes inversores institucionales locales y del exterior.

De esta manera, desde la Casa Rosada puede mostrarle a los inversores lo que hace tiempo se venía reclamando: decisión para avanzar con muchas de las asignaturas pendientes que arrastra la economía argentina. Los cambios buscarán empezar a remontar la cuesta del bajo nivel de competitividad que sufren las empresas argentinas. La eliminación gradual de impuestos distorsivos, de cargas laborales, como también una mayor flexiblidad a la hora de tener empleados a prueba apuntan claramente en esa dirección.

Ahora, por supuesto, llegará el tiempo de leer la letra chica de los acuerdos y el verdadero impacto en la actividad empresaria. Por lo pronto, tanto el Gobierno como las provincias se mostraban satisfechos por los acuerdos alcanzados. Esa satisfacción reflejaría a priori una situación que no es del todo tranquilizadora: nadie cedió recursos.

Las exitosas negociaciones tienen, más allá del contenido puntual, un efecto favorable que tendría que sentirse de inmediato y tiene que ver con la confianza de los inversores. Para un Gobierno que precisa mucho financiamiento (tanto externo como interno) consolidar su fuerza política luego del resultado electoral es clave para conseguir fondos a tasas cada vez más bajas.

Por lo pronto, el contexto internacional marcado por tasas aún bajas ayuda. La duda es qué pasará cuando los principales bancos centrales del mundo empiecen no sólo a subir las tasas como ya comenzó a suceder en Estados Unidos, sino además a disminuir parte de los fondos que volcaron a los mercados en los últimos años para sacar al mundo de la recesión global de 2008.

Pero si bien los compromisos de reformas eran algo esperado, se trata en realidad de medidas que apuntan a la microeconomía, es decir la ecuación de las empresas y de los consumidores. Sin embargo, todavía resta que se encare el arreglo de la macroeconomía. Y esto es lo que finalmente definirá hasta qué punto la reactivación de los últimos meses resulta sustentable. Sobre todo cuando el propio Gobierno asegura que es el inicio de un largo período de expansión.

Los déficits gemelos representan una gran sombra que pesa sobre la economía argentina y torna endeble cualquier recuperación. El propio Mauricio Macri reconoció en su mensaje a los factores de poder una semana después de ganar las elecciones que la Argentina no podía vivir de prestado. Y pidió que toda la sociedad haga el esfuerzo para bajar el déficit fiscal. Pero además del rojo de las cuentas públicas también está el déficit de cuenta corriente, que ya es el más alto de los últimos años y llega a 4% del PBI. Allí aparece la salida de dólares por el rojo comercial, pero también el deterioro de la balanza de turismo y el giro de dividendos al exterior por parte de las multinacionales. Esta situación genera un déficit de más de 20.000 millones de dólares por año, que por el momento es compensado por el fuerte ingreso de divisas que llegan por endeudamiento y también para efectuar inversiones financieras.

En el medio, y como parte de esos desequilibrios, aparece la lucha despareja que da el Banco Central para contener la inflación. La nueva suba de tasas hasta casi el 29% anual generó sorpresa en el Gobierno y también entre los inversores. A muchos les pareció exagerado, aunque Federico Sturzenegger quiere preparar el terreno para lo que viene. El nivel de 1,5% en octubre muestra que aún está lejos la desaceleración esperada y en diciembre habría un nuevo salto por los aumentos de gas, luz y los propios por la estacionalidad de fin de año. Por eso, en realidad ya está apuntándole al 2018.

Pero tasas positivas tan altas (cerca de 10 puntos por encima de la inflación esperada) a su vez retrasan más el tipo de cambio y acentúan las distorsiones. Será más barato este verano viajar al exterior, como también importar. El peligro de estos déficit gemelos es, en definitiva, que la reactivación económica se resienta a lo largo de 2018, a pesar de que todas las reformas ya estarían vigentes.

Por otra parte, la baja de impuestos distorsivos necesariamente deberá ser gradual ante la necesidad de no desfinanciar al fisco.

En definitiva, 2018 será el año en el que el Gobierno deberá demostrar hechos más que palabras. Más allá de la retórica y de los acuerdos políticos alcanzados, la hora de la verdad pasará por mostrar un mayor control del gasto público y en definitiva una disminución de los déficit gemelos.

Si no se logra, más a la corta que a la larga se producirá una nueva crisis, parecida a la que ya sufrió la economía argentina en forma recurrente en las últimas décadas. Un repaso de esas caídas demuestra que aún cuando se avanzaba con reformas “micro”, el desorden de las cuentas públicas provocó una y otra vez el naufragio. El Gobierno dice que ahora aprendió la lección y no repetirá estos errores. Es, sin embargo, demasiado pronto para cantar victoria.