Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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De pie, por sus hijos, tras un fatal accidente: "La prótesis me cambió la vida"

Verónica Fischer protagonizó un siniestro en 2021 cuando viajaba en moto desde Dorrego hacia Tandil. Su mejor amigo perdió la vida y a ella le amputaron una pierna. Días atrás el Hospital Penna le brindó una ortopedia. Sueña con bailar el vals con su hijo mayor en la fiesta de egresados.

Verónica Fischer junto a sus hijos, su principal sostén en los momentos más duros.

Hace casi dos años, el 13 de febrero de 2021, la locutora dorreguense Verónica Fischer afrontó un cambio radical en su vida. Viajaba a Tandil para festejar el cumpleaños de su mejor amigo cuando ambos tuvieron un accidente en la moto. Un auto los chocó de frente. Sebastián perdió la vida y ella estuvo muy grave. Finalmente, debieron amputarle parte de su pierna izquierda.

Hoy, a dos años de aquel episodio, acaba de recibir una prótesis, por gestión del Hospital Penna (por un convenio con la Ortopedia Alemana de Buenos Aires) lo que le permitió iniciar una nueva etapa post rehabilitación.

“Cuando me solté de las paralelas y volví a estar de pie fue inolvidable. Después de tanto tiempo de estar sentada fue un alivio enorme en la espalda, en el cuello. Lloré mucho, sentí mucha emoción”, dijo.


Verónica, en un momento clave: la prueba de la ortopedia donada por el Penna.

“Fui acompañada por mis hijos, mi mamá y mi hermano. ¡Fuimos en patota! Fue espectacular”, describió.

Confiesa que antes de recibir la ortopedia tenía sentimientos encontrados: ansias, alegría y tristeza a la vez. Muchas sensaciones juntas, difíciles de explicar.

“Estoy feliz porque mis hijos están mucho más contentos. Según mi mamá me cambió la cara, el semblante. Ellos sienten que esto genera un cambio en mí”, contó.


Junto a su amigo Sebastián, a quien consideraba un hermano.

“Estoy muy agradecida porque, por su precio, la prótesis es casi imposible de adquirir para personas como yo que no tengo obra social”, contó.

Verónica es el único sostén económico de su familia. Tenía 20 años cuando perdió a su marido Fabián y quedó sola con sus hijos pequeños Agustín y Nicolás Llorens Fischer que hoy tienen 14 y 17 años. Su madre también vive con ellos y es sobreviviente de cáncer.

“Este cambió les dio nuevos ánimos, sobre todo al más chiquito que es el que filma y saca las fotos. El más grande se guarda un poco más sus sentimientos, pero está muy contento y siempre viene y me da un abrazo y me dice mamá te amo. Eso para mí es la fortaleza más grande”, dijo.


La locución, una de sus grandes pasiones.

“Ellos me salvan la vida todos los días, sigo por ellos y por mí también, pero fundamentalmente porque quiero verlos crecer como buenos hombres. Ya son excelentes chicos, qué mejor que verlos realizados en la vida, con un título, con un buen trabajo o con lo que quieran ser, pero sobre todo que sean felices”, dijo.

Este año, ansía que Nicolás su hijo mayor le regale la oportunidad de bailar juntos el vals en su fiesta de egreso de la secundaria. Es una gran ilusión.

“Ya practiqué con una pierna, pero con las dos va a ser mucho mejor”, añadió con optimismo y entusiasmo.


Los primeros pasos en casa.

Toda esta experiencia le trajo varios aprendizajes positivos: en primer lugar, le permitió practicar la paciencia.

“Antes todo era muy rápido en mi vida, era más acelerada, me creía Superman, tuve hasta tres trabajos. No paraba. El cambio brusco me obligó a cultivar otros dones”, sostuvo.

“Me aferré mucho a Dios, a mis familiares y a mí misma, a decir yo puedo. Al principio estaba muy caída, fue muy bravo pero un día me hizo un click, y dije: ‘Tengo que salir de la cama, mis hijos están angustiados, y yo no soy esta Vero’”, confió.

Fue entonces cuando cobró más confianza en sí misma y hasta logró cosas antes impensadas, por ejemplo, aceptar un trabajo de la Municipalidad como locutora en los actos protocolares.

“Canté el himno de pie, parada sobre una sola pierna, delante de un montón de gente y del intendente en un acto público, hablando y gesticulando. Son cosas que en mi vida pensé que las iba a hacer”, comentó.

Además, trabaja en Dame Pelota Producciones y se hace cargo de todas las tareas del hogar.

“Hago todo yo: lavo, cocino, lavo los pisos y me manejo a mi gusto, con la silla o con los bastones. Me tuve que adaptar y con práctica y paciencia lo logré”, contó.

“En el inicio de este drama dije ‘Mi vida terminó: Chau Vero’. Y no. Fui descubriendo que se puede, que uno puede adaptarse a una nueva situación y a una nueva vida. Cuesta muchísimo pero con paciencia y fe se sale adelante. Nada te impide hacer lo que más te gusta hacer”, señaló.

La adaptación y el uso de la prótesis varían en cada paciente. En su caso, desde que tuvo el accidente siempre sintió dolor en su muñón y hasta debió ser medicada en varias oportunidades. También recibió apoyo profesional de psicólogos y psiquiatras.

“Ahora el dolor está más contenido, es más puntual y tolerable. Y hay un aspecto psicológico también: como me propongo poder usarla quizás eso me lleva a poner más energía en aprender y no focalizo tanto en el dolor”, dijo.

En los primeros momentos del uso de la ortopedia lo más complejo es lograr el equilibrio y luego repartir el peso entre ambas piernas, para no exigir de más a la que no sufrió lesiones.

“Lo que más cuesta es cuando se te va un ser tan querido. Es muy difícil no recordar cada día a un amigo tan cercano. Cuando estoy mal de ánimo y con dolor le pido a él, a mi marido y a todos mis seres queridos que ya no están que me ayuden”, confesó.

“El tiempo de espera de la prótesis lo tomé con calma porque esto proviene del Estado y sabía que había pacientes en la misma situación que yo. Por momentos tenía ansiedad o curiosidad de cómo podía manejar la prótesis. Me hacía miles de preguntas”, expresó.

Hoy por hoy siente más confianza en sí misma y está más resolutiva.

“Digo voy a hacer esto y lo hago. Aprendí a tratar de adaptarme a esta nueva vida que comencé a transitar desde el miércoles pasado”, dijo.

“Voy a extrañar mi pierna toda la vida, pero esta es una oportunidad de tener, no la vida que tenía antes, sino lo más similar posible. Tengo que aprender a convivir con la prótesis y ella conmigo”, dijo.

A sus hijos les pidió que cuando la vieran mal no se preocupen por ella, porque todo es parte de un proceso.

“A mí al rato se me pasa. Gracias a ellos estoy de pie”, concluyó.

Momento de grandes cambios 

Con la prótesis puede caminar, marcar el paso, sentarse y caminar de costado. Es muy cómoda y práctica.

“Al principio la sentí un poco pesada, pero es por la falta de costumbre. Ahora la siento más cómoda. Siempre hay que tener buena postura y mirarse en un espejo, pero no mirar la pierna. Enfocarse en estar derecha”, aconsejó.

“La sensación de alivio de estar parada es increíble, en el cuello, la espalda y la cintura. Te cambia la vida, no todo está perdido. No solo es un fierro como yo pensaba antes: es una pierna. Despacito, pero vamos. Tenemos que hacernos amigas. Sin prisa, pero sin pausa seguimos adelante”, destacó.