Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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Corrupción, datos y Psicología

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Transparencia Internacional es un movimiento global que trabaja en más de 100 países. Campañas, promoción, investigaciones son algunas de las actividades que tienen como objetivo poner fin a la corrupción, puesto que la política, los gobiernos, los negocios, la sociedad civil y la vida cotidiana de cada persona debiera estar libre de ella.

Rendir cuentas y promover la transparencia son los dos grandes pilares de la ONG y cada año elabora el “Índice de percepción de la corrupción”. El estudio muestra que los países no logran detenerla y el Índice clasifica a 180 países de acuerdo con los niveles percibidos. 

La publicación muestra que Dinamarca, Finlandia, Nueva Zelanda, Singapur, Suecia, Países Bajos, Alemania, Irlanda, Luxemburgo y Hong Kong están en el top ten, es decir son los que menos índices de corrupción tienen. Peores resultados ofrecen:  Somalia, Siria, Sudán del Sur, Venezuela, Yemen, Libia, Corea del Norte, Haití y Guinea Ecuatorial. 

Argentina, está en el puesto 94, casi a mitad de la tabla, junto a Brasil y similar a Colombia, Uruguay está 14 y Chile 27, pero nuestro país al margen de los charrúas y los trasandinos es uno de los que mejores está respecto de América Central y Latinoamérica, con los cual hay esperanzas. De los 180 países 155 no logran revertir o avanzar y desde hace una década los valores se mantienen. 

Si bien no se nace corrupto y es un proceso de construcción atravesado por diferentes variables, desde la Psicología se puede esbozar un perfil. En líneas generales el corrupto ignora una y otra vez al prójimo, habla de equidad, pero valores cívicos, éticos, y morales necesarios para una convivencia igualitaria están ausentes.

El corrupto teme a las sanciones y solo por eso, por el miedo, es que respetaría la ley. Psicológicamente es similar a un niño de 4 o 5 años, carece de moral autónoma y sus conductas están ligadas a la satisfacción y en beneficio de su ego. Ya sé, se te vienen ejemplos a la mente.

La profesora de Sistemas Políticos en la maestría nos decía que la corrupción en algunas sociedades es inherente al sistema y si pensamos en cómo se financian algunas campañas políticas en ciertos países, alcanza.

La sociología también analiza la problemática y encuentra que hay una serie de factores que son indisociables de la corrupción. La falta de conciencia de las personas respecto de los bienes públicos que se obtienen con el esfuerzo de todos y para garantizar un bienestar general, es uno de ellos.

También la predisposición a asociar el éxito con el dinero y las posesiones. A su vez, la moral heterónoma es la que lleva a cumplir leyes por miedo al castigo y no porque la ley o la norma se interioriza, mientras que la moral autónoma lleva a cumplir a pesar de premios o castigos, por ende, cuando prevalece la primera hay tendencia a la corrupción. 

Naturalizarla, acostumbrarse, y a veces ante la impunidad que predispone, solo se logra que el círculo se abone y sea imposible de ponerle fin. No es imposible, pero tampoco compro la promesa de aquel que dice que va a terminar con ella.