Garitas por el piso

Mario Minervino

mminervino@lanueva.com

Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.

Hace 58 años, en mayo de 1965, volvió a caerse la garita ubicada en la esquina de Zelarrayán y Sarmiento, la cual utilizaban los agentes para dirigir el tránsito vehicular.

“Pareciera condenada a vivir en el suelo”, mencionó este diario en referencia a una nueva caída del habitáculo cilíndrico que se elevaba sobre una banquina y disponía de una sombrilla. No era novedad que estos elementos estuvieran por el piso. A veces el viento se encargaba de derribarlas, otras veces los estúpidos que nunca faltan y también por el choque de vehículos que circulaban como si fuera una rotonda.

La colocación de las garitas data de octubre de 1936, cuando la fábrica de cigarrillos Imparciales hizo donación de las dos primeras, ubicadas en las esquinas de Alsina y San Martín y Chiclana y O’Higgins. De esta manera los agentes podían dejar de estar parados en el centro de la calle, con el riesgo que significaba para ellos y sin ningún tipo de protección ante el rigor del clima.

En 1937 la casa Pío Frascaroli, representante del vermouth Cinzano, donó una nueva garita que se ubicó en Brown y O’Higgins y un año después una vecina, Juana Arocena, pagó otra para Zelarrayán y Sarmiento. A partir de ese momento la propia municipalidad, además de empresas y particulares, fueron entregando otras, que se ubicaron en los cruces más peligrosos. Así como se hicieron habituales en el paisaje urbano, también era común encontrarlas caídas y dañadas.

 La presencia de las garitas comenzó a mermar en 1961, año en que se habilitó, en O’Higgins y Brown, el primer semáforo de la ciudad, mencionado como “el tricolor luminoso”. Sin embargo, su uso se mantuvo por varios años más, ya que esos primeros semáforos solían quedar fuera de servicio de manera repetida y además llevó tiempo colocarlos en toda la ciudad.