Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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El debate por la dolarización: ¿por qué es una mala idea para nuestro país?

La iniciativa tiene riesgos demasiado altos para un único resultado, que, incluso, puede lograrse sin llevarla a cabo. 

Otra vez en el debate, la idea de adoptar el dólar como moneda de curso legal, dejando de lado al vapuleado peso, vuelve a cobrar fuerza.

Defendida por el ímpetu característico de Javier Milei, a quien los números no le dan para nada mal como posible presidenciable, quienes la sostienen y difunden aseguran, al igual que el libertario, que es la única forma de “disciplinar” a una clase política que se ha valido de la inflación como el más perverso de los impuestos, ya que no tiene ley y afecta a los más pobres.

Aclaran sin embargo que una dolarización exitosa requiere de "profundas reformas" como el ordenamiento de las cuentas públicas e impedir que los bancos le presten dinero al sector público y niegan rotundamente la necesidad de una fuerte devaluación en la etapa previa a su puesta en marcha. También esgrimen que la Argentina ya vive una dolarización no declarada (dolarización de facto), ya que todos sus habitantes elegimos voluntariamente no ahorrar en pesos, y las transacciones diarias más importantes (como comprar un inmueble o un auto), ya se hacen en la moneda de EE.UU.

“Es cierto que la dolarización tiene un gran activo en un tema que es de enorme preocupación para la gente, como lo es la inflación, ya que consigue niveles inflacionarios bajos en una cantidad de tiempo relativamente corta. Sin embargo, sus costos son muy altos y es posible obtener resultados similares sin necesidad de renunciar a tener una moneda”, explica el economista Fernando Lago, docente de la UNS en la cátedra Dinero, Crédito y Bancos.

Enumera entre los principales costos la imposibilidad de paliar shocks externos, como una baja significativa en los precios de los productos que exportamos (soja y cereales) o crisis bancarias.

“Al eliminar el peso se pierde la posibilidad de hacer política monetaria o cambiaria para morigerar los efectos negativos de una baja fuerte de los precios de los bienes que exportamos, ya que si ese fuese el caso y se originara una recesión (caída sostenida de la actividad económica), con moneda propia, se puede bajar la tasa de interés, lo que abarata el crédito para familias y empresas, y se reanima la actividad económica a través de más consumo e inversión.

“Además, los gobiernos tienen la posibilidad de devaluar su moneda si bajan mucho los precios de los exportables, de modo que se compensan estos efectos negativos, que suelen ser bastante recurrentes”, advierte Lago.

Por si fuera poco, hay un aumento de la vulnerabilidad del sector bancario. “Dolarizar equivale a eliminar el Banco Central. Pero los bancos centrales de todo el mundo tienen un rol fundamental, como lo es ser “banco de bancos”. Así, si una entidad no tiene dinero para devolver sus depósitos, son los bancos centrales los que salen a asistirla, evitando el colapso de todo el sistema financiero. Y si se adopta el dólar como moneda, habría que recurrir a la Fed (N de R: el banco central de EE.UU.) para que cumpla ese rol, algo que no creo que esté en sus planes, al menos en lo inmediato”.

Sus defensores aseguran que es todo lo contrario. Si la dolarización viene acompañada de una reforma bancaria que evite que los bancos concedan créditos a los gobiernos, el crédito y los depósitos pueden crecer, lo que fortalecería a las entidades, en lugar de hacerlas más vulnerables.

De hecho, señalan que Ecuador (país dolarizado), mostró, gracias a esas reformas, un aumento del crédito y los depósitos bancarios, mientras que en nuestro país, ocurrió todo lo contrario.

La clave (insisten) pasa por reducir la exposición de las entidades financieras al sector público, la que actualmente supera el 50% en nuestro país (N de R: más la mitad de los recursos totales de que los bancos argentinos tiene en su poder son bonos del Gobierno), situación muy diferente a lo que pasa en Ecuador.

Implementación

Pero si hay algo que genera discusiones acaloradas es como llevar a cabo una dolarización. Concretamente, si se debe reemplazar el dólar por el peso, sería necesario canjear todos los pesos en circulación por dólares, para que la gente pueda utilizarlos en su vida cotidiana.

Así, el BCRA debería “comprar”, con los dólares de sus reservas, todos los pesos que particulares y bancos tienen en su haber. En rigor, las reservas, que son parte de los recursos del BCRA (su Activo), se tienen que usar para comprar la llamada circulación monetaria (los pesos que están por la calle) más los depósitos que los bancos tienen en el Central, que son un porcentaje que las entidades no pueden prestar a sus clientes (técnicamente, son los llamados encajes bancarios). Circulación más encajes son lo que se denomina Base Monetaria y se anotan en el Pasivo (obligaciones) de su balance contable.

Para muchos economistas, esto equivaldría a una fortísima devaluación inicial del peso, ya que el canje de la Base Monetaria de pesos a dólares tendría que hacerse a 2.280 pesos por dólar, de acuerdo con estimaciones de Fundar, un centro de estudios que encabeza el matemático y empresario Sebastián Ceria.

Los defensores de la dolarización denuncian que ese cálculo es incorrecto, porque el Banco Central tiene en su Activo, además de reservas de dólares, bonos del gobierno que puede vender en el mercado, consiguiendo más dólares a cambio que se pueden destinar a la Base Monetaria, de manera que el valor correcto sería mucho más cercano a los de los dólares financieros, como el MEP o “Contado con Liqui”.

“Son bonos que hoy, cotizan al 25% de su valor nominal (N de R: es lo que un inversor pagaría por el bono en relación a su precio de salida al mercado). Para poder llegar a un tipo de cambio MEP o CCL para dolarizar tendría que llegar hasta el 50% de su valor nominal, lo que sólo se lograría si la demanda de títulos públicos argentinos se disparara fuertemente, producto de una confianza renovada en las posibilidades de Argentina. Hoy no estamos ni cerca de eso”, señala Lago.

Pero hay, quizá, una razón mucho más poderosa para rechazar la dolarización. Y es que los países de la región lograron excelentes resultados en términos de inflación sin dejar de tener moneda, es decir, implementaron las reformas que sugieren los dolarizadores, pero sin dolarizar.

Y en el mejor de los casos, dolarizar se parece más a una aventura incierta que a una buena idea. Y para aventuras, mucho mejor escalar el Tres Picos.